Veintiuno.

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— Y yo a ti, Damon.

Notaba como su respiración era irregular y su corazón latía muy rápido y fuerte. Casi lo notaba dentro de mi pecho. Yo estaba igual. Nunca me había sentido tan completa como en esos instantes.

Después de diez minutos, me vestí con los pantalones cortos rojos y la camiseta negra de Vans que me había traído Damon al baño.

— Por cierto, hoy dormimos en mi casa, tengo que hacer unas cosas allí.— dijo sonriendo.

— ¿Qué? ¿Solos?—él asintió. Bueno, no estaría mal. Una noche sola con Damon después de lo del baño estaría genial.

Yo me encontraba en el salón sentada en el sofá viendo la televisión mientras que Damon hablaba por teléfono con una mujer con voz muy aguda. Él susurraba pero yo le escuchaba ya que estaba justo detrás de donde me encontraba. Tenía el sonido de la llamada demasiado alto pero aún así no conseguía entender todas las palabras que ella pronunciaba.

— Sí, lo sé Lucy pero hoy no puedo hacer eso. Se trata de Alexandra Meyer Smith.

Se escuchó a la señora decir algo. Parecía que ella me conocía pero apuesto a que esa llamada venía de Estados Unidos. ¿De qué me conocían allí? Me giré y miré a Damon, él me vio y me sonrió. Esa sonrisa no era la habitual. Contenía algo de preocupación. Poco después subió las escaleras y no pude escuchar más. Me quedé pensando un rato y después desistí. Cuando terminase de hablar me lo contaría, estaba casi segura. Aún así algo me desconcertaba.

Viendo una película me quedé dormida y sobre las ocho de la tarde noté como alguien recorría mi espalda con sus dedos. Sus caricias eran tan suaves y dulces que me hice un poco más la dormida para disfrutar ese momento. Luego abrí los ojos lentamente y vi aquellos ojos. Me sonrió y no me dio tiempo a reaccionar cuando le tenía sobre mis labios. A mediados del beso, noté su lengua apoderarse de mi boca, le miré y me separé de él. Quería saber qué estaba pasando. Apuesto a que ese beso era para evitarse preguntas incómodas. Yo necesitaba saber qué estaba pasando. Damon se quedó quieto y extrañado a apenas tres centímetros de mi. Sus brazos estaban apoyados en el sofá a la altura de mis caderas. Sus ojos pedían una explicación.

— ¿Quién era esa señora?

— Una amiga de mi padre. Es la que me ayuda con el dinero de la galería.— no sé porqué pero no me lo terminaba de creer. Algo en sus ojos me decía que eso no era verdad. Él se levantó y se sentó a mi lado en el sofá.

— ¿Y de qué me conoce?—creo que esa pregunta le pilló por sorpresa porque al decirlo se sentó en el sofá— Estabas muy tenso y uno de tus puños se encontraba cerrado así que he deducido que lo que te decía esa "amiga de tu padre" no te estaba gustando ni un pelo. ¿No es cierto?

Era increíble lo que se podía saber sólo con los movimientos de una persona. Siempre me había gustado el lenguaje corporal y desde hace muchos años he leído millones de libros sobre ello. Me miró con una pizca de curiosidad en su rostro.

— ¿Cómo sabes tu eso?

— ¿Acaso he acertado?

— No, te he dicho que era la jefa. Me decía que me pasara a ver locales para la galería y yo le he dicho que te tenía que cuidar. La verdad es que te lo agradezco porque viendo el día que hace, no me apetece ir y mojarme.—Desistí. A veces creo que soy muy desconfiada. Acepté su testimonio y me levanté. Mis piernas aún se sentían pesadas y Damon me cogió de la cintura para que no cayese al suelo. Me percaté de que vestía con una camisa de cuadros estilo leñador, pero uno de sus botones estaba abierto dejando ver tinta de tatuaje en la zona de la V. Sí, apuesto a que tenía un tatuaje en esa curva. Así que sin dudarlo, introduje mi mano en su camisa tirando de todos los botones. Uno salió despedido de su camisa para terminar en el suelo de la estancia y entonces, vi aquél tatuaje. Se trataba de fuego. Era una llama de fuego en la que dentro podía "freedom" con letras bonitas, seguramente lo diseñó él.

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