Capítulo 69

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Alcanzamos el gimnasio antes que Anteros se apareciera, sin embargo no fuimos los primeros en llegar

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Alcanzamos el gimnasio antes que Anteros se apareciera, sin embargo no fuimos los primeros en llegar. Tan pronto activamos los interruptores de la luz, descubrimos que había alguien más presente.

Ada se encontraba sentada en una de las bancas, tan tranquila y serena como si nada fuera su culpa.

—Vaya, al fin llegan —comentó, al vernos.

—Al fin apareces —repuso Hedoné, con sorna.

—¿Dónde estabas? —preguntó Agus, acercándose a ella.

Ella lo miró con rencor.

—¿Y eso a ti qué? Fue tu culpa que todos acabáramos metidos en este embrollo, te dejaste engañar por Anteros, lastimaste a tu mejor amigo, y no te importó nada —acusó.

—Eso no es verdad, Ada, estoy intentando enmendar mi error —Se defendió.

—Pues el daño ya está hecho.

—No es muy distinto de lo que estás haciendo tú, ¿no? —rebatió Fran—. Cuando las cosas se pusieron difíciles, corriste a aliarte con el enemigo.

—Yo tengo lo que él quiere, lo que Eros le robó por egoísta, y se lo voy a devolver, para ser libre.

—Ada, ten cuidado, los dioses son engañosos, sus tratos nunca son tan sencillos —advertí.

—Que a ti te salgan mal no quiere decir que conmigo vaya a ser igual. Yo entiendo a Anteros, ambos hemos sido despreciados, ignorados y amenazados por Eros, y por ustedes.

—¿Por qué estás hablando como si tuvieras idea de lo que es tener a un dios acechándote? —preguntó Henry.

—O con ganas de matarte —agregó Agustín.

—O haber desafiado a una diosa sin tener idea de cómo ganarle —dijo Flor.

—O todas las anteriores —concluí.

Ada resopló frustrada.

—¡Pues disculpen por no tener toda su experiencia! A mí me atacó un dios, con una flecha, y quedé inexplicablemente atada a otro, que me necesitaba para no perder sus poderes —reclamó—, pero curiosamente ese desgraciado nunca me ayudó, y vio cómo todos mis romances fracasaban desde la comodidad de su sofá.

Me abstuve de señalar que de hecho, Eros había sido quien flechó a Agnes y Nick en un arranque que tuvo en la cafetería de la facultad. No había que avivar el odio.

Las puertas del gimnasio se abrieron, dejando entrar al anfitrión del encuentro. Anteros.

Se presentó con su típica imagen de chico malo, mucho cuero negro con chinches de metal pegados. Se había comprado una nueva moto, apareció montado en ella, seguramente para lucirse. Fue una entrada que solo logró impresionar a Adrian.

Cupido Otra Vez [#2] Where stories live. Discover now