Capítulo 16

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Abrió los ojos repentinamente, con el corazón palpitando con fuerza y un sudor frío cayéndole por la frente. Se frotó la cara, intentando reconocer el lugar en el que estaba. Se había quedado dormida en un horrible sofá verde que le había provocado varias contracturas. A sus piernas, una cabeza de rizos castaños descansaba con el cuerpo contraído. Intentó incorporarse un poco y al otro lado de la habitación descubrió a Raquel e Irene abrazadas la una a la otra apoyadas en unos cojines. Al lado, Mónica cabeceaba sobre una silla de plástico. Pero lo que realmente le conmocionó fue la camilla de hospital en la que Isabel estaba tumbada. Verla así, con sus largas ondas peinadas y apoyadas sobre la almohada, con los brazos abiertos y conectados al suero, le parecía una visión fantasmal. Estaban en una sobria habitación de hospital, sin ningún tipo de decoración, y en la que el aire estaba cargado. Se dio cuenta de que eran las ocho de la mañana y supuso que en cualquier momento entraría algún enfermero para vigilar a la chica. Su familia vivía en la otra punta del país, era normal que no hubieran llegado. El día anterior había sido una locura y Ali no podía evitar recordarlo con lágrimas en los ojos y con el corazón encogido. Además, faltaban cosas por hacer. Acarició los rizos de su amiga, enredándolos entres sus dedos. Pocos minutos después entró un joven enfermero, sorprendiéndose al ver a todas aquellas muchachas allí dormidas. Se fueron despertando poco a poco y el chico comprendio la situación,  aunque se negaba a dar ningún dato hasta que llegara alguien responsable de las chicas. Ellas se empezaron a poner nerviosas pero pronto llegó la directora, acompañada del subdirector y algunos funcionarios, así como de dos policías. Cuando entraron en la habitación tanto las chicas como el joven enfermero se asustaron. El doctor llegó poco después, y estando todos reunidos, la directora respiró muy muy profundo, apoyándose sobre uno de sus subordinados. Tenía grandes ojeras, llevaba toda la noche trabajando, investigando y analizando toda la información que le había llegado en las últimas 24 horas, dijo, antes de interrogar al doctor. Este afirmó, que por el momento, Isabel tendría que quedarse en observación, conectada a aquel aparato que imponía a todos los presentes. No podía hacer nada más. La directora se acercó a la chica, tomando una de sus manos. ¿Cómo podía haber pasado una cosa así? ¿Y cómo podría continuar ahora con aquellas noticias? El subdirector le apretó un hombro, susurrando que sus padres llegarían en una hora. El pobre muchacho, asustado ante toda aquella gente, se vio en la obligación de sacar a todos de la habitación para poder dejar a la paciente tranquila. Raquel vio cómo se cerraba la puerta con un nudo en el estómago, ¿era una asesina? Era un monstruo. Una mano le agarró y le dio la vuelta, la directora estaba frente a ella. ¿Ahora qué? ¿Iría a la cárcel? Era incapaz de no montarse paranoias. La directora les pidió a las chicas que se sentaran en una sala de espera, y fue hablando con cada una de ellas. Podría contar todo lo que pasó en aquellas agobiantes horas, todos los llantos que hubo, los abrazos que se intercambiaron y los gritos que asustaron a todo el personal. Pero creo que solo debo de citar dos acontecimientos.

Raquel entró en aquella sala como si fuera al matadero, no podía ni mirar a la directora a los ojos. Pero la mujer se levantó de la silla en la que estaba y la abrazó fuertemente. Le acarició la cabeza como si fuera su hija y le limpió las lágrimas que sin darse cuenta la muchacha había empezado a derramar. Estaba agotada. La mujer la sentó junto a ella y le habló lentamente, intentando que entendiera lo que estaba pasando. Aquello había sido legítima defensa, ahora debían olvidarlo. A Raquel aquello le parecía surrealista, ¿olvidarlo? Isabel estaba a pocas salas de ella, moribunda. Pero su juicio había empezado, y ella pronto sería mayor de edad. Ahora tendría que irse preparando. Empezaba una etapa completamente distinta, tendría que defenderse. Y aquello determinaría su futuro. A Raquel le dio un escalofrío, aquel juicio solo podía acabar de una forma. La cárcel. Tenía que aprovechar los meses que le quedaban en aquella burbuja.

Cuando todas salían del hospital de vuelta a la residencia les obligaron a pararse un momento. Había algo más que hacer. La directora se acercó a Ali para murmurarle unas palabras que nadie consiguió distinguir. Pero ella solo asintió. No sabían qué estaba pasando. Dos funcionarios que habían estado observando la escena con aburrimiento se acercaron a una de las chicas. Mónica intentó resistirse, ¿qué estaban haciendo? ¿A dónde la llevaban? pero los hombres ya la habían inmovilizado y se la llevaban a una furgoneta completamente distinta a la de las demás.  A la pelirroja le dio un vuelco al corazón. Alta seguridad. Se la llevaban de allí. Estaba claro por qué. Ella sí que era un monstruo. Pero no pudo dejar de chillar ni de patalear mientras aquellos hombres la metían a la fuerza en la furgoneta y las lágrimas le caían por las mejillas. Esa fue la última imagen que tuvieron de ella el resto de chicas, que se habían quedado plantadas en el aparcamiento con el resto de la administración. Ali abrazaba a Claudia, que había apoyado la cabeza en su hombro y miraba fijamente sus zapatillas. Irene se escondía en los brazos de Raquel, que se mordía los labios intentando no llorar. Mientras tanto, Eva apretaba fuertemente la mano de Ali, su gran amiga. Les hicieron subirse a la furgoneta, aunque estaban algo apretadas. Uno de los funcionarios se había subido al asiento del conductor y el resto de ellos se iban a sus casas tras intercambiar unas palabras con la directora. Las chicas estaban agotadas y a muchas se les cerraban los ojos. Irene estaba prácticamente dormida y Claudia cabeceaba en los brazos de Ali, que no quería soltarla. Eran cinco, y estaban juntas en todo.
-¿A dónde vamos? -murmuró la pequeña, confusa al oír el ruido del motor.
-A casa, -respondió su amiga dándole un beso- nos vamos a casa.

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