Capítulo 2 - Amparo

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- Me lo pensaré ¿vale?. Sigo sin verlo claro.

            Raquel se levantó bruscamente y volcó el refresco de Amparo sobre los Papeles de Luisa que dio un salto y se puso a sacudirlos compulsivamente. El vaso estaba casi vacío y el líquido anaranjado sólo había salpicado las esquinas del portafolios. Raquel no le prestó atención.

- Tú sabrás lo que haces, pero es una oportunidad única. Cuando decidas algo llámame. Yo ya he empezado con los dibujos.

- Y yo tengo un par de personajes.

- Claro.

- Y dile a Armando que llame, tengo que hablar con él.

- Llámale tú. Hace tres o cuatro días que no le veo.

            Raquel volvió a sentarse, con cuidado de no apoyarse sobre la mesa mojada. Miraba a Amparo por entre las pestañas como alguna especie de felino.

- ¿Pasa algo?

- No. No pasa nada.

- A lo mejor el problema es eso.

- Déjalo, anda. No hay ningún problema.

            Raquel intentó su truco más socorrido.

- Vamos, somos amigas desde hace años.

- Cierto - . Quiso añadir que desde hacía demasiados, pero se mordió la lengua.

- Entonces cuéntame.

- En serio, no hay nada que contar.

- Te conozco -. Raquel la miró de nuevo y por un momento Amparo se sintió como si verdaderamente la conociera.

            Luisa, que había terminado de componer el desastre de su archivador, las miró y boqueó un par de veces sin decidirse a decir nada.

- Vale, me conoces.

            Raquel empezaba a perder la paciencia. Los movimientos de su cuello ya no eran de gato delicado sino de hiena sedienta. Tamborileaba con las uñas afiladas sobre la mesa y Luisa, que había aprendido a distinguir esos momentos, se despidió apresuradamente.

- Pero… - Amparo valoraba las consecuencias de decir la verdad.

- Pero nada. Sabes que me lo vas a decir.

            Tomó una decisión. La otra estaba tan nerviosa que no notó el brillo repentino de sus ojos ni la media sonrisa que sofocó antes de terminar de dibujarla.

            Clavó los ojos en el suelo y se mordió un labio. Afectó un ligero tartamudeo al empezar a hablar.

- Armando me ha pedido que nos casemos y me ha dado una semana para pensarlo, por eso hace tres días que no le veo.

            Levantó la vista y vio como a la otra se le dilataban las pupilas y se aferraba a la mesa como para evitar caerse.

- ¿Que te ha propuesto…? ¿Qué le vas a decir? Que sí, claro.

- No. Voy a decirle que no. Creo que él…

            Raquel perdió completamente los papeles. Incluso dejó caer el brazo y salpicó a Amparo con unas gotas del charquito de refresco que aún quedaba en la mesa.

- No puedes hacer eso, Amparo ¡Por Dios!

- ¿El qué? ¿Ser sincera? Pero si no le quiero.

- ¿Cómo que no? Lleváis juntos desde…

Lugares equivocadosWhere stories live. Discover now