CATORZE

5.1K 345 500
                                    


Seis años antes.

Es el capitán del barco quien ha abierto la puerta, nada menos.

Che cosa sta succedendo qui? —pregunta a viva voz. Vamos, digo yo que será una pregunta.

Giro la cabeza tan bruscamente en su dirección que casi me da la vuelta la cabeza.

Ago es quien acude a salvarnos el culo.

Signore, stavamo solo...

La mirada del capitán del crucero se posa en mí en cuanto me oye cagarme en la puta en voz baja. Creo que es entonces cuando decide comenzar a hablar en mi idioma, aunque con el mismo marcadísimo acento que el primer día.

—¿Creéis que son horas para armar escándalo con gritos y risas? —interrumpe a Agoney.

Mentalmente, agradezco que crea que eso es lo que estábamos haciendo, bromear y reírnos. Es lo que cualquiera se imaginaría al ver a dos chicos juntos y a solas en un sitio romántico a la luz de la luna. Si fuéramos chico y chica, no me cabe duda de que el capitán pensaría que somos una pareja enamorada, pero al ser dos hombres, sólo cree que somos unos gamberros haciendo de las nuestras. Por una parte, me beneficia, porque voy a poder pasar tiempo con Agoney sin necesidad de escondernos. Por otra, el hecho de que esto ocurra es una de las razones por las que siento que tenemos algo que esconder.

Ni Ago ni yo decimos nada para no meter más la pata, ya que tampoco es que haya ninguna excusa o posible justificación que pudiera librarnos de esta, conque lo mejor es aceptar la derrota con deportividad.

—Mañana a la hora del desayuno informaremos a vuestros padres y os pondré a fregar los platos durante lo que os quede de viaje, ¿entendido? —Su cara está tan roja que parece un tomate. Un tomate con bigote. Aunque yo, mejor, me callo.

La nueva imagen me hace reír y preguntarme, al mismo tiempo, por qué tengo una imaginación tan representativa en los momentos menos indicados. Ago me da un golpe con el hombro para que me calle, pero le he contagiado y ahora él también se ríe por lo bajo.

El Capitán Tomate está a punto de reventar.

—¡¡Fuera ahora mismo de mi vista!! —exclama, dando un pisotón al suelo.

Agoney y yo huimos despavoridos hacia la puerta y bajamos las escaleras cogidos de la mano, conmigo en cabeza.

Una vez llegamos al salón, casi no tenemos aire en los pulmones. No sé por qué cada vez que quedo con este chico acabo igual.

Él prácticamente se tira al suelo de rodillas para relajarse y yo lo sigo como si hubiéramos naufragado y sólo él pudiera llevarme de vuelta a casa.

—Ese tío... —Se detiene a coger aire— es un... un...

—Cuchara sopera —susurro.

La expresión del canario ante mi inquietante comentario no tiene precio.

—Déjalo —le indico, también respirando costosamente.

Se deja caer hacia atrás y acaba tumbado en el suelo, en bañador.

«En bañador.»

WAVESWhere stories live. Discover now