Quince.

5.1K 255 18
                                    

Cuando me fijé en ellos, Damon me miró y me guiñó un ojo. Pasaron muy rápido con el coche y en cuanto le vi la cara, corrí hacia algún sitio para romper a llorar. Esto era tan difícil. Yo no sabía lo que quería. No había pasado nada entre nosotros dos pero el día de mi cumpleaños, los regalos, la comida... todo había sido tan especial que ésto dolía. Quizás me invitó a su casa por compromisos. Por mis padres. Mientras andaba a paso rápido, mis ojos se iban empañando hasta tal punto de no ver lo que tenía enfrente. Todas esas lágrimas querían salir.

— No te debiste hacer ilusiones.—murmuré a la vez que seguía andando sin mirar a ningún sitio.

Cuando paré, me senté en el césped de un parque del vecindario y se me fueron escapando unas lágrimas hasta que apareció el hijo de los Aston, Dean. Él me vio casi llorando y se sentó a mi lado también en el suelo de hierba. Odiaba que la gente me descubriera llorando. En estos momentos necesitaba relax, quería estar sola. Pero no.

— Se va a manchar los pantalones. El césped está recién cortado. ¿Qué le ocurre señorita Meyer?—preguntó respetuoso y con la voz suave y dulce mientras sonreía agradablemente. 

— Por favor Dean, llámame Alex. Lo de señorita me suena a vieja.— dije con una pequeña e inapreciable sonrisa aunque sintiéndome todavía destrozada por dentro.

— Era para hacerte sonreír un poquito y parece que lo he logrado...—me contestó dándome un suave golpecito en el hombro— y por favor, no llores. Esa carita no merece estar triste.

— A veces es difícil no estarlo. Pero supongo que la vida no es tan fácil como la pintan. En fin...—mire su expresión facial— Además, no había sonreído tan siquiera.

— Vaya que no. Cuando sonríes se te forman dos pequeños hoyuelos.—me miró con una sonrisa juguetona. Ese hecho me dio tranquilidad.

Creo que hice un gesto extraño y él continuó hablando. No me gustaba que la gente fuese tan observadora como para saber cómo actúo o cómo pienso.

— Llevo yendo contigo al instituto años pero antes solía ser el chico invisible. Ya sabes, el típico nerd que sólo se molesta en sacar buenas notas para crear su mejor futuro posible. Me fijaba en ti y en tu forma de atender en clase. Y aprendí muchas cosas.
Desde que me apunté al equipo de atletismo del instituto todos saben quién soy. Las tías corren detrás mía y los chicos me hacen caso sin importar mis notas. Es como si fuera diferente, otra persona. Y la verdad es que me siento bien, creo que he encontrado mi lugar en la vida. Nadie me insulta, todos me conocen y soy feliz... aunque no todo lo que podría.

— Bueno, por lo menos el atletismo te sirve para huir de tus "fans" menos guapas.—dije riéndome y él se unió a mí con carcajadas muy sonoras.

— El problema es que la chica a la que quiero, se enteró hace poco de mí existencia. Además no creo que yo sea su tipo de chico, ¿sabes?—dijo en tono triste y mi curiosidad empezó a aumentar.

— ¿Ah sí? ¿Quién es?—pregunté curiosa.

La curiosidad mató al gato.—habló aquella voz que habitaba en mi cabeza.

 Fue entonces cuando vi a Dean ponerse rojo. Balbuceó por unos momentos, trago saliva y dijo tartamudeando:

— Eres tú.—acto seguido me cogió del cuello y se acerco lentamente hasta mis labios donde me plantó un beso. Ni siquiera me inmuté, me dejé hasta que su lengua comenzó a recorrer mi boca. No era consciente de lo que estaba pasando.

— Espera.—dije alejándole con una mano en su pecho— Esto no está bien. Ahora tengo la cabeza hecha un lío. Lo siento, de veras. Lo siento mucho.—Me levanté y me fui corriendo. Dejé allí a Dean Aston después de haberme dado un beso. Quizás fui mala persona con él por dejarle abandonado después de todo pero creo que fue lo correcto. No quería hacer daño a nadie y menos a él, que parecía ser un chico muy dulce. No se lo merecía.

Secrets #Wattys2016 #WEAwards2º #PremiosMusaRomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora