TRENTA-DOS

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Agoney tiene ambas manos en mis mejillas. Me sostiene la cara como si en cualquier momento pudiera desprenderse de mi cuerpo y todo esto resultara haber sido sólo una fantasía.

Pero aquí estamos, mirándonos, tocándonos, más reales que nunca.

—Todavía no me lo puedo creer —dice, y ladea una sonrisa.

Me pasa una mano por el pelo en un gesto mucho más divertido y menos serio que los últimos cinco minutos en este sofá.

Entonces, me suelta, suspira de forma sonora y se deja caer hacia atrás, rendido y sin parar de sonreír.

Me levanto de donde estoy y me acerco a una de las cajas que hemos traído. Pone "Agoney" pintado con rotulador negro. Todas las demás cajas tienen escrito lo que llevan dentro (ropa, cosas de cocina, cosas de baño, etc.), pero en esta sólo pone su nombre.

—¿Qué buscas? —pregunta desde su sitio.

—¿Puedo buscar?

—Lo que quieras —dice.

Sonrío victorioso y me lanzo a romper la cinta adhesiva que cierra la caja perfectamente. Despliego de una en una las solapas y me encuentro con lo que tienen que ser un montón de recuerdos de Agoney, aunque uno en concreto es también mío.

Saco con cuidado un cuaderno similar al que le consiguió a mi hermano en aquel barco, el mismo cuaderno que vi el día que el músico me llevó a su camarote, aunque la cubierta posterior está prácticamente calcinada.

Recuerdo que a casa también llegó un paquete con nuestras pertenencias, al menos con las que aún se podían salvar, por eso no me extraña ver esto aquí.

Cuando miro de nuevo a Agoney, de reojo, él está tumbado boca arriba en el sofá, con los ojos cerrados. Por eso asumo que no le importará que eche un vistazo.

Me pregunto si utiliza este libro como mi hermano, para dibujar. La primera página está en blanco, pero la segunda ya es increíblemente reveladora: dice el nombre del crucero, la fecha y los días que dura.

La tercera página siento que me atraviesa el pecho.

es mi verso favorito de cada canción de amor

La cuarta:

¿cuántas miradas del otro nos habremos perdido por estar mirando al suelo?

La séptima:

creo haber encontrado la inspiración de todas las canciones que quiero componer

La décima:

DEEP LOVE

La decimosexta:

al principio tuve miedo, me asustaba no estar a la altura de lo que él esperaba, pero me besó con una mano en la mejilla y la otra enredándome el pelo y supe, en ese mismo instante, que quererle menos de lo que merecía ni siquiera era una opción

La vigésima:

creo que he conocido a la persona que, si algún día se convierte en un error, será el único del que nunca me arrepienta

La última:

WAVES


«Waves», repito en mi cabeza. Es la última página que no está tan ennegrecida como para seguir leyendo, y el color de la tinta cambia. La letra de Deep Love está al completo en las páginas anteriores, pero la de esta canción se queda a medias.

WAVESWhere stories live. Discover now