Capítulo 5

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Irene estaba en la biblioteca, concentrada en los apuntes de literatura. Sabía que tenía que ponerse al día si no quería agobiarse cuando llegaran los exámenes. Tenía el libro abierto en mitad de la mesa y un montón de papeles se desperdigaban con peligro a perderse. La chica se recogió el pelo en una coleta y se agachó para sacar un estuche de la mochila. Al levantar la vista, su compañera de cuarto apareció de la nada con una Biblia bajo el brazo y un bolígrafo sujetado a la oreja.
-Hola -saludó, alegre- ¿puedo sentarme?
La chica murmuró un "claro" y le hizo sitio entre los papeles llenos de subrayador. Isabel se acomodó a un lado de la mesa, y abrió la Biblia con la aparente intención de subrayar algo. Las dos estaban en silencio, cada una concentrada en lo suyo. Irene hacía anotaciones aquí y allá y su compañera levantaba la vista de vez en cuando como intentando decir algo. La rubia empezaba a sentirse algo incómoda ante la mirada inquisitiva de su compañera. Volvía a toquetearse la cadena como una pequeña manía. La chica se mordió los labios y preguntó:
-Oye, ¿tú eres creyente?
La pregunta le llegó completamente por sorpresa a su compañera, que se tomó unos segundos para responder.
-Digamos que no tengo muy claro si realmente hay algo ahí arriba.
Isabel pareció aliviada, y le agarró la mano en un gesto amistoso.
-Puedo ayudarte, si quieres.
Su amiga se echó un poco hacia atrás, algo confusa frente a su sugerencia. Pero notó la mirada dolida de la chica y se arrepintió.
-Me lo pienso, ¿de acuerdo?
La otra pareció convencida con aquella respuesta, así que asistió y siguió a lo suyo. Subrayaba fragmentos poco a poco, algo aburrida mientras la rubia intentaba estudiar. No paraba de preguntarse qué pintaría aquella chica con las amigas de Ali, aquellas tan insoportables. Sin poder aguantar la curiosidad, comentó:
-Oye, he visto que estás mucho con Ali, Claudia y el resto.
La chica sonrío con reticencia, después de la conversación del primer día con el resto no quería meter la pata.
-Son majas conmigo.
Isabel soltó un bufido y, tras echarse un mechón de tras la oreja, hizo un comentario que descolocó a la nueva.
-No dejes que que esas te perturben, no son trigo limpio.
Irene no supo qué responder a aquella insinuación así que se excusó alegando que tenía que coger un libro y se alejó de la mesa. Empezó a cotillear por aquí y por allá, sin darse cuenta de dos sombras que la seguían entre las estanterías con algo entre las manos. Quería coger un diccionario, pero tuvo que dar varias vueltas hasta que encontró la estantería correcta. Inclinaba la cabeza leyendo los lomos de los libros, continuando su búsqueda. Por fin, y sin hacer caso a unas risas amortiguadas al otro lado del mueble, encontró lo que buscaba. El diccionario estaba apoyado junto a un libro alto y al otro lado había un hueco en el que difícilmente le cabía la mano. Introdujo el brazo intentando agarrar el viejo diccionario pero sintió algo áspero y viscoso al tacto. Al sacarlo pegando un salto, un manojo de pelos salió con ella. Al ver aquella rata muerta en el suelo, que la miraba con ojos cristalinos, pegó el grito de su vida y poco le faltó para desmayarse. Había tocado aquella cosa, aquel animal estaba muerto delante de ella, de repente sintió de repente ganas de vomitar. Se giró rápidamente corriendo hacia la salida de la biblioteca pero Isabel se puso en su camino.
-¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras bien? ¿Quieres ir a la enfermería? -preguntaba su compañera preocupada. Pero Irene no aguantaba más tiempo allí y murmurando un "estoy bien" apartó a la chica de su camino corriendo hacia la puerta.

Se acercaban los exámenes de fin de trimestre y la biblioteca estaba abarrotada de adolescentes. Otras chicas se encerraban en sus habitaciones a estudiar, rechazando la compañía de las demás. No podías dar un paso sin encontrarte a alguien sentado en el suelo dándole un último repaso a sus apuntes. Claudia se vio incapaz de entrar en la biblioteca, así que se había sentado en un banco de los pasillos del edificio de las aulas. Su archivador hacía equilibrios peligrosamente sobre sus piernas y un puñado de apuntes de economía estaban sobre él. La chica los revisaba con el ceño fruncido. Se había hecho un medio recogido para evitar que el pelo le pusiera nerviosa y revisaba los apuntes concentrada. Las palabras y las gráficas comenzaban a mezclarse frente a sus ojos y no conseguía centrarse en nada en concreto. Comenzó a susurrar para sí: "no me sé nada, no me sé nada", pasaba las hojas buscando algo que le diera la seguridad de que llevaba la materia controlada. Su respiración se hizo más agitada a medida que pasaba las páginas. Todo aquello le sonaba a chino y se decía que no tenía tiempo de estudiarlo todo de nuevo. Su mano derecha agarró fuertemente un subrayador con el que empezó a cubrir las páginas, sin saber exactamente qué estaba subrayando. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas de desesperación y se sintió atrapada. Veía a chicas riendo, caminando de aquí para allá con libros debajo del brazo o saliendo de la biblioteca. No podía dejar que aquello le pasara delante de medio reformatorio y su respiración cada vez estaba más agitada. Se levantó rápidamente, tirando sus cosas y pisando las de la gente que estaba a su alrededor, que se quejaron de ella. Alguna se levantó hacia ella pero la chica ya no atendía, empezaba a hiperventilar y sentía la bilis subiéndole por la garganta. Se precipitó por los pasillos, buscando un baño en el que meterse. A punto estuvo de pasar de largo frente a uno pero consiguió pararse y meterse en un baño. Una vez ahí dentro, con un olor apestoso entrandole por las fosas nasales, consiguió echar la comida del mediodía al retrete mientras el pelo se le pegaba al cuello sudado. Seguía hiperventilando, no podía parar aquello. Echó la mano a la cisterna pero no consiguió tirar de ella. Al ver aquello que había echado, la chica no pudo evitar otra arcada y volvió a vomitar, sintiéndose completamente agotada. Se arrastró como pudo hasta el suelo, intentando controlar la respiración, pero era en vano. De repente, un estruendo se oyó tras la puerta. Alguien acababa de entrar. La voz preocupada de Ali la llamaba. Intentó susurrar un "estoy aquí" pero no lo consiguió. Su amiga por fin abrió la puerta de aquel váter. Al encontrar a la chica allí tirada, sudando y manchada de vómito, y sin conseguir respirar; se agachó frente a ella y le agarró las manos. Sabía cómo controlar aquella situación pero estaba visiblemente preocupada.
-Claudia, mírame -le susurraba Ali masajeándole las manos. La chica temblaba de pies a cabeza y la pelirroja se vio en la obligación de agarrarle la cara y mirarla fijamente.
-Vamos a respirar. Coge aire y suéltalo poco a poco, vamos.
Ambas respiraron, la castaña todavía temblando, uno, dos, tres, todo va a salir bien. La muchacha empezó a derramar gruesas lágrimas que su amiga iba limpiando poco a poco. Te voy a ayudar, lo sabes. Era lo que susurraba Ali, acurrucada frente a su amiga, ambas abrazadas en aquel baño. Claudia se recriminaba estar así por los exámenes pero su amiga no hacía más que tranquilizarla, que le podía pasar a cualquiera. Así, compartiendo un olor asqueroso, Ali sabía que era como debía estar junto a sus amigas.

Tenemos tiempoWhere stories live. Discover now