La Joven Francesa

237 11 0
  • Didedikasikan kepada ''Jonoit''
                                    

Días Atrás

Un disparo se oyó en los cielos, y ella abrió los ojos.

Una joven chica estaba remando con todas las fuerzas que sus brazos le podían ofrecer, conforme ella lo hacía, se esperaba hacerlo más rápido. El sol de la tarde estaba descendiendo y posándose sobre los mares y la joven se proponía estar lo suficientemente alejada de aquella ciudad costera para poder llegar hacia quién sabe qué destino, los disparos eran más fuertes, ella observaba como los guardias desde la lejanía caminaban a trote con las armas en los brazos, pues debían encontrarla.

¡Jamás me encontraréis! -Pensó ella para sus adentros, y lo dejaba en desvelo apretando sus ojos, aguados por las leves lagrimas que los empapaban, y la rabia que afloraba en ella, apretando los dientes. Seguía remando, remando, ella aplicaba todas las fuerzas posibles, y conforme habían pasado unos cuantiosos minutos, Dunkerque estaba fuera de su vista. Al fin, había huído, al fin, se había zafado de aquellas sogas que pretendían retenerla a llevarla a un futuro lleno de amargura para ella. Entonces, la chica dejó los remos sobre el bote, y su cabello marrón le tocaba el rostro en varias ocasiones, ondeando cuál bandera al filo del amanecer, estaba impresionada, pero su mirada parecía neutra puesto a que estaba instalada hacia sus piernas, no sabía que hacer, no sabía cuál era su paradero, pero ella preferiría más perderse en el gran océano ante sus ojos.

Después del silencio que reinó en aquél instante, la chica soltó riendas de sus lamentos y echó a llorar. No le importaba cuán ruidosos fueran estos, pues no tenía tierra a la vista y deseaba llorar, se quedó acostada sobre la madera del bote mientras seguía llorando de la manera más amarga jamás ¿Porqué tenía a ella que ocurrirle esto? ¿Porqué simplemente no podía percatarse de lo que querían? Pero la chica era sensata, y no iba a entregar su dignidad ante los intereses políticos de entre los suyos.

Ella se llamaba Evangeline Benoit, era la hija de Lord Herbert Benoit de Dunkerque, y su esposa difunta, Angelique. La chica había crecido en un ambiente estricto lleno de vestidos, corcés, lujurias, comodidades y muchos sirvientes, toda su vida estuvo adoctrinada en aquella practica de elegancia que siempre la envolvió, y gracias a ellos, era una ferviente católica. Evangeline estaba desposada con alguien a quién despreciaba en su infancia, alguien a quién siempre temió, que para ella era como una especie de demonio en tierra, una encarnación humana de Lucifer, un ser que aparenta dulzura y elegancia pero que, detrás de toda esa mascara, se esconde una auténtica bestia, y ella la había comprobado.

Evangeline seguía llorando, pues no tenía otro remedio alguno para hacer eso, llorar, llorar, y llorar. El sol estaba desapareciendo, los últimos rayos perecieron conforme este era arrastrado por el cielo y ocultándose en la fina línea que separaba a este del mar. Desapareció, al fin, y el anochecer se estaba adueñando del firmamento, las estrellas comenzaron a aparecer y todas brillaron en su máximo esplendor, el azulado mar ahora era negro, lo cuál hacía mucho más confuso el viaje de la náufraga. Se detuvo de llorar cuando el sueño empezaba a apoderarse de su cuerpo, ella simplemente quería descansar después de aquél fatídico día, mismo en el que podía descansar y librarse de toda la carga que reinaba sobre la joven chica, de dieciocho años. Una vez más, antes de conciliar el sueño, sollozó en silencio, rogando por el recuerdo de su madre, rogando que todo pudiera cambiar para ella, rogando que pudiera encontrar a su hermano...

.

Evangeline lentamente abrió los ojos, sentía que estaba en el interior de algún compartimiento, y notó que habían muchas cajas a su alrededor, una vez tomó consciencia de ello, frunció el ceño y se sentó en la cama. Observó que estaba acostada sobre un colchón y que estaba rodeada de muchas cargas, barriles, y demás, se levantó con cuidado, pues abajo de ella habían otras cajas más las cuales usó como escaleras, decidió quitarse el moño de su cabello y dejó la larga y selvática melena que le llegaba hasta el final de su espalda, suspiró, queriendo saber donde estaba. La chica no se quitaba aún el vestido, pues no tenía motivo alguno para hacerlo (Y menos cuando estaba en un lugar desconocido) y entonces abrió la puerta de aquella habitación donde estaba durmiendo, ¿Quién la había encontrado?

El Reino de los Piratas I - El Capitán de las Siete MaldicionesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang