Diez.

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Abrí el sobre rojo y saqué la pequeña nota blanca que había en su interior. En ella descubrí una letra cursiva preciosa escrita a mano. Ésta era alargada y redonda. "¿Sería la letra de Damon?" me pregunté. La carta no tenía ni una sola falta de ortografía y la presentación de ésta era increíble, perfecta. En ella él me decía.

"Querida morena:

Espero que llegases bien a casa esta mañana y que ahora no te duelan mucho los pies de andar descalza por la calle. Te envío los zapatos en este paquete porque parecen ser bastante caros. Aunque estuvieses borracha, me encantó pasar la noche contigo.

Me debes una.

Fdo: Damon Sydal"

 —¡Wow! El empresario del que hace cinco minutos me has hablado te ha enviado los zapatos. ¡Que bonito!—dijo Amanda interrumpiendo mis pensamientos con la típica cara de querer decir "OH DIOS MÍO, TIENES QUE SALIR CON ÉL."

— ¡Pero si sólo son unos zapatos!  —respondí riéndome junto a ella aunque con las mejillas un poco enrojecidas. En realidad me hacía ilusión que me hubiese enviado los zapatos.

—¡Unos zapatos de 500£! A él le gustas mucho.—dijo gritando por toda mi mansión con una sonrisa de oreja a oreja.

— Deja de decir gilipolleces. No. No me cae bien. Tiene pinta de ser un prepotente, un creído y un mujeriego y no quiero ser su diversión por una noche.—dije poniendo un tono serio que hizo que Amanda borrara su sonrisa. Mentí un poco aunque una parte de mi sabía que tenía razón respecto a este tema—No me mires así. ¡Ayer en la fiesta estaba rodeado de chicas!

— Pero porque es atractivo, idiota. No significa que sea un Don Juan. Además no creo que un "mujeriego"—hizo las comillas con las manos rodando los ojos a su vez— se tome tantas molestias para seducir a una chica preciosa si luego la va a dejar en un lujoso hotel. Piénsatelo, quizás no sea tan malo probar.

Amanda tenía razón, como siempre, pero aún así no quería acercarme a él. Era guapo, simpático y me hacía sentir bien porque había sido muy amable conmigo pero últimamente no me fiaba ni de mi sombra. Tampoco he terminado bien con otros chicos y además prefiero estar sola. No me gusta depender de alguien. No soy una mujer que sepa estar en una relación.

Empezamos a subir las escaleras con el paquete en mis manos y los tacones en los pies de Amanda. Esta chica me mata y por eso precisamente la quiero tanto.

Cuando abrí la puerta de mi habitación dejé el paquete a un lado y miré hacia la cama.

— Amanda, ¿has sacado tú estas fotos?—pregunté un poco enfadada. Qué cotilla podía ser a veces.

Estaban todas mis fotografías de hace años esparcidas por mi cama y encontré el álbum vacío en el suelo donde antes estaban metidas.

— ¿Yo? ¡Pero si estaba abajo contigo!— protestó y, a su vez, cruzó los brazos como enfadada.

La miré aterrada y comprendió el significado de mi rostro. Había alguien en mi casa y precisamente no mis padres ni Damon. ¿Mike?

Ella rápidamente cogió el teléfono y marcó el 999 sin llegar a llamar. Yo cogí de mi armario dos sticks de hockey que usaba para el instituto y le lancé uno a Amanda que lo cogió al vuelo. Las dos teníamos bastante miedo y a la vez muchísima adrenalina en nuestros organismos.

Salí la primera de mi habitación con el palo en la mano dispuesta a darle golpes al primero que se cruzara en mi camino. Detrás de mi salió Amanda con el teléfono y el arma improvisada, que yo también llevaba.

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