La Isla de los Encantos

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Las sirenas asentadas en la arena, con las colas sumergidas en el agua empezaron a observar neutras a los piratas y al barco que se les acercaban. Ellas eran hermosas, tenían rasgos bellos fuera de lo común, muchas de ellas tenían ojos color azul y una larga y lacia cabellera dorada llegándole hasta los hombros, pese a esas varias similutdes (Algunas tenían el cabello completamente oscuro, y los ojos verdosos) la que parecía ser la lider de estas, que estaba asentada justo sobre una roca en el agua, tenía la larga cabellera marrón ondeándole al viento, su piel un tanto tostada, sus labios carnosos que destilaban seducción y devoción, su nariz fina y sus dominantes ojos color miel que destilaban dureza, sutileza, y al mismo tiempo, un deje de maldad compaginada con resquicio de bondad. Ella alzó la mano, y todas las sirenas se lanzaron de inmediato al agua, yendo a parar a las leves profundidades para inmediatamente ascender y rodear al Lonely Pride para llegar hasta aquella isla, en donde estaban paradas varias mujeres de piel blanca y también morena en la orilla, como sí les estuvieran esperando.

Las sirenas se mostraron y observaron detenidamente a los tripulantes, los cuales les observaban cautivados por su belleza. No sin embargo, ellas aún no cantaban, al parecer no tenían la orden ni la intención de soltar las riendas de sus más atrevidas tácticas, que respecta a seducirlos bajo sus cantos para luego devorarlos, por su debida fiera naturaleza.

-Son sirenas...-Dijo Jason, colocado en el timón- Más os vale retiraros de allí ahora, no son de fiar.

-Pero...no están entonando cantos -Dijo Jacob, el cuál no retiraba sus ojos de la sirena de cabello oscuro a la cuál observaba deleitado-

-Nunca se sabe cuando maquinarán su magia -Repuso Marine, llevándose la mano al cinturón, donde estaba puesta su espada-

Ellas no os harán daño esta ocasión...simplemente os conducirán hasta vuestro sendero deseado.

Esa voz era diferente a la que habían escuchado con anterioridad, al parecer era proveniente de la lider de ese selecto grupo de sirenas, la más bella y por ende, la vocera. Ella prefirió hablar no verbalmente, ya que sentía que en aquella ocasión, se veía más cómoda sin mover sus párpados.

Christopher y Evangeline, acompañados de Alexandre, se acercaron a la baranda, por la cuál vieron a las sirenas nuevamente sumergirse.

-¿Qué...crees que harán? -Dijo Evangeline-

-No lo sé pero esa voz dijo que no nos harían daño esta ocasión -Dijo Christopher-

-Y aún pese a esa advertencia no nos debemos fiar mucho de ellas -Repuso Alexandre, retirando sus manos de la baranda- Sé lo que digo porque me he encontrado en una ocasión con un par de ellas.

Al nuevamente sumergirse las sirenas, todas se colocaron en grupo bajo el barco, colocando sus manos en la madera trasera, estas empezaron a cantar y una especie de ''bruma'' mágica representada por largos lazos verdes, rosados y azules atraparon al Lonely, para que con aquella influencia pudiesen acercarse aún más a aquella isla. Los piratas permanecían quietos, sin hablar, tan sólo observar como ellas los trasladaban sin necesidad alguna de usar el timón o los vientos mismos, en ese lugar, que parecía irreal, abundaba una belleza que no cualquier marino hubiese visto con facilidad, ellos observaron al resto de la población de las sirenas asentadas en las rocas, y las mujeres humanas que permanecían en la orilla, se disgregaron, para poder avanzar al interior de la peculiar y enigmática selva tropical, empequeñecida dado a varias influencias. El barco se detuvó, y esa misma magia hizo que el ancla del Lonely se echase a tierra, y la influencia provocó que los botes cayeran al agua, y a su vez, las tablas por las cuales irían a descender los tripulantes hasta estos fueron igualmente puestas, aquello los había dejado impresionados, a gran parte de estos.

El Reino de los Piratas I - El Capitán de las Siete MaldicionesWhere stories live. Discover now