Capítulo 4

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La chica no podía concentrarse. Miraba su libreta como si todo lo que había allí fueran garabatos. Se estaba agobiando, era hora de salir de la habitación. La muchacha de tez oscura se levantó rápidamente de su escritorio, miró hacia fuera, donde el sol seguía en lo alto, y salió de su habitación. Con la cabeza todavía en las matemáticas bajó trotando las escaleras, buscando un poco de aire fresco. Al abrir las puertas de la residencia y salir por fin a aquella explanada que se empeñaban en llamar patio, comenzó a trotar; primero poco a poco y cada vez más rápido. Sus oscuros rizos le daban en la cara mientras intentaba dar su primera vuelta al patio. Esquivó una lata de refresco y continuó su camino. Empezaba a sudar, y eso era bueno. Cuando se quiso dar cuenta, dos chiquillas estaban corriendo a su lado.
-Llegó una nueva -dijo Verónica intentando alcanzarla.
-Ah, ¿sí? Bien por ella -fue lo único que respondió la líder, Carlota. Y siguió avanzando. Notaba cómo las chicas intentaban seguir su ritmo. Las quería mucho, sí, pero ahora necesitaba despejarse.
-Parece bastante rica, hay que tocarle un poco las narices -añadió Tamara.
Carlota se dio la vuelta, corriendo de espaldas mientras las miraba inquisitivamente. Controlar a esas dos era casi misión imposible.
-Más os vale no meteros en líos a estas alturas.
Las chicas se miraron entre ellas y empezaron a quejarse de que no podían hacer nada divertido, que las cosas no eran como antes, que todo era estudiar y trabajar. Pero entonces un pequeño comentario cambió las cosas de inmediato.
-Es una de las protegidas de Ali.
Eso resonó unas cuantas veces más en su cabeza antes de que un brillo de ira se encendiera en los ojos de Carlota y esbozara una pequeña sonrisa.
-Entonces tenéis vía libre. Y ahora, dejadme correr.
La chica se alejó corriendo de Tamara y Verónica, lanzando una mirada de asco a Ali y las demás al pasar frente a ellas. Algo más atrás, las chicas se miraron decididas y, por qué no decirlo, algo burlonas.
Sentadas en los hierbajos, el grupo disfrutaba de un día de sol hablando de cualquier cosa. Raquel e Irene estaban sentadas al lado, y la chica le señalaba lo poco que había en aquel patio. Ali garabateaba en una libreta mientras Eva intentaba cotillear sus deberes, y Claudia estaba apoyada en las piernas de Mónica. Algo pasó por la cabeza de la castaña, que de repente levantó la cabeza y, señalando a Irene, exclamó:
-Orange is the new black!
Irene estaba algo confusa, y Raquel se llevó una mano a la cabeza con una expresión que parecía decir: 'aquí llega la fangirl'.
-El otro día te vi con el libro en una de las salas de descanso, ¿te gusta?
-Claro, -respondió la rubia, alegre de poder hablar de algo tan banal como una serie- me vi todas las temporadas en un mes. Estoy algo enganchada.
El comentario de Eva de "Para viciada a series ya tenemos a Claudia" fue hábilmente ignorado por la chica.
-Pues me encanta, es una de mis series favoritas. Quién es tu favorita?
Irene no quería decepcionar a su nueva amiga, aunque solo fuera hablando de una serie, pero realmente no tenía ninguna favorita.
-No tengo, pero Chapman me cae bien -terminó respondiendo. La carcajada fue general, y Raquel añadió un "La has cagado, bonita" dándole una pequeña palmada en la pierna. Su compañera seriéfila entornó los ojos, se mesó el pelo, y por fin añadió.
-A mi no me cae especialmente bien..
A lo que Mónica respondió con una mirada irónica.
-Está bien, me cae fatal. -y con algo de lástima añadió- eso no significa que me vayas a caer mal.
Irene ya estaba montándose películas en la cabeza, por lo que aquella infantil afirmación la tranquilizó bastante. Su amiga aprovechó para pedirle si le dejaba el libro cuando se lo acabara, a lo que accedió en seguida.

La cola de las duchas, igual que la del comedor, era bastante larga. Irene se abrazaba a la toalla con miedo a algún accidente. Tras ella estaba Eva, que parecía buscar a alguien entre aquella masa de adolescentes. Con su pequeña bolsita de productos, la chica iba avanzando poco a poco. Cuando consiguió entrar en los baños, se acercó al lavabo para escrutarse en el espejo. Tenía ojeras y los labios cortados, se peinó las cejas y abrió el grifo. No se sentía cómoda rodeada de tantas chicas semidesnudas o desnudas. Eva seguía a su lado, pero al distinguir a una morena despampanante entrando en una de las duchas, despachó su amiga con un 'Hasta luego rubia, tengo trabajo', dejando a la chica a merced de sus pensamientos. Esperó, impaciente, a que alguna de las duchas estuviera libre, viendo cuerpos mojados y desodorantes de plástico por aquí y por allá. Por fin, una chica salió del cubículo que estaba justo enfrente suya. Entró allí y por fin se sintió relajada. Tras apoyar la toalla se metió bajo el chorro de agua que cambiaba de temperatura cada dos por tres y suspiró.  Se fue echando el cabello para atrás y se dio un pequeño masaje en el cuero cabelludo. Cuando iba a coger el champú, se dio cuenta de que se lo había dejado en la habitación. Miró hacia los lados, preguntándose qué hacer. No muy lejos de allí, oyó la voz seca de Raquel echando a una chica de la ducha para poder entrar. Algo nerviosa, Irene salió de la ducha, esperando que su amiga tuviera un poco de champú e ignorando los consejos de Isabel. Al llegar donde estaba Raquel, la chica la llamó. Se estaba empezando a poner nerviosa y se dio cuenta de que alguien había entrado en su ducha.
-¿Qué pasa? -respondió ella.
Irene empezaba a titubear, maldiciéndose por ser tan estúpida, pero consiguió pedirle el champú con un hilillo de voz. De repente, la cortina de descorrió por completo, descubriendo a la morena completamente desnuda frente a ella. Entonces Irene se dio cuenta de que la incomodidad que sentía frente a aquel cuerpo era bastante distinta de la que sentía ante el resto de chicas. Estaba completamente ruborizada. Divertida por la reacción de la chica, Raquel le ordenó que extendiera los brazos. Se agachó para coger el champú, haciendo que Irene por poco se desmayara de la impresión, y le echó la mitad del bote en las manos. No se puede negar que visto desde fuera, aquella escena era bastante graciosa. Una chica dentro de una ducha, con la cortina descorrida, echándole la mitad de un bote de champú a una rubia que temblaba de pies a cabeza.
-Ya puedes ir a ducharte, Irene.
La chica, completamente avergonzada, salió corriendo de allí, encontrando mágicamente una ducha vacía.

Aquella mañana estaba siendo extremadamente aburrida, tenía que agradecer que estuviera sentada junto a la ventana. Eva garabateaba en el pupitre bastante desconcentrada. El señor Vázquez seguía hablando pero nada de lo que decía entraba en sus oídos. Estaba algo irritada porque aquella chica con la que se había acostado estaba solo a dos pupitres de su mesa. "Cómo no lo he pensado antes" se preguntó. Su norma de no follar con nadie de su clase se la había saltado bastante a la ligera y ahora tenía que aguantar las miradas inquisitivas de aquella chica cuyo nombre no conseguía recordar. De repente el profesor señaló a su zona, y su alivio fue enorme cuando se dio cuenta de que no le preguntaba a ella, sino a Silvia. Miró por la ventana esperando que las clases terminaran antes de que le diera una bofetada a alguien. Sacó un boli de su estuche y comenzó a agitarlo de un lado al otro esperando que aquello la relajara. Un sonido que conocía perfectamente le llamó la atención. Un pequeño maullido iba aumentando de volumen peligrosamente. Un gato que caminaba por un pequeño saliente del edificio se estaba acercando a la ventana del aula. El rostro de Eva empalideció. Anselmo no podía ser visto por nadie del personal de la residencia o aumentarían la seguridad y a saber qué harían con él. Empezó a hacer aspavientos hacia la ventana, intentando que el felino se alejara de allí y rezando por que nadie la viera. Abrió una rendija de la ventana e intentó sacar una mano. Cuando echó un vistazo al aula, le alivió ver que nadie le estaba haciendo caso. Muchas de las chicas dormitaban, algunas pocas escribían sin ganas en sus libretas y otras pocas atendían al profesor, que se subía las gafas cada dos por tres intentando explicar algo a aquel grupo de delincuentes. Mónica la miraba divertida pero a la vez algo preocupada. Hizo un movimiento que venía a preguntarle qué iba a hacer, pero Eva solo encogió los hombros. Cuando Mónica vio que el señor Vázquez se sentaba en su mesa y pasaba las hojas del libro con concentración y que Anselmo parecía estar a punto de saltar dentro de la clase, se levantó y se acercó a la silla de su amiga.
-¿Cómo ha llegado este bicho hasta aquí? -susurró la pelirroja mientras intentaba que aquel gato negro sacara de allí su hocico.
-No lo sé, no lo tengo atado por dios. Viene a mi cuando quiere -pareció presumir Eva.
-Pues ahora hay que hacer algo.
Ambas se acercaron a la ventana, intentando que Anselmo se alejara de allí sin sufrir ningún accidente. Intentaban empujarlo pero el felino parecía interpretar eso como caricias, ronroneando ante el contacto. Eva se estaba acelerando y Mónica no sabía cómo calmar a su amiga sin llamar la atención del profesor. Empezaron a discutir en voz baja hasta que la dueña del gato gritó un "chitón" que llamó la atención de toda la clase, así como del profesor. El hombre se levantó de su mesa y comenzó a avanzar entre los pupitres, con la espalda encorvada y ojos inquisitivos. Murmuró un "qué está pasando" y se acercó a la mesa de Eva con intención de mandar a Mónica a su sitio. Justo cuando parecía imposible que el señor Vázquez no mirara a Anselmo, este pegó un chimpo y fue a parar al tejado del edificio contiguo. El suspiro de alivio de las dos chicas fue monumental, que solo tuvieron que hacer frente al inocente señor Vázquez mandando a Mónica sentarse en su sitio.

Tenemos tiempoWhere stories live. Discover now