Paso por la Isla de Tortuga

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Tortuga era una gran isla con montañas en su centro que parecían el caparazón de, en efecto, una tortuga. Las siluetas de estas se dibujaban en el horizonte conforme el sol así lo hacía, las nubes se disipaban rápidamente de los cielos y conforme más se acercaban, se apreciaba aún más varias edificaciones asentadas en aquella tierra y un extenso muelle acompañado por varios barcos. Christopher, al lado de Jason, observaba maravilloso como aquella isla se le presentaba ante sus ojos, nido y hogar de piratas desde hace muchas generaciones atrás...

-Bienvenido a Tortuga, Christopher. -Dijo Jason, centrado en su timón-

Grandes y diminutas embarcaciones se encontraban ancladas en el muelle, el cuál era extenso como se mencionó antes y se podía apreciar inclusive a varios piratas, borrachos, mendingos y mujeres caminar por este. Inclusive se pudo notar que hubo ciertos rasgos nobles con unas varias señoritas que caminaban con vestidos, paraguas y abanicos, pero para demostrar su rudeza, estos estaban desgarrados, la Isla de Tortuga era (y sigue siendo) el punto más grande de atracción pirata en los mares no sólo en el mar Caribe, sino también en los siete mares, ya que además era también la isla más grande de este selecto grupo de colonias exclusivos.

Jason ordenó a sus tripulantes bajar del barco cuando ya estaban anclados, algunos cayeron hacia la arena, otros prefirieron llegar hasta el muelle mismo. Jason y Christopher hicieron lo último, acercándose a ambos un extravagante hombre con varias cicatrices en sus brazos y, por sí fuere poco, maquillado.

-¡Ah, que tenemos aquí! ¡Capitán Sturgess! -Exclamó el hombre, maravilloso- ¡Bienvenido de vuelta! Nos encargaremos de que vuestro barco esté lo suficientemente asegurado aquí mientras vos y vuestra tripulación descansa.

El hombre desplegó un pergamino sucio de su mano y con mucha rapidez empezó a firmar, lo envolvió, y se lo dio a Jason, la fluidez que había empleado sorprendió bastante a Christopher.

-¡Pues aquí tenéis! -Dijo el hombre, en cuyo instante se había posado en su hombro un loro de pelaje rojo.- ¡Qué os vaya bien en Tortuga!

-¿Quién es él? -Preguntó Christopher una vez el hombre se alejó de ellos-

-Él es el administrador del muelle -Respondió Jason, cruzándose de hombros- Nadie sabe su nombre, salvo que era un payaso de un circo que iba por Europa, se perdió junto con sus varias mascotas y llegó hasta aquí. Muchos le llaman ''Señor Bigotes Azules''

El apodo causó una leve risa entre ambos, pero Christopher fue el que más ocultó su gracia por ello.

-Bien, pues.

Marine, Jacob, John, Christal y Tomas se acercaron hasta ellos, colocándose a su lado. Jason les preguntó:

-¿Hacia donde iréis?

-Nosotros hacia los bares -Dijo Jacob, señalando a John y a Tomas.- Y ya sabes cuanto dinero se ganará hoy Gibbs por la primera prostituta con la que se encuentre en su camino.

-Yo iré hacia una vieja casa entre las montañas -Dijo Christal- Allí vive alguien a quién conozco.

-Y bueno, yo iré por ahí...¡Pero en general! recorreré los muelles y me aseguraré del barco -Dijo Marine-

-Muy bien, pues, yo iré con Christopher a buscar a Jack Harrison -Dijo Jason e indicó con una palmada en el hombro al joven venir con él.-

Jason y Christopher se separaron del grupo para caminar hacia el hogar donde se encontraba radicado el enigmático personaje de Harrison, al menos eso era lo que suponía Christopher, pues había escuchado de él, de sus varias aventuras, de cómo guerreó en la Guerra contra la Piratería hace ya diecinueve años, sus varias hazañas, sus constantes burlas a las fuerzas británicas y francesas, sus varios cruces con leyendas marítimas y el indomable Diamante Susurrante, el barco más grande, veloz y colosal que ha surcado los siete mares. Se adentraron en los callejones más apretados, donde habían varias personas fumando, unas cuantas prostitutas a la entrada de sus respectivos burdeles y varios taberneros intentando ofrecerles sus servicios, ellos hicieron caso omiso de ello, pues su intención era encontrar el hogar de Harrison, salieron de aquellos callejones y luego hicieron lo propio en el corazón urbano de la ciudad, en donde se encontraba instalada una fuente con la estatua de la pirata Elain Olsen, una figura elaborada con mármol blanco que reflejaba su cabello ondeando al viento y enarbolando la espada, aquello atrajo momentáneamente la anteción de Christopher, quién se detuvo a leer la placa:

El Reino de los Piratas I - El Capitán de las Siete MaldicionesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin