Dieciséis.

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La primera en llegar fue Amanda. Iba con un vestido corto blanco de encaje. Lo combinaba con unos tacones de más o menos quince centímetros de alto. Sus tacones tenían un tono café muy bonito que quedaba genial.
Se había maquillado una raya perfecta arriba y llevaba unos pintalabios rojos que hacían de sus labios, una delicia.

— ¡Hey!—dijo completamente feliz— Estás increíble.

— Tu lo estás más.

Cuando terminamos de hablar un poco, revisamos que todo estuviese perfecto. Globos por aquí, confeti por allá. La tarta en el frigorífico, las pizzas en el horno. Todo correcto.
Justo al sentarnos en el sofá, la puerta sonó. Suspiré al levantarme ya que ya me dolían los pies y la noche no había empezado todavía. Me dirigí hacia la puerta para abrirla.

Fueron llegando los invitados poco a poco. Todos me recibían con besos, abrazos y cantando el cumpleaños feliz en la puerta de mi casa. ¡Nos iba a escuchar todo el vecindario al final! Las chicas iban muy bien arregladas, vestidos sencillos nada aparatosos pero muy elegantes. Los hombres con americanas y pantalones perfectamente planchados aunque había algún que otro jean. Se respiraba un ambiente agradable con tan buena compañía.

Cuando ya éramos unos treinta en mi casa llegó Dean. Yo empezaba a estar un poco mareada por el alcohol. Nos habíamos dedicado a hacer un concurso de chupitos y yo ya llevaba cuatro de una mezcla que estaba fortísima. Dean entró y empezó a beber, poco después vi a Amanda abriendo la puerta a Damon acompañado por aquella chica. La misma que estaba sentada en el asiento del copiloto de su coche ayer. De repente me empecé a enfadar. No entendía el porqué. Quizás fuese el alcohol que nadaba por mis venas. No estaba cómoda con esa chica a su lado, estaban los dos tan cerca... El ambiente cálido y perfecto del principio empezó a volverse frío e incómodo. Bufé debido al enfado y dirigí la mirada a otro lado.

— Tranquila Alex, no pasa nada. Ignora a ese idiota.—dijo Amanda detrás de mi. La asentí y dirigí la mirada hacia unas chicas que se dejaban la suela en medio de mi salón. Eran tres, una de ellas bailaba genial. Creo que era un año más mayor que yo pero tampoco estaba segura de ello. Las otras dos ocupaban la pista moviéndose casi sin estilo, yo creo que, debido a esos tacones tan altos que debían de estar fastidiando sus pies. Enfoqué mi mirada a mis pies y me di cuenta de que mis tacones también estaban empezando a molestarme. En poco tiempo estaría andando descalza por mi casa. Yo no iba a aguantar toda la noche con esos tacones. Era imposible estar cómoda con ellos.

Media hora después fui a la cocina a por unas servilletas ya que me habían derramado una cerveza por encima y fue ahí cuando me encontré a Dean sentado en uno de los taburetes junto a la encimera granítica de mi cocina. Él me miró y se echó a reír. Seguramente estaba muy borracho porque tenía la cara como un maldito tomate. Mañana seguramente no se acordaría de absolutamente nada.
Verle tan sexy y despeinado me impulsó a acercarme a él lentamente. Me sentía algo excitada por él. Lucía bastante bien, su camisa estaba ahora desabrochada y podía distinguir cada cuadrado musculado de su abdomen. Mi cabeza daba vueltas. Estaba demasiado contenta en esos instantes. Quizás debía dejar de beber. Una vez que estuve lo suficientemente cerca como para sentir el calor que desprendían sus tan apetitosos labios, le besé. 

Él no tuvo problemas y me siguió la corriente. Me senté en una de sus piernas suavemente y empecé a acariciar su cuello con los dedos de mi mano. El chico besaba bastante bien pero yo no lograba sentir nada. El beso estaba... vacío. No sentía emoción y la excitación que había notado antes se había esfumado por completo. Paré de besarle y le miré fijamente. Se le notaba ido, quizás fumado o colocado de algo.

— Dean, ¿me has escrito tú un mensaje hoy?—él negó con a cabeza y la intriga me recorrió el cuerpo— Me tengo que ir.—él no me contestó, estaba tan borracho que se durmió encima de la mesa de mi cocina.

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