Veintitrés.

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Todo estaba oscuro. Los ruidos que hacían los golpes contra mi espalda eran lo único que se escuchaba junto con algún que otro grito que yo producía. La silla en la que me encontraba era de hierro y estaba fría incluso después de estar cinco minutos sentada en ella. Mis manos y piernas se encontraban tal y como estaba Amanda en su casa, atadas.

A medida que recibía golpes, el dolor era más insoportable. Latigazos con algo que debía ser un cinturón de cuero duro era lo que estaba viviendo en ese momento.

No podía más, empecé a gritar. La garganta se me desgarraba a cada chillido que provocaba. Esto era el infierno. No sabía como había llegado allí, no sabía que querían pero yo no podría aguantar mucho tiempo así.

Cuando mi voz casi era inaudible escuché algo que me hizo volver a la vida real. Todo había sido una maldita pesadilla.

- Alex, estoy aquí. Tranquila.

Abrí mis ojos y me encontré con Damon que aún se encontraba en la cama a mi lado. Sus ojos azules me miraban con una pizca de temor. Era de noche todavía y él tenía cara de estar recién despertado.

- Lo siento, de verdad. No pretendía despertarte.- dije dando un gran suspiro. A esto me refería yo con trauma. Pesadillas así todas las noches en mi cama sola no las podría aguantar toda mi vida.

- Ven aquí, princesa.- dijo arrimándome a su pecho. Yo acepté y me abrazó con fuerza mientras que yo no podía devolverle el abrazo por las malditas esposas para locos del hospital- Mi niña, tu eres mi Luna. Nada que venga de ti me molesta, amo despertarme para abrazarte cuando lo necesitas porque eres lo más importante para mí. Piensa que esa pesadilla no era real, estás conmigo y no dejaré que te pase nada. Confía en mí. Te quiero, enana.

Este chico me mata de amor día a día. Después de unos segundos se acercó al oído y me susurró muy bajito:

- Buenas noches mi vida.

Y me quedé dormida por arte de magia sin ningún temor. Como.si hubiese olvidado la pesadilla en apenas unos segundos.

. . . . . . . . .

Ya era por la mañana cuando escuché a Damon levantarse de la cama. Me dio un beso en la frente y se fue pero no tardó ni medio minuto en volver. Llevaba un café y un té en la mano en unos vasos rojos de plástico. En su cara se notaba que estaban ardiendo y, probablemente, se estaba quemando las manos. Esa mueca se me hizo graciosa y se me dibujó una sonrisa traviesa en el rostro.

Entró y cerró la puerta haciendo un sexy movimiento de cadera. Después dejó los vasos sobre una mesa que había debajo de la televisión de plasma pequeña que colgaba de la pared y cuando fue a sentarse se dio un golpe con la cama donde yo me encontraba lo que hizo que se moviera debido a las ruedas.

Abrí los ojos rápidamente ya que me encontraba haciéndome la dormida en esos instantes y vi la cara de dolor y vergüenza de Damon. Yo comencé a reír a carcajadas y él se ruborizó.

- Si me querías matar del susto podrías disfrazarte o algo pero no me tires de la cama, que no estoy para muchos golpes.- dije parando de reír ya que la tripa me dolía.

- No te rías nena que me he hecho daño.- me dijo haciéndome un puchero con su rostro.

- A ver, cariño, ¿donde necesitas el besito para que se te pase el dolor?- contesté con tono muy cursi.

- Aquí.- se señaló a los labios y me acerqué a él como pude dándonos un beso muy sonoro.

- ¿Mejor?- pregunté con una sonrisa juguetona. Damon negó con la cabeza y empezamos nuestra ronda habitual de besos.

Secrets #Wattys2016 #WEAwards2º #PremiosMusaRomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora