Capítulo 1 - Inés

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          Le habían quedado sin embargo las ganas de formar parte de aquel montaje, de que la despidieran por haber tenido una aventura infructuosa, de acumular experiencias escabrosas con las que irse forjado otro pasado. Ni siquiera le gustaba su trabajo. Le apetecía salir a la calle con el ego herido, el abrigo resbalándosele de los hombros, el bolso a medio cerrar, meterse en el primer bar de mala muerte que encontrara y emborracharse en honor a la injusticia. Así que ensayó un plan de seducción que había visto funcionar incontables veces a su alrededor.  Acortó sus faldas, alargó sus escotes y empezó a maquillarse con cuidado: labios rojos, sombra de ojos y máscara que le dejara las pestañas rígidas. No funcionó. A Inés Duarte su jefe la trataba con cierta cortesía porque era hija de su madre; y con cierto desprecio porque era alta, guapa, esbelta, eficiente y no le sentaban bien ni la inmodestia ni las sonrisas cargadas de segundas intenciones.  Le hacían sentir incómodo y reaccionaba, cuando le parecía que no podía seguir ignorándola sin caer en la grosería, como un abuelo de mucha más edad.

            Fue entonces cuando Inés Duarte comenzó a sentirse verdaderamente insignificante, a echar de menos a las personas que la criticaban en Silencio, a los curiosos que la rodeaban y a los pocos que sentía haber dejado atrás. Le molestaba no recibir un cumplido más que cuando se tomaba las molestias de merecerlo y procuraba salir a la calle más a menudo para comprobar que alguien la mirase. No sucedía. Tenía que conformarse con los comentarios del amigo de su madre, que asentía  y anunciaba cuanto le gustaba que todos los empleados contribuyeran a expandir la imagen elegante pero dinámica que caracterizaba a la empresa.

            Para cuando cumplió los catorce años ya estaba harta del mutismo general. Quería tener amigas, quería salir con chicos u quería que su madre la dejase asistir a sus fiestas. Decidió que aquellos serían sus tres regalos.

            Se sorprendió cuando Clara le dio su permiso sin ningún esfuerzo; y se cuidó mucho de demostrar todo su entusiasmo o de poner más empeño que de costumbre en la preparación de los canapés. No quería que su madre la exhibiera como una curiosidad o como una muñeca modosa y esmerada. Cuando los hubo terminado subió a su cuarto y comprobó qué cantidad había conseguido ahorrar. Pidió permiso para ir de compras y su madre se lo dio encantada.

            Inés Duarte, tenía catorce años y jamás había ido de compras. Sus compañeras de clase sí. A veces quedaban y cogían un autobús que las llevara a Libertad. Volvían con bolsas escasas y pequeñas que contenían pañuelos, alguna pulsera barata, o diademas para el pelo que mostrarían en la escuela al día siguiente.

            Cuando llegó a Libertad no supo muy bien qué hacer. Las mujeres pasaban deprisa a su lado, cargadas con las bolsas de los supermercados; los hombres la miraban de reojo y las chicas de su edad no le prestaban ninguna atención. Se decidió por la calle de la derecha, en la que veía menos anuncios verdes o rojos que le parecían bares. Acertó. Con treinta pasos se plantó en la puerta de un centro comercial que le pareció inmenso. Le daba un poco de vergüenza entrar, tenía la impresión de estar haciendo algo que no debía, y el guarda de seguridad de la puerta no hacía más que confirmársela, con aquella mirada de curiosidad y aquella actitud de fastidio. Inés pasó a su lado sin mirarle, con los hombros muy erguidos, como si lo hiciera todos los días. Ya al otro lado de la puerta respiró hondo y ralentizó el paso. Los escaparates la confundían. Pensaba sinceramente que en el mundo no podía haber ropa más variada que la que guardaba el armario de su madre, pero todas aquellas tiendas le probaron lo contrario. Se sintió mal vestida, pobre y casi sucia dentro de sus vaqueros, sus zapatillas de deporte (gracias a Dios estaban limpias) y su jersey de entretiempo color mostaza. Como si para comprar ropa hubiera tenido que vestirse de fiesta.

            Caminó mucho tiempo por entre los vestidos estampados y las blusas de tejidos brillantes hasta que se decidió a preguntar a una dependienta alta y delgada, con la cara muy maquillada y las uñas largas que la sonrió con condescendencia.

- ¿Estás buscando algo para tu madre? Tenemos unas faldas preciosas en tonos pastel. Son una monada. Avance de temporada.

            Antes de contestar que buscaba un vestido de noche para ella misma, Inés pensó que jamás había visto que Clara mirase dos veces nada de color pastel; ni mucho menos que lo llevara puesto.

- Aquí no vamos a tener nada. Es todo como de muy mayor.

            La dependienta la despidió con cajas destempladas sin darle siquiera tiempo a explicar que eso era exactamente lo que andaba buscando. Tuvo que pasar por los mismo otras dos o tres veces hasta que dio con la tienda de una de las mujeres que visitaban a Clara de vez en cuando.

- ¡Vaya! No sabía que Clara hubiera dejado de comprar por catálogo. Llevo diciéndoselo durante años –Sonrió a Inés desde detrás del carmín rosa chicle-. Pero te ha mandado a ti a que te lo pruebes ¿no? Debéis de tener casi la misma talla... –La miró con ojos expertos-. Y casi el mismo tono de piel. A tu madre le encantaría volver a tener tu edad. Toma, pruébate este.

            Le alcanzó un vestido de color azul celeste con las mangas abollonadas y una goma ancha en la cintura.

- Me dijo que nada de azules. Ya tiene mucha ropa azul.

            No se dio cuanta de que estaba mintiendo, sólo de que aquella podía ser su única oportunidad de comprar lo que quería.

            Por la noche, cuando la madre estaba terminando de retocarse las pestañas postizas Inés entró en el cuarto de baño. Llevaba un vestido blanco sujeto detrás del cuello, el pelo suelto, un brazalete plateado por encima del codo y zapatos de tacón.

- Estás muy guapa. Pareces mayor.

- ¿Me haces una foto?

            Clara sonrió.

- No tengo ni idea de dónde está la cámara.

- La tengo preparada en mi cuarto. Por favor.

- Claro, vamos ¿No quieres maquillarte un poco?

- No.

Lugares equivocadosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin