Capítulo 26

18K 2.5K 156
                                    

Una semana después fui a devolver el libro, después de haberlo leído tantas veces como si fuera mi novela favorita

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Una semana después fui a devolver el libro, después de haberlo leído tantas veces como si fuera mi novela favorita.  Apolo iba a maldecir toda su eternidad el día en que se le ocurrió ponerme una mala nota.

—Las clases de braile acaban de terminar —dijo Eros, recibiendo el ejemplar—.  Tus amigos deben estar cerca, quizás quieres ir a saludarlos.

Al principio no le presté atención a su oferta, aunque acabé por aceptarla. Entré buscando ese par y me detuve en seco cuando pasé junto a la sala de niños. Entonces comprendí el por qué de su propuesta.  Ahí, escondido detrás de una estantería estaba Nick mirando al vacío, escuchando el cuento que Agnes relataba a su público.

Me acerqué lentamente, sin intenciones de llamar la atención de nadie ni mucho menos delatar su posición.

—¿Qué haces? —murmuré.

Nick tardó un segundo en responder.

—¿Liz? —preguntó.

Primero asentí con la cabeza, luego recordé que no podía ver el gesto y hablé.

—No pensé que te gustara La Caperucita Roja —bromeé.

—No, escucha.

Guardé silencio y alcancé a oír una conocida cita.

—Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó —leyó Agnes.

—El Principito —reconocí, una historia que mi madre había leído un millón de veces.

—Lo leí cuando tenía doce años y no entendí ni una a sola palabra.  Hoy todo tiene sentido —comentó, alucinado.

Sonreí ligeramente, orgullosa.

—¿Por qué no te acercas? —inquirí.

—¿Para qué? Estoy bien aquí —contestó a secas.

—Estarías más cómodo allá.

—¿Rodeado por un montón de niños que con suerte saben limpiarse la nariz? —replicó—. No gracias, además solo necesito escuchar.

No le hice el menor caso y aprovechándome de su discapacidad, le di un ligero empujón que lo tomó completamente desprevenido, haciéndolo tropezar y llamar la atención de toda el aula.

—Yo... No... Solo estaba pasando —balbuceó, sin mirar a nadie en particular.

—Él quería escuchar el cuento pero se siente muy grande para estar entre ustedes —expliqué, saliendo de mi escondite.

Los niños lo escudriñaron meticulosamente.

—La verdad es que sí, estas un poco viejo —observó una pequeña—.  Pero si quieres venir, hay asientos para gente de tu edad.

Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora