El chico de los rizos dorados

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  • Dedicado a A ''Miralex''
                                    

El Lonely Pride navegaba nuevamente hacia su rumbo, ahora sólo tenían siete días para llegar hasta el Capitán de las Siete Maldiciones, y habían pasado tres desde el cruce con Cola de Serpiente y su imponente navío, la Maldición de los Siete Mares, mismo que había pertenecido a Ojo Maldito tiempo atrás.

Alexandre era un chico de veintiún años, apuesto, con sus siempre atractivos rizos dorados que bailaban en compás con la sepulcral brisa del mar abierto ante sus pies, tenía los ojos grises claros como una tarde lluviosa, sus labios eran delgados y podían llegar a estirar todas sus comisuras, ese rostro siempre mostraba una severidad y frialdad que lo hacía terriblemente hermoso, él tenía el cuerpo moldeado, los brazos ligeramente anchos y las caderas bien puestas, para cualquier mujer, sería considerado la personificación del dios griego Apolo, ante semejante belleza esculpida en el corazón de Dunkerque, en Francia. Él era el primogénito de Herbert Benoit, Lord de Dunkerque, y su esposa, Angelique Boleyer, su hermana menor era Evangeline, la chica cuyo parecido estaba más en sus respectivas narices, Alexandre la adoraba, era su pequeña, su niña, la joven por la cuál daría su vida y ha estado vagando por los mares en ir de busca algún día a por ella, y protegerla, sabía bien que algo le inquietaba y era dejarla a merced del apretado reglamentario noble de su ciudad y país natal, él siempre detestó con todo su corazón a Étienne Balaguer de Burdeos, hombre con el cuál su padre se llevaba bien, e inclusive, podía intuir que lo trataba mucho mejor más que a su propio hijo mayor, misma razón que empezó a marchitar la relación entre ambos, rencor que aún perdura.

Sin embargo, con su madre, todo fue bastante distinto, ella era una mujer cariñosa, amable, bondadosa, de noble y humilde corazón, el muchacho inclusive había heredado sus rizos dorados, salvo que ella tenía el cabello mucho más largo. Alexandre la amaba, la quería, de pequeño siempre recurría a ella cuando tenía miedo, y Angelique le calmaba cantándole una nana o contándole un cuento, pero cuando su madre recayó en aquella terrible enfermedad que terminó por consumirle para siempre la vida, el joven no tenía otra alternativa, las discusiones y el odio era lo que iba a haber a partir de entonces entre él y su padre, más de lo que ya había, y Herbert siempre le recordaba que sus peleas fueron la razón por la cuál su madre se enfermó mucho más, harta y lastimada de ver como su primogénito y su amado esposo se desplegaban odio verbalmente. Finalmente, a los dieciséis años, Alexandre había huido de su natal Dunkerque, dejando atrás a su familia y amigos, tomó un bote, por el cuál fue a parar al mar en donde duró apróximadamente tres días, hasta que el destino lo llevó hasta un barco español pirata de mercancias llamado ''La Princesa de Asturias'' con el cuál llegó hasta la isla de Tortuga, y ahí, se volvió una especie de errante que llevaba un sombrero negro puntiagudo, una bufanda con los tres colores de la bandera de Francia, una venda oscura que le cubría los labios, unas siempre botas marrones amarradas y bien apretadas, unos pantalones ocre que siempre venían levemente sucios producto de la arena y un chaleco azul con botones, propio de un vaquero del Viejo Oeste. Alexandre había adoptado esta nueva identidad con el fin de protegerse y evitar que su padre o la flota real de Francia lo buscasen para llevarlo de vuelta a Dunkerque, él se pasó por varios barcos, y adoptó lentamente muchas características propia de estos, era buen espadachín, pero el trayecto con varios grandes piratas hizo que mejorase mucho más de lo que era antes, inclusive navegó hasta las naciones asiáticas de Japón y Singapur, donde entabló estrecha relación con los respectivos Señores Piratas de ambos países, y los convenció para atacar a una flota francesa a nombre del Rey Luis que se proponía invadir un pequeño puerto pirata remanente de la masacre acontecida atrás, logrando así esquivarlos, sin duda alguna, Alexandre estaba completamente distinto, era mucho más rudo, frío, ligeramente perverso y con un deje de sanguinario, sin embargo, detrás de toda esa mascara de dureza, se escondía siempre el chico francés que un día soñaba con ondear las banderas de su nación en esperas de la Revolución, junto con sus amigos, pues estos despreciaban a la Monarquía gobernante y eran conscientes de las penurias y hambruna que debía afrontar el pueblo de la Clase Media.

El Reino de los Piratas I - El Capitán de las Siete MaldicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora