El Archipiélago Maldito

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Habían pasado ya cinco días después de que el Lonely Pride dejase atrás la Isla de los Encantos, regentada por la bruja blanca Minerva, una de los sabios que aconsejan a los marinos que transitan por las aguas. Ellos habían cruzado con cuidado algunas colonias instaladas al sur de África, y pasaron por Madagascar, donde anclaron y decidieron mezclarse e ir con la población pirata residente en aquella isla, el gobierno estaba administrado por Andrew Morgan, Señor Pirata del Sur Áfricano, quién dio su bendición y deseó suerte a los jóvenes del barco en su busqueda, en especial, a Christopher Lewis, por ser el heredero al Reinado Pirata.

Ahora estaban ya en el Indico, queriendo encontrar indicio alguno de aquél maldito archipiélago donde merodeaba el barco de las Siete Maldiciones, y con ello encontrar también a su capitán. Ellos no encontraban nada, se sentían frustrados, y en cuestión de dos días iría a ocurrir el Solsticio de Verano, en un momento determinado sintieron una necesidad por navegar hacia atrás y retornar a Tortuga para decirle a Jack Harrison su rendición y con ello, ocasionar que la diosa marina Elipsis destruya a toda la civilización pirata que aún permanece en los mares, Christopher, sin embargo, les animó a seguir en la aventura, para poder encontrarlo, porque era consciente de que lo irían a lograr, aunque él también tenía sus respectivas dudas.

Aferrado a una soga, Christopher observó con atención el horizonte nublado, no iba a caer lluvia, pero al menos el cielo había sido cubierto por aquellas esponjosas grises nubes que iban a dar paso a la noche horas después, él suspiró, y en su cuello colgaba el medallón del Rey Pirata, el cuál siempre lucía a donde quiera que iba, pero obviamente, con mucha prudencia, se encontraba inmerso en los pensamientos que respectaban al beso que se había dado con Evangeline en la isla antes de irse; ¿Realmente era ese su destino? ¿Estar enamorado? ¿Era ella la mujer que podía iluminar su vida? Todas esas respuestas se amontonaban en su mente, y lo puso en jaque con un dilema; sí luchar hasta el final, o también centrar su atención en una chica a la cuál amaba en secreto, pese a unos pocos días en que se conocían. Decidió bajar de la soga, y sentarse justo en la baranda, apoyado de esta para evitar caer al agua, él se sentía meláncolico en esos momentos, se preguntaban con constancia como estaría su tío, Harry, y su fiel perro, Orejas, allá en Kingston, tanto él como su padre adoptivo sabían de su origen y lo mantuvieron oculto para protegerle a él, en tierras de su propio enemigo, gobernadas por su tío; el malévolo y escrupuloso noble Patrick Olsen, y ahora le tenía mucho más rencor del allanado ya que por su culpa, quedó huérfano, por su culpa, su madre murió fusilada, y el cuerpo por dentro le ardía cuando se consumía en esos tortuosos pensamientos, quiso dejarlo pasar, pero no había otra opción.

De repente el viento al parecer culminó, pero después de un rato, volvió, para poder otorgar inspiración y fuerza a los marineros, él observó la cubierta, estaba vacía, y eso que aún no anochecía pero nadie al parecer estaba motivado para salir a trabajar, nisiquiera el capitán mismo se encontraba al frente del timón, muchos menos estaría por ahí Evangeline, él retornó la vista al horizonte.

Una majestuosa figura femenina se apareció de las sombras del barco, ella traía un largo vestido brillante blanco que le cubría los brazos, y tras este, estaba una capa de lana casi transparente plateada por la cuál ella dejaba caer su larga cabellera ocre clara, su rostro era fino, al igual que su nariz, y sus ojos eran miel puro como un triste atardecer, pero que pese a eso, no dejaban de realzar su hermosura, la mujer se acercó aún más a Christopher, quién estaba neutro pero ligeramente deprimido después de pensar en su pasado sí hubiese crecido con su madre y padre, antes de estos morir.

-¿Porqué tan triste, joven? -Susurró la mujer-

Christopher captó enseguida la voz aguda, que parecía un entonamiento mismo de los ángeles, esa mujer tenía un rostro sumamente bello pero cuya hermosura también podía ser mortífera, ella se mostraba radiante y amable, al mismo tiempo, comprensiva con él.

El Reino de los Piratas I - El Capitán de las Siete MaldicionesNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ