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Mi primer día de trabajo, y, a pesar de ello, una terrible pereza se apoderó de mi cuerpo y alma. Estaba lloviendo, hacía frío y no quería abandonar el reconfortante calor que me proporcionaban mis mantas. Mi despertador acababa de sonar gritando que me levantara y me vistiera. Ese despertador era mi hermana. Ella me conocía demasiado bien y por ello mencionó que mi café mañanero estaba preparado. Sí, la simple mención del café tenía la fuerza necesaria para hacer que estuviera ya de pie y vestida. Sin embargo, la tentación de volver a sumergirme en el calor de mis mantas estaba ahí todavía...

Cuando llegué a la cocina vi a mi hermana y a un individuo más, que en mi cabeza había sido tachado como el novio de Young Mi. Ambos se reían y se veían felices juntos.

—Buenos días.—Saludé tapando un bostezo.

—Buenos días.—Me devolvieron el saludo. 

Había una barra que separaba la cocina del salón y yo me senté en unos de los taburetes de dicha barra. Me desparramé sobre la mesa y le pedí a Kwan, el novio de Young Mi, que me sirviera el café.

—Claro—respondió con una sonrisa.

—Sun Hee, puedes hacerlo tu — intervino mi hermana frunciendo el entrecejo.

—¡Oh! ¿Y me puedes pasar la bolsa de croissant?—añadí en un perfecto francés e ignorando a Young Mi.

 Mi hermana frunció los labios también. 

—Vamos, vamos—dijo Kwan para calmar a su amada—. Es su primer día, no pasará nada por darle hoy este capricho.

Me enderecé al ver que él me traía mis bollos y el café. Sonreí y empecé a comer mi desayuno. Young Mi lo dejó pasar y volvió a lo que estaba haciendo; preparar mi almuerzo. El único problema era que yo pensaba (en ese momento), que era para su novio y no para mí. 

Al terminar de saborear y comer mi desayuno me levanté, llevé la taza hasta el lavaplatos y dejé los cruasanes, que no pude comer, en su respectivo lugar. Subí nuevamente a mi habitación para recoger mi bolso y abrigo, pero antes de bajarme me miré brevemente en el espejo de detrás de la puerta, para asegurarme de que estaba bien. Llevaba un jersey de lana de cuello alto y de color negro y unos pantalones vaqueros negros también. El chaquetón y el bolso eran del mismo color. ¿Qué tenía que decir? Era y es mi color favorito.

Justo cuando me iba a ir, me despedí de Young Mi y Kwan, acepté el obento de mi hermana, me puse unas botas planas negras a la salida y salí con un paraguas a mano. Aún seguía lloviendo y parecía que iba empeorando a medida que pasaba el tiempo. Salí de los departamentos y fui al aparcamiento donde estaba mi coche, bueno, el de mí hermana. Yo suelo ir en moto, pero estaba lloviendo.

Llegué a las ocho y media de la mañana al edificio de BigHit. Entré sacando mi agenda del bolso y revisé a dónde debía ir. Debo confesar que estaba nerviosa, mis manos temblaban cuando volví a guardar mi agenda, devolvía con retraso saludos y reverencias y me paraba constantemente a preguntar. Hasta que finalmente llegué a los camerinos, donde debía estar ya maquillando a uno de los miembros de BTS. En definitiva, llegué tarde. 

Toqué la puerta y entré. Por suerte, ya conocía a todos los allí presentes y con los que iba a trabajar, pero eso no me puso las cosas más fáciles. Dejé mi abrigo y bolso sobre un sofá que había detrás de los tocadores, en el que se encontraban sentados algunos de los integrantes del grupo idol que esperaban su turno para ser maquillados. Los saludé y ellos hicieron lo mismo. Kim Hye se acercó a mí en cuanto me vio, ella era una estilista también y era la encargada de guiarme en mis primeros días. La saludé y me disculpé por el retraso. Me sentí más tranquila y cómoda en cuanto me dijo que no pasaba nada, ya que a ella, y a casi todos, les había llegado a pasar lo mismo el primer día en la compañía. Kim Hye comentó que era como una tradición ya ver a todo el mundo llegar tarde.

Cicatrices - BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora