Capítulo 67

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—Vámonos rápido, muero de sueño —Apuró Ada.

Le di un beso de despedida a Eros en la puerta y lo vi partir, sintiendo emociones encontradas.  Por un lado, el fuerte sentimiento que me unía a él, junto a la satisfacción de haber completado mi parte del trato y por otro, la rabia que me provocaba tener que separarme de él en estas circunstancias.

Subí a mi cuarto y dejé las flores en agua, sin desmontar la flecha del ramo.  Eros había dicho que podía hacer con ella lo que me placiese.  Era mía, podía usarla en mí, en otro, regalarla, venderla, era mi decisión.

Por el momento, solo quería que acompañara las rosas que él me dio.

Me desvelé ideando nuevos planes para arremeter contra Anteros, pero ninguno parecía suficientemente bueno y cuando el sueño comenzó a vencerme, no se me hicieron más imposibles, sino también más ilógicos. 

Creí encontrarme en un callejón sin salida, pero curiosamente, fue la misma Ada la que me ayudó a salir de él.

Me desperté porque alguien zarandeó mi cuerpo hasta sacarme del mundo de los sueños.  Abrí los párpados levemente para ver el rostro de Hedoné ir y venir, a medida que me sacudía

—¡Liz! ¡Liz! ¡Ada ha desaparecido! —exclamó desesperada.

Eso bastó para despabilarme.

—¡¿Qué dices?! —pregunté.

—Papá se despertó hoy en la mañana y no la encontró —explicó.

—¿Y dónde está Eros? —inquirí, mirando hacia todas las direcciones.

—En casa.

—¿Y está bien?

—Bueno, sí —Su voz se tornó nerviosa.

—¿Qué le pasó? —interrogué con sospecha.

—Es que tú sabes que estar lejos de Anteros tiene efectos secundarios —dijo incómoda.

Me quedé en silencio, asimilando el peso de su declaración.

—Oh, por Dios, mi novio es un bebé —gemí.  Clavé la mirada en Hedoné—.  Quiero verlo.

—No, no quieres.

—Sí, sí quiero.

—Bueno, pero él no quiere, así que no te llevaré.

—¿Y qué hago?

—¿Qué? —preguntó la diosa, ofendida—.  ¿Por qué crees que vine a buscarte? Ayúdame a solucionarlo.

—¡¿Y cómo?!

—¡No lo sé! ¡Pensemos en algo!

Me di cuenta que ambas estábamos igual de desesperadas,  subíamos la voz y no llegábamos a ninguna conclusión.  Necesitábamos a alguien de mente fría y serena que fuese capaz de ponerle orden a la situación. 

Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora