Capítulo 6

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Pronto llegaría la Navidad y en la residencia las chicas estaban contentas. Les gustaban las tradiciones, les recordaban que su vida allí dentro tenía la misma validez que la de los que caminaban con libertad por la calle. Habían empezado a decorar los edificios y allí por donde fueras te encontrabas espumillones y bolas de Navidad. Habían conseguido convencer a Marta y a los demás para que sonaran villancicos después de comer, subiendo los ánimos. Todo eso había sido resultado del trabajo de las chicas, que luchaban cada año por tener unas mejores fiestas. En una de las salitas las chicas jugaban a las cartas mientras una de las típicas películas de Navidad sonaba de fondo. Alguien había traído galletas de chocolate -probablemente Claudia- y aquello parecía una auténtica fiesta. Ali iba ganando a la escoba pero Raquel parecía tener una buena jugada. Mientras esto pasaba, un gato negro las observaba desde el otro lado de la ventana. Llovía un poco y el felino se intentaba refugiar de la humedad del exterior. Entró sigilosamente por una rendija y cruzó la habitación hasta subirse al regazo de Eva. La chica rió y acarició a Anselmo, feliz de tenerlo a su lado. Irene, que no había visto todavía al gato, pegó un chimpo tirando sus cartas. El resto se rieron de su reacción.
-No te preocupes -dijo Eva-, es completamente inofensivo.
Con algo de reticencia, Irene se fue acercando al felino, hasta conseguir acariciarlo. Estaba cómoda con las chicas. Cuando la peli se estaba acabando, Sandra entró en la sala con un carrito.
-¡Llegaron los regalos!
Todas las chicas se levantaron corriendo, buscando aquellos detalles que su familia les mandaba desde fuera. Claudia recibió un par de pintalabios con los que amenazaba a Ali con pintarle la cara, que tenía rotuladores brillantes. Mónica iba por ahí con un gorro de lana y Raquel intentaba ponerse sus zapatillas nuevas. A Irene le habían mandado un par de libros nuevos, que decidió dejar para más adelante. De momento tenía cosas con las que distraerse.

La noche de año nuevo cada una estaba en su habitación intentando arreglarse como podía, con blusas o faldas. Los guardias estaban abajo, organizando la cena. Y todas gritaban de una habitación a otra pidiendo algo de eyeliner. Bajaron en tropel hasta el comedor, tropezándose unas con otras y a punto de caer con los tacones nuevos. Habían unido todas las mesas para que estuvieran reunidas y las sonrisas falsas reinaban la cena. Ali iba pasando la comida a sus amigas, dándose cuenta de que no había alcohol en la mesa y agradeciéndolo internamente. Eva iba guardando restos de comida para dárselos a Anselmo y el resto comían relajadas. Entonces, el ruido de una camioneta llamó la atención de Mónica. Sin hacer caso a Ali, se acercó a la ventana. Veía cómo los guardias descargaban del vehículo botellas de champán para celebrar el año nuevo, y algo se removió en su interior. Claudia, preocupada, llamó a la chica a la mesa. Algo frustrada, la chica se acercó y se sentó junto a Raquel, que intentaba sin éxito que se comiera su trozo de pastel. Claudia le había agarrado la mano y Ali arrugó la nariz, preocupada. Movía los pies algo nerviosa.
A eso de las once y media fueron saliendo poco a poco al patio, donde habían colocado pequeños farolillos para iluminar la oscura noche. Cada una se sentaba donde podía, ocupando por completo el pequeño patio. Se habían tumbado unas encima de otras y Anselmo había conseguido hacerse un sitio en el regazo de Eva, maullando al cielo. Marta iba repartiendo copas y sirviendo el champán, además de las doce uvas que cada una tenía en un vaso. Cuando llegó al grupo, le dio una copa a cada una pero cuando Mónica alargó el brazo la miró con lástima y se fue de allí.
-Joder -se quejó ella. Pero Raquel le lanzó una mirada que venía a decirle que no merecía la pena, mientras Irene fruncía el ceño confusa. Claudia, apoyada en el hombro de su chica, iba pelando las uvas algo preocupada. Cogió las manos Mónica y fue acariciando cada uno de los dedos, poco a poco, haciendo que la chica sonriera y le diera un beso en el pelo. Sabía que, habiendo estado tanto tiempo sin beber, no merecía la pena. En aquel momento alguien arrastraba una televisión hasta el centro del patio y las campanadas habían empezado a sonar. Uno, Irene cerró los ojos, esperando que el 2018 fuera bien; dos, Eva abrazó a Anselmo, esperando que alguien la quisiera de verdad; tres, Ali dirigió una mirada a Carlota, echando de menos una antigua amistad; cuatro, cinco, seis; Raquel quería aclarar sus ideas; siete, Claudia dejó de sonreír un momento, aquello cansaba; ocho, nueve; Mónica abrazó fuerte a Claudia evitando pensar en alcohol, diez, once y doce. Bienvenido nuevo año.

Tenemos tiempoWhere stories live. Discover now