SET

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Actualidad.

Durante los años de mi corta vida, nunca he destacado por mi gran habilidad tomando decisiones. Para ser totalmente sincero, se me da más bien mal decidir con respecto a todo lo que tenga que ver con manejar mi futuro y esas cosas.

Adoptar a este perro ha sido sólo una mala decisión más de la lista.

—¡¡Hostia puta, Dan!! —exclamo, recogiendo mis calzoncillos agujereados del suelo—. Teníamos un trato, amigo, ¿recuerdas?

El perro me mira desde donde está, con las orejas bajadas y el rabo entre las patas. Me hago consciente de que es un perro que ha vivido el maltrato y el abandono desde cachorro, así que no le digo nada más. De hecho, ahora me apetece regañarme a mí mismo.

Me acerco a él con cautela y me coloco de cuclillas justo delante, buscando su mirada para que podamos mantener una conversación seria de una vez por todas.

—A ver, campeón —le digo, con la voz lo más calmada que me sale para que deje de estar asustado—. Repite conmigo: la ropa que se come es la de mamá y Álvaro.

No sólo no repite conmigo, sino que empieza a lamerme la mano mientras mueve el rabo desesperadamente, y cuando me levanto salta sobre mí de tal manera que tengo que agarrarme a la puerta del ropero para no caerme de espaldas.

—¡Vale, vale, suficiente, Dan!

Obedece de inmediato y se va por donde ha venido.

Suspiro con un gesto de rendición y me tumbo sobre la cama, abatido, con los calzoncillos rotos todavía en una mano. No ha sido fácil meter aquí a este chucho; no porque casi no entre por la puerta, que también, sino por la evidente reacción de mi madre. A Álvaro no le ha importado tanto. Él parece entender lo que pretendo, además de que es capaz de cualquier cosa por ver a su hija así de entusiasmada. Pero mi madre... Bueno, con ella nos está costando un poco más, pero creo que conseguiremos que funcione.

Entones, como por arte de magia y última cosa que me esperaba en un día de mierda como hoy, se enciende una bombilla que ni sabía que tenía en mi cabeza y me levanto de un salto a buscar en la silla de mi dormitorio los pantalones que me puse hace dos días para ir a la protectora de animales. Vamos, en la silla, rebosante de otras cuantas prendas de ropa que aún no hay necesidad de lavar pero que tampoco puedo devolver al armario. Quiero decir, ¿qué ser humano mínimamente decente no tiene la silla en su habitación?

Saco del bolsillo del pantalón mi teléfono móvil, que lleva ahí desde que me lo quité, porque en estas fechas me gusta evadirme del mundo. Sólo salgo de casa para entrenar y sólo abro el portátil para estudiar todo lo que ya me sé para la prueba. Al fin y al cabo, apenas quedan unas semanas para examinarme, lo cual se me hace tremendamente extraño después de toda una vida esperando. Creo que, en cierto modo, aún no soy consciente de que mi futuro está a la vuelta de la esquina.

Salgo de mi habitación e intento no tropezarme con el enorme perro que descansa sobre el suelo, observando cómo mi sobrina juega delante de él. Tiene un dormitorio casi tan grande como el mío y otra habitación llena de juguetes expresamente para ella, pero prefiere sentarse en el suelo del pasillo y dejarlo todo de por medio, incluido este perro, que no se despega de su lado para nada.

Mientras me dirijo al porche, le escribo un mensaje a Mireya para decirle que voy a recogerla en diez minutos. Probablemente no esté preparada para salir y no le apetezca lo más mínimo, pero sé que va a hacerlo de igual forma, porque sabe cómo lo necesito y que yo haría lo mismo por ella sin pensarlo.

—¡Maldito chucho! —oigo gritar a mi hermano desde el interior de la casa. Acelero el paso—. ¡Raoul, te voy a matar!

Estaría sonriendo triunfante si mis labios me lo permitieran, pero no parecen estar de humor.

WAVESTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang