Capítulo 70

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La otra buena noticia es que me la enterró en el hombro, dejándola incrustada, pero hasta donde alcanzaban mis conocimientos de biología, no alcanzaban ningún órgano vital, pues tampoco había logrado dar con las venas y arterias que pasaban por el...

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La otra buena noticia es que me la enterró en el hombro, dejándola incrustada, pero hasta donde alcanzaban mis conocimientos de biología, no alcanzaban ningún órgano vital, pues tampoco había logrado dar con las venas y arterias que pasaban por el cuello.

Aun así ese era un pensamiento demasiado optimista para la ocasión, considerando que el ataque dolió demasiado.

Al descubrir que moría desangrada, y no llena de odio, Anteros fue consiente de la trampa.

—Tú... —acusó—. ¡Me engañaste!

—Obviamente, idiota —dije, solo pensando en que quería dejar alguna frase célebre para el momento, sin embargo eso fue lo mejor que pude pensar.

Anteros intentó atizarme un golpe en la cara, pero antes de poder hacerlo, una flecha de incrustó en su mano, haciéndolo retroceder.

—Tranquila, Liz, te llevaré con Apolo —Escuchar a Eros fue incluso mejor que ponerme anestesia para el dolor.

La flecha torturaba mi hombro al punto de paralizar todo el resto de mi cuerpo, en realidad, si me seguía moviendo, seguramente respondía únicamente al instinto de sobrevivencia inscrito en mi genoma.

Eros me abrazó y en apenas un parpadeó, aparecimos en el coche de Henry, segundos antes que el resto del equipo llegara a encender el motor.

—¡¿Cómo te hiciste eso?! —exclamó el chofer al ver mi herida.

—La llevaré con Apolo, necesito...

Antes que terminara la frase, llegó Flor, quien le entregó el corazón de Anteros.

—¡Corre! —Exclamó la joven deportista—. Vamos a despistar a Anteros, conduciendo hasta el hospital más cercano.

Eros asintió y desapareció conmigo entre sus brazos.

Odiaba su extraño método de transporte e incluso suponía que no era saludable para un brazo herido movilizarse así, pero no tenía fuerzas para quejarme.

No tenía ganas de nada, quizás si no me hubieran lesionado, habría estado gritando y saltando con la adrenalina a tope, pero la historia había sido diferente, y solo podía concentrarme en mi agonía. ¿Por qué siempre tenía que terminar mis mejores momentos herida de gravedad?

Mi conciencia comenzó a desvanecerse.

Lo siguiente que sentí fue algo blando, como una cama, una muy cómoda. Mis sentidos me indicaron que me encontraba recostada en ella. Me retorcí en mi sitio, encogiendo mi cuerpo y suplicando que alguien llegara pronto a ayudar.

Todo lo que escuché fueron voces acercándose, al principio no tenía ni idea de lo que decían, pero luego logré captar parte del dialogo.

—¡Solo cúrala! Haré lo que pidas, te conseguiré novia, intercederé por ti ante el padre de Dafne, ¡Hazlo ya! —exclamó la voz de Eros.

Cupido Otra Vez [#2] Where stories live. Discover now