Kingston

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1759

El cálido sol se posaba sobre la fina linea que separa al mar de los cielos, indicando que ya pronto arribará el anochecer y con ello muchas personas que transitan el puerto se preparan para volver a sus respectivos hogares.

Los córseles van de aquí para allá transportando a personas nobles y burguesas, las más poderosas del puerto de Kingston, el cuál era el principal apogeo marítimo luego de la decadencia de Port Royal al ser destruida por un terremoto en 1692. Los niños ya se están acostando y las damas se preparan para volver con sus maridos, mientras que, cuando el día se larga y la noche se adviene, los malandrines se preparan para tomar por sorpresa a quienes todavía deambulan por esos lares. Un chico de cabellos dorados, vestido con una cómoda y algo elegante chaqueta de tela azul caminaba con una larga y flaca maleta de color ocre, con destino llegar a su hogar como todos normalmente lo hacían, su jornada en la herrería había finalizado y mañana se pondría a inspeccionar varios mapas del Caribe.

Este chico se llama Christopher Lewis, próximo a cumplir los veinte, ya está pronto a ser un hombre y no sabe aún que decisiones podría tomar. Tiene una devoción inmensa hacia la arquitectura tal y como se mencionó antes, pues tiene un imponente amor hacia ello.

Finalmente, Christopher llegó a su hogar, el cuál está un poco oscuro, pero él procuró encender las luces mediante los mechones de fuego que prenden de ella. Su tío no está, al parecer, el trabajo hará que llegue horas más tarde pero eso no le importa, no por ahora. El perro, de nombre Orejas, duerme cerca de la chimenea mientras movió la cola de un lado a otro, parece que es consciente de la llegada de su amo pero el sueño le impide moverse. Christopher dejó a un lado unas cuantas cosas que él consideraba carga innecesarias y se dispuso a encender una vela, la cuál estaba cerca de un mapa que yacía en la mesa de madera.

El caribe estaba plasmado en ese mapa, con todas sus islas, Christopher observaba detenidamente mientras pasaba el dedo sobre él. Analizaba, estudiaba  y comprendía, siempre le había parecido interesante ir algún día a los mares, y descubrir que se cuece en aquellos sitios que, de alguna u otra manera, siempre le encantaron.

La puerta se abrió enseguida, era el señor Harry, quién dejaba a un lado su sombrero y su chaqueta, parecía cansado.

-¡Christopher! -Exclamó- ¿Te encuentras aquí?

-Sí tío -Respondió mientras alzó la mirada, en busca de su tío.

-¿Qué hora es? El maldito trabajo me absorbió durante varias horas y apenas puedo imaginarlo. No vaya a ser que el ron que beben los piratas haya nublado mis sentidos.

A Christopher ese comentario le pareció divertido de alguna u otra manera, pero se contuvo de esbozar una sonrisa, ya que estaba distraido con el mapa que tenía bajo sus manos.

-Son las nueve de la noche, creo que esta es la hora de dormir. ¿No crees?

-Sí, ya lo sé -Replicó Harry en un tono agotador- Yo ya me largo a la cama, pero antes, dale de comer a Orejas y apaga las luces, tanto trabajo hace que no soporte tanta luz.

-Lo haré, descansa tío -Respondió Christopher-

Harry subió las escaleras y se dirigió hasta su habitación, exhausto, parecía que desde que su hermano Anthony murió casi no podía enfrentar la precaria situación económica en que se hallaba inmerso. Por supuesto, él no era tan pobre, y trabajaba como herrero al servicio del gobernador de Kingston, y su familia era conocida por ser experta en ese rango ya que venían de Port Royal, ciudad que fue azotada por un terremoto tiempo atrás.

Aunque Christopher asintió a las ordenes de su tío, no le venía aún el sueño y en lugar de ello prefirió quedarse sentado en un sillón de terciopelo traído de las empresas francesas. Con el mapa en sus manos, siguió observándolo detenidamente, no podía dejar de imaginarse que había allí, en esos mares que servían como vista para él. Los piratas siempre fueron su fascinación, y siempre lamentó la masacre que la Corona Británica gestó con el fin de eliminarlos, pues varias leyendas de diversos personajes y barcos han sido sus preferidas ¿Serán verdad? ¿Algunas de estas personas históricas y legendarias, surcaron alguna vez los mares realmente?

-Ojalá pudiera tomar algún barco y encontrar a algunos piratas sobrevivientes...realmente no puedo creer que le hayan hecho tales masacres.

En los cajones de una mesa de noche cercana a él, se encontraba el medallón que él siempre resguardó, pero nunca jamás supo el porqué estaba allí y porqué venía con él. Ni Anthony ni Harry se atrevieron a contarle, pues prometieron mantener su existencia secreta, ya que los grandes monarcas de Europa se hicieron eco del heredero de Elain Lewis, la Reina Pirata, y lo han buscado durante mucho tiempo con el fin de extinguir el linaje de los Lewis-Olsen. Christopher tomó ese medallón de plata del cajón y lo analizó con sus manos, había en él una gran curiosidad por saber que era, y que tan vital es en su vida.

-¿Cómo llegaste hasta mi...? -Pensó en voz baja, mientras lo giraba con los pulgares.

Alzó la mirada y se dispuso a dejarla nuevamente en su respectivo lugar, el rubio agarró un viejo libro envuelto en polvo y sopló este, mientras que, para finalmente disiparlo, lo quitó con sus manos. En ese libro, escrito durante la Guerra contra la Piratería hace diecinueve años, se narraban las diversas batallas que se liberaron desde Agosto de 1739 y Enero de 1740, comenzando con el exterminio de la colonia pirata establecida en las Antillas, y varios asedios y tomas más. Gran Bretaña venía favorecida pues en aquél entonces el malévolo e inteligente Thomas Lodge dispuso de grandes flotas para destruir a la sociedad pirata por dentro y por fuera, infiltró a uno de los suyos como un pirata más, que tiempo después subió grandes rangos dentro de esa sociedad, llegando a ser confianza de los mismos miembros de la Asamblea y ahí empezó a maniobrar sin que nadie lo supiese la decadencia de estos, finalmente reveló su traición y pudo huir de la ejecución que la Reina Elain ordenó, pero ella no era consciente de que la Piratería ya estaba lo suficientemente desequilibrada como para lograrlo. El hombre, de nombre Patrick Worth, fue el encargado de que al fin los británicos se impusieran sobre los piratas y lograran ganarles en la batalla que cerraría la sangrienta contienda, pero tiempo después él mismo encontró su fin cuando Lodge mintió una supuesta recompensa y le agradeció por haberle ayudado a ganar la guerra, y dicho agradecimiento, se consolidó tirándole a una marea de pirañas en el Amazonas. En este sentido, Worth había sido engañado.

Finalmente Christopher cerró ese libro, y notó una ligera punzada en su corazón, sentía que algo familiar se encarnaba en esa historia ¿Qué era? ¿Porqué ese sentimiento?

-Grandes héroes que fueron derrotados...-Pensó.

A Christopher no le agradaba nada la Corona Británica, de hecho, siempre barajó la figura de Lord Thomas Lodge, representante del Rey Jorge II de Inglaterra, como un ser tiránico, malévolo, hipócrita y engañoso, por más que en las colonias se le admiraba bastante entre los nobles y burgueses.

Ya estaba cayendo la noche, era hora de que él se fuera a la cama, por lo que dio de comer a Orejas y apagó con sus dedos la vela que otorgaba luz al salón. Subió lentamente las escaleras, Harry ya dormía y procuró no hacer mucho ruido. Llegó hasta su habitación, la cuál recibía la luz de la esférica Luna que surcaba los cielos y se acostó, no sin antes quitarse toda la ropa que llevaba puesta.

Giró el rostro, observando los oscuros mares bañados por el negro cielo que encarnaba a la noche...¿Era ese su destino, acaso?

El Reino de los Piratas I - El Capitán de las Siete MaldicionesWhere stories live. Discover now