DISSET

4.7K 327 454
                                    


Actualidad.

Lo primero que hago en cuanto abro los ojos es preparar unos auriculares y la playlist más movida que encuentro en Spotify.

Es muy temprano porque tenemos que ir hasta Barcelona y llegar al estadio deportivo donde se realizan las pruebas físicas, pero supongo que es mejor, porque la cabeza no empieza a funcionarme hasta que llevo un largo rato despierto. La música es para enmudecerla una vez que empiece a rendir.

Es un día crucial y no puedo permitirme echarlo todo a perder por un bajón de ánimos.

Hoy es Mireya quien viene a recogerme a mí, aunque sólo para despedirse de mi hermano y que le desee suerte. Desde que me contaron lo suyo, no se cortan demasiado con las muestras de afecto. Con otra gente normalmente me molestaría, pero cuando lo hacen ellos se me encoge un poquito el pecho.

Mireya llama a la puerta y Álvaro va rápidamente a abrir. Desde la cocina, oigo que se saludan con un beso y me obligo a masticar más fuerte mi tostada. Que me alegre por ellos no quiere decir que necesite estar al corriente de todo lo que hacen.

—Buenos días, rubio —me saluda mi mejor amiga cuando entra a la cocina.

—Hola, Mireya. ¿Has desayunado?

—Sí, señor.

Igualmente, se sienta conmigo a la mesa y me roba un trago de zumo. Álvaro, que entra detrás, también se nos une.

—¿No estáis atacados de los nervios?

Mireya y yo intercambiamos una mirada.

—Sí —respondemos al unísono.

—No lo estéis. Os va a ir de maravilla.

Una de las pocas cosas que no han cambiado una pizca entre mi hermano y yo es nuestra forma de apoyarnos. Creo que, si en lugar de ser policía mi sueño fuese dedicarme a adiestrar abejas, Álvaro seguiría animándome a ello. Si a mí me hubiera tocado ser el hermano mayor, estoy seguro de que no sería tan bueno como él.

Termino mi desayuno y Álvaro nos acompaña hasta el coche junto con Dan, ya que van a aprovechar para pasear también. Nos desea una suerte que no cree que vayamos a necesitar y nos despide con la mano.

Mireya tarda más de lo esperado en preguntarme cómo lo llevo.

—Bueno, se me hace un poco raro. Hasta hace dos días, a ti te veía como una hermana más, y que ahora te estés liando con mi otro hermano, el de...

—Raoul, de verdad, qué bruto eres —me interrumpe—. No es eso a lo que me refería.

—Ah.

Me paro a sopesar la respuesta.

No me siento triste, no me siento pesado ni me cuesta respirar ni me duele el pecho.

Por otra parte, mucho menos estoy emocionado por las pruebas. Un poco nervioso, pero tampoco demasiado.

Es como si los dos estados de ánimo que se supone que debería tener hoy estuvieran forcejeando dentro de mí exactamente con la misma fuerza, y mientras uno se declara ganador, no siento nada.

Es el primer aniversario que no me levanto resacoso y con los ojos hinchados y todavía no sé si me ha valido la pena.  

No sentir nada es uno de mis sentimientos favoritos, por cierto. Esa mierda de "prefiero sentir dolor a no sentir nada" a mí no me representa. No sentir nada está infravalorado y la percepción que se tiene del dolor está romantizada y es un puto asco.

—Bien. Lo llevo bien —acabo respondiendo.

Mireya, que me conoce casi como nadie, sabe que es peor insistir, así que lo deja estar y cambia de tema para intentar animarme. Hablamos de la prueba de conocimientos, en la que yo llevo ventaja debido a que tengo una carrera universitaria que me sube algunos puntos. Ella, en cambio, en lo que va aventajada es en las pruebas físicas, puesto que ha estado entrenando todo el verano para el nivel masculino conmigo y le sobran fuerza y resistencia para machacar a todos los que nos presentamos hoy. Ninguno de los dos dice nada acerca de lo jodido que lo tengo para pasar bien la prueba psicotécnica.

WAVESΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα