Veinticuatro.

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Cuando abandonamos la habitación de Mandy, la culpabilidad invadió mi mente. No es algo agradable recordar que tu mejor amiga casi muere por tu culpa, por querer salvarte.

Mi cuerpo se sentía entumecido. Abrí mi bolso y me tomé una pastilla que me había recetado el dcotor que trajo Damon a casa ese día para liberarme del peso de éste. Él me miraba atentamente mientras que esperábamos que el ascensor llegase a nuestra planta. Se le notaba tenso y preocupado. Tenía un brillo especial en los ojos. Tus músculos parecían también estar contraídos y su mandíbula apretada de nuevo.

Odiaba los ascensores. Esos espacios pequeños e incómodos donde no sabes qué tema de conversación sacar con la persona que tienes al lado. Lo peor de este ascensor en concreto era que teníamos que bajar 8 plantas ya que Amanda y yo nos encontrábamos en la sección de Testigos Protegidos de la policía londinense.

Cuando por fin sonó el timbre que avisa del ascensor, Damon me dejó pasar a mi primera y a continuación dio al botón indicando a qué planta queríamos bajar.

Se giró y se quedó mirándome unos cuantos segundos. Después me sonrió, una sonrisa que indicaba felicidad, y yo con una risita tonta me ruboricé. A veces pensaría que es bipolar, pasa de ser tan serio a estar tan dulce. Hombres... no les entiendo.

"Si no estuviéramos en un ascensor me tiraría encima de él" pensé. Algunos instantes después, ese pensamiento pasó a la historia y me acerqué a Damon. Él me cogió por la cintura y me atrajo a su cuerpo.

Parecía que me leía la mente. El ascensor era bastante grande ya que era un hospital y debían de entrar las camillas de los pacientes. Además estábamos solos.

Empezamos un beso dulce, suave y tierno pero la temperatura y nuestras ansias lo transformaron en uno rápido, ansioso y rebelde.

Nuestras lenguas jugaban como dos niños pequeños intentando pillarse. Elevé la mirada hacia los ojos de mi precioso chico y automáticamente, en un acto involuntario, le mordí su labio inferior.

— ¡Auch!— se quejó alejándose unos milímetros de mi boca.

— Calla y sigue.— le dije muy autoritaria y él obedeció. El beso cogió un sabor a sangre ya que le había hecho un pequeño corte con el mordisco. Aún así no me importó.

No aguantaba más, la temperatura estaba por las nubes y yo me estaba asfixiando en este pequeño cubículo. Le miré y le sonreí. En sus ojos se veía el deseo de seguir y se podía escuchar su respiración irregular en el silencioso espacio donde nos encontrábamos.

Sus manos se deslizaron hacia abajo hasta llegar a mi trasero.

— El doctor nos ha interrumpido antes en la habitación en un momento crucial.— dijo con una sonrisa todavía más amplia y juguetona. De repente sentí un golpe en una de mis nalgas.

— Damon, espera un momento. El ascensor no se está moviendo. Seguimos en la misma planta donde nos hemos subido.

El calor de mi cuerpo desapareció y vi como Damon quitaba sus manos de mi culo y empezaba a dar golpes y a gritar pero cinco minutos después se rindió. Tardarían en encontrarnos bastante rato. Lo que yo creía. Mi vida era una comedia americana. Ahora me encontraba encerrada con un jodido empresario macizorro.

— ¿Y ahora qué hacemos? Nuestros móviles no tienen cobertura, el botón del maldito ascensor no funciona y no tenemos nada que hacer. ¿Seguimos por donde nos hemos quedado?— preguntó algo ilusionado.

Podíamos seguir besándonos y toqueteándonos pero aún no sabía nada de su vida y yo dudaba que en estos momentos pudiese concentrarme estando aquí. Teníamos que conocernos un poco más, quería saber todos los detalles de su vida en Estados Unidos, su cumpleaños, todo.

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