Capítulo 9

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Aquel había sido un día agotador. A Claudia le dolía la espalda de sobremanera. Por la mañana había tenido un examen de dos horas para el que había estado estudiando durante días. Todavía no sabía qué tal le había salido y había salido de allí algo nerviosa. Aún por encima, aquella tarde había tenido que limpiar todo un piso y eso siempre la dejaba muy cansada. Lo único que quería era darse una ducha rápida y meterse en la cama. Estaba en la cola de las duchas, esperando a que aquella masa de adolescentes avanzara. No tenía ganas de nada, en esa temporada se sentía agotada. Incluso hacía tiempo que no se acostaba con Mónica. Sin duda necesitaba un largo sueño reparador. Cuando por fin vio una de las duchas libres, entró rápidamente para que nadie se le adelantara. Allí dentro se sacó la toalla y abrió la ducha. Estaba intentando regular la temperatura del agua cuando alguien entró en el cubículo. Pegó un chimpo pero se tranquilizó al ver que solo era Mónica. La chica tenía aquella mirada que le hacía temblar de arriba abajo pero en aquel momento solo le saludó sin ganas.
-¿Me permite su señoría estar aquí? -preguntó la otra burlona. Pero Claudia solo murmuró un vale y se metió bajo los chorros del agua, que hicieron que sus músculos se relajaran. Al abrir los ojos Mónica se había acercado y le rodeaba la cintura con una mano.
-Venga, hace mucho que no lo hacemos -le susurraba haciéndole cosquillas con su aliento en el cuello. Mientras la castaña susurraba que no le apetecía, la otra había empezado a darle suaves besos en el cuello.
-Mónica, estoy cansada -dijo algo más irritada, intentando girarse para cerrar el agua.
-No digas tonterías -fue lo que respondió la otra mientras su mano bajaba poco a poco. Claudia no pudo hacer más que alejarla con un pequeño empujón que hizo que Mónica se tambaleara.
-Te he dicho que no es el momento.
La pelirroja la miró algo dolida y confusa, se mesó los rizos y, levantando los brazos en señal de paz, salió de allí murmurando un "últimamente estás muy rara eh". Claudia volvió a sumergir la cabeza bajo la ducha, intentando acompasar su respiración.

Al día siguiente iban a venir los familiares de las chicas. Era día de visitas, así que al desayuno los ánimos estaban bastante elevados. La comida no parecía tan asquerosa como de costumbre y Ali, Raquel, Irene y Claudia desayunaban en su sitio. Irene comentaba alegremente que sus padres iban a venir a visitarla y que iban a traer a su hermana pequeña, por lo que estaba muy emocionada. Raquel sonreía al ver a la chica con los ojos brillantes y Ali estaba en su mundo. Era uno de aquellos momentos en los que nadie sabía qué se le podía estar pasando por la cabeza. Claudia estaba callada, removiendo los cereales con una pequeña sonrisa en los labios con la esperanza de que viniera su madre. Eva se acercaba desde el mostrador de la cocina, con la bandeja en la mano y una expresión de confusión en la cara. Al llegar a la altura de resto apoyó la bandeja dando un buen golpe e inquirió con una pequeña carcajada:
-¿Soy la única que vio antes a Mónica comerle el coño a una rubia en el aula de música?
Las cuatro levantaron la cabeza como impulsadas por un resorte. "¿Pero qué dices? Qué fuerte" decían las chicas sin darle mucha importancia. Irene estaba algo confusa, y se fijó en Claudia, que había dado un empujón a su bandeja y parecía a punto de explotar.
-¿Estás bien? -fue lo único que pudo preguntar Irene antes de que la chica se levantara y, tras lanzar una mirada de odio a Eva, que levantó los brazos diciendo que ella no tenía nada que ver, salió del comedor a grandes zancadas. La mesa se quedó inmediatamente en silencio, cada una miraba a su comida como si fuera lo más interesante del mundo. Eva seguía de pie así que ocupó el sitio dejado por su amiga. Irene le lanzó una mirada interrogante.
-No te preocupes -la tranquilizó-, pasa a veces.
Y dándole un mordisco a una de las tostadas de Claudia, añadió:
-Pronto se arreglarán.
Raquel hizo uno de esos gestos que significaban '"no le des importancia'" y Ali, que tras el pequeño numerito había vuelto a tierra firme, dijo para relajar el ambiente:
-Creo que van a venir mi padre y mi abuela.
Justo después de comer, el nombre de cada una de las chicas empezó a sonar por megafonía. Cada una se fue dirigiendo poco a poco a las habitaciones que solían usar como salitas, que de repente albergaban adultos y niños de todas las razas y edades. Aquello estaba lleno de vida.

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