Las Aguas de la Isla

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  • Dedicated to Jonoit
                                    

Había arribado el siguiente día, mismo que sería el último de los jóvenes piratas del Lonely Pride en aquella isla oculta del alcance de los que surcan los mares, regentada por una enigmática y sabia bruja llamada Minerva. Christopher caminó por la amplia jungla de aquella isla durante un buen rato, con las manos ocultas en sus respectivos bolsillos, tenía intención de bañarse, al igual que Evangeline lo hizo la anterior noche en el lago situado bajo la cascada en la pequeña ciudad de la Isla de los Encantos, puesto a que tenía tiempo que no lo hacía y quiso refrescarse.

Una vez dejó atrás la selva, se encontró con una laguna circular cerrada por varios diminutos montes y una igualmente pequeña casacada, él suspiró, y empezó a deshacerse de su ropaje; se desabotonó el chaleco naranja y luego se quitó la camisa blanca de mangas largas, se retiró las botas grises y finalmente el pantalón oscuro, quedando completamente desnudo, salvo que tenía puesto un pequeño pantalón corto de lana marrón, puso sus pies en el agua, sintiendo como estas le besaban y limpiaban los pies, él alzó la mirada hacia el sol y decidió aproximarse aún más a lo hondo de aquella laguna. Una vez su cuerpo quedó totalmente sumergido (Salvo su cabeza) decidió empezar a bañarse, él sacaba y metía su cabeza constantemente buscando refrescarse, se llevó las manos al rostro en más de una ocasión cuando el agua se le metió en los ojos y finalmente se puso boca arriba, quedando totalmente empapado. Agitaba bajo esta los brazos, observando algunos peces que nadaban alrededor de él, decidió seguir nadando, ya que aquella laguna estaba habitada exclusivamente por pocas y pequeñas especies marinas.

Nadó hasta abajo, para casi quedar en la arena bajo el agua, mismo que ponía fin a aquella casi profunda laguna cerrada circular, pareciera que más que bañarse, estaba nadando, y de hecho, lo disfrutaba, Christopher decidió regresar arriba, inhalando y exhalando de manera fuerte dado a que sus pulmones necesitaban aire en aquél entonces, cuando lo notó, se dio cuenta que un rayo de sol atravesó aquél lugar encerrado por la selva y le iluminó el pecho, de la misma manera en como la Luna lo hizo con Evangeline, él no sabía a que se debía, pero prefirió dejarlo pasar. Luego, decidió seguir con su baño, y pasado un gran rato, supo que era hora ya de salir del agua. Buscó un paño que había traído del palacio de la Bruja Minerva, y con él se secó de pies a cabeza, nuevamente se adjudicó a su ropa ya habitual de usar y salió de ahí, para adentrarse nuevamente en la selva.

Conforme él caminaba, parecía escuchar los ruidos de los animales que habitaban en los troncos y los árboles, parecía interactuar con ellos, e inclusive, una larga roja serpiente que siseaba constantemente le cruzó la pierna sin hacer daño o prejuicio alguno, recorriendo su camino, unos pajaros salían de sus escondrijos y volaban sobre su cabeza, aquella naturaleza era sin duda majestuosa, y se suponía que cualquier amante y explorador de esta amaría vivir ahí hasta el final de sus días. Continuó caminando, dispuesto a alcanzar la ciudad para con eso subir al Lonely Pride y reanudar su aventura por encontrar al Capitán de las Siete Maldiciones, pero conforme hacía eso, notó que Evangeline estaba en un lugar de la selva, iluminada por la radiante luz que la envolvía de pies a cabezas, Christopher se detuvo, para observarla, ella tenía una rosa colocada sobre su oreja derecha, un vestido blanco que a veces se tornaba a azulado claro o a un cruce entre gris y celeste, ella se abrazaba así misma, parecía relajada, pero al mismo tiempo, una melancolía se apoderaba de su rostro, el rubio decidió acercarse a ella, atrayendo de inmediato su atención.

-¿Christopher? -Preguntó ella- ¿Qué haces aquí?

-Pues...estaba caminando por la selva, me bañé en una laguna cercana y me dispuse a ir hacia la playa, y te encontré aquí. -Dijo Christopher, acercándose con prudencia aunque ya le conocía-

Evangeline estiró la comisura derecha de su labio y bajó la cabeza, parecía exhausta, inmersa en muchos recuerdos que Christopher no llegaba a captar, pero ella estaba completamente inundada en aquél naufragio de memorias, amargas y buenas.

El Reino de los Piratas I - El Capitán de las Siete MaldicionesWhere stories live. Discover now