Ocho.

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Mi mirada y su mirada se cruzaron. Me perdí en sus ojos, unos ojos del color del océano. Creía que me ahogaba en ellos. Sentí algo en el corazón pero esa sensación se me fue cuando le vi rodeado de mujeres.

—"Mujeriego prepotente"—pensé.

— Perdón, señorita. No la había visto.—me dijo observándome de arriba a abajo.

—No pasa nada. Tengo que irme.—me agaché para coger los tacones que se me habían caído por el impacto pero la mano de él llegó antes que la mía. Eso parecía una típica película americana. Chico se choca con chica. Chica se enamora del chico. Chico y chica se casan, viven juntos y comen perdices.

— ¿Tan rápido? Soy Damon Sydal,—dijo extendiéndome la mano—empresario. Voy a abrir una galería de arte. Tu eres la señorita Meyer, ¿verdad?

Anda, ¡si me conocía! Bueno, mi padre era Daniel Meyer, todo el mundo le conocía y también conocían a su hija rebelde. No me sentía orgullosa de que me calificaran así, pero esa es la verdad. Nadie es perfecto en este mundo y menos yo, el caos personificado.

— Sí, pero llámeme mejor Alexandra o Alex, lo de señorita me hace parecer más mayor de lo que soy.—dije yo todavía admirando sus ojos, luego me volví a acordar de las mujeres de su alrededor. No estábamos solos. Debía de ser un creído y un prepotente. Yo no iba a caer en sus encantos. Odiaba a la gente como él— Lo siento, me tengo que ir. Me reclaman.—dije cortante y sin esperar respuesta me fui.

No podía negar que era un chico bastante atractivo. Moreno, alto de un metro noventa diría yo, con ojos azules y musculado. Si no fuese tan creído quizás era el chico perfecto que estaba esperando. Por su forma de ser parecía un niño de papá y por su comportamiento también deduje que iba de flor en flor. Por su acento diría que es americano. Diría no, afirmo que era de Estado Unidos. Podría tener unos 23 años más o menos. Su cuerpo estaba perfectamente definido. Parecía ser muy deportista debido al tamaño de sus músculos. 

No quería seguir pensando en él aunque era una tarea difícil. No se suelen ver chicos tan guapos por estos sitios. Era como una especie de sensación inquietante en el corazón. No sabía si quería hablarle o no volver a hablar con él nunca. Aún así tenía curiosidad por saber más de él. Había hablado de una galería de arte en la zona. ¿Qué se le había perdido a un empresario americano para querer abrir una galería de arte aquí? Agité mi cabeza y me desprendí de la idea de seguir pensando en él y en sus cuestiones. 

Me alejé lo más que pude y ahí empezó mi verdadera borrachera. Por lo menos hicieron falta cuatro copas más de vete a saber qué bebida para dejarme totalmente mareada. No sabía donde me encontraba. Fui corriendo al baño, tropecé y me caí.

— ¡Qué asco de tacones, joder!—dije cómo pude aunque dudaba de que se me entendiese con tal concentración de alcohol en sangre.

Me levanté y entré al baño donde vomité. Acto seguido me quité los odiosos tacones que me hacían tropezar a cada paso que daba.

Diez minutos después ya me encontraba radiante en la pista de baile después de algún que otro retoque en mi maquillaje. Estaba bailando con un chico que ni conocía a mi lado. Todo lo recuerdo muy borroso pero seguí bebiendo. 

Sobre las cinco de la madrugada salí a la calle, allí dentro me sentía muy agobiada. Las luces, el calor, la gente y el alcohol estaban haciéndome sentir fatal. Me tambaleaba al andar y sabía que de un momento a otro volvería a caer.

Una vez fuera cogí el máximo de aire que podían absorber mis pulmones. Un aire frío y relajante que al momento de entrar en contacto con mi piel me dejó congelada. Me senté o intenté sentarme en las escaleras de mármol blanco y al momento apoyé mi espalda contra el frío suelo. Notaba como todo giraba debido al alcohol y cerré los ojos para tranquilizarme.

— "Odio el alcohol".—pensé.

Me tuve que levantar ya que no podía contener las ganas de expulsar esa sustancia que había consumido minutos antes.

Al volver a dejar mi cuerpo renovado, me senté de nuevo en las escaleras tumbándome después. Nunca bebía tanto, tampoco recuerdo porqué lo había hecho. Me costaba pensar, me costaba mantener mi cuerpo activo, no pude más y cerré los ojos.

Media hora después aproximadamente alguien me cogió en brazos, me puso una chaqueta, abrió una puerta quizás de un coche y me tumbó en un sitio muy blando y cómodo. El tacto se sentía como si fuera cuerno. Aquél lugar olía muy bien quizás por un ambientador de jazmín. Volví a dejarme llevar por el sueño y la borrachera y cerré los ojos hasta quedarme dormida de nuevo.

Unas horas después desperté y lo primero que vi fueron cristales tintados de negro y una chaqueta de alguien que no conocía sobre mi. Mi corazón empezó a bombear sangre más rápido y mi cerebro a funcionar con rapidez intentando averiguar dónde y con quién me encontraba. Una de dos, o me había acostado con alguien en el coche o los hombres de negro me habían conseguido secuestrar.

—"Mierda, los hombres de negro."—pensé al mirar de nuevo los cristales. 

Me incorporé y sentí como mi cabeza palpitaba, abrí la puerta e intenté huir de la mano de esos secuestradores. No pude recorrer ni dos metros ya que empecé a vomitar en la calle. Alguien se acercó por mi espalda y me sujetó el pelo para que no lo manchara. Luego escuché su voz.

— Las borracheras no son buenas, morena.—había escuchado su voz antes pero no la reconocía. Estaba ronca. No quería mirar hacia atrás por si era Mike el que estaba allí sujetándome el pelo—Alex, ¿me oyes?—dijo preocupado. Me di la vuelta y rápidamente encontré sus ojos azules. Su camisa estaba entreabierta dejando ver parte de su pecho completamente depilado. No me acordaba de su nombre. ¿Era Dyal? El destino me odiaba. Él era la única persona con la que no quería encontrarme esa noche.

—No recuerdo nada.—dije confusa. ¿Me había acostado con aquél idiota niño de papá?

—No me extraña con todas las copas que te bebiste sería raro que recordaras algo.—se dirigió a mi riéndose y la verdad es que me hizo gracia. Después una pregunta pasó fugaz por mi mente.

— Damon—dije recordándolo—¿tú y yo hemos ... ?—pregunté un poco avergonzada sin llegar a terminar la frase para que él me contestase.

— Oh, no no no. Nada más lejos de la realidad, señorita. Te encontré tiritando y medio dormida en las escaleras de la puerta principal y pensé que te vendría bien algo de calor así que te traje al coche.—suspiré aliviada—Por cierto, ¿quiénes son aquellos hombres y por qué no dejabas de tener pesadillas con ellos y con un tal Mike?—Oh, mierda. Bebí demasiado y se me fue la lengua. De todas formas él no me conocía de nada. Podía mentirle pero todos sabemos que eso se me da horriblemente mal.

Le miré un poco nerviosa. Cogí aire disimuladamente y lo solté despacio.

—Na-nadie.—dije tartamudeando.

— ¿Seguro?—preguntó dubitativo.

— Sí, lo siento debo irme. Gracias por todo Damon.—le di la mano y me marché con el vestido arrugado y el pelo completamente despeinado.

— ¿Siempre tienes tanta prisa?—gritó con una sonrisa en su cara y yo le asentí dando un pequeño giro para mirarle por última vez.

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Capítulo editado :)




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