Capítulo 30

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No necesitaba explicaciones para saber lo que el dios loco del amor planeaba: venganza

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No necesitaba explicaciones para saber lo que el dios loco del amor planeaba: venganza.  Y lamentablemente, tres humanos y dos semidioses se habían visto envueltos en su plan.

—¿Y qué hacemos? —pregunté.

—Tenemos que encontrar a Nick y Agnes —dijo Fran.

—Lo mejor es sacarlos de aquí —convino Eros.

—Y no morir en el intento —agregó Adrian.  Toda nuestra atención se centró en él—. ¿Qué? No tenemos idea de lo que está tramando el dios y les recuerdo que el único inmortal aquí es Eros.

No podía discutir con su lógica.

—Las arpías tienen la capacidad de hipnotizar a los humanos con su canto, ¿creen que haya sucedido eso con los trabajadores del parque? —inquirió Fran.

—Es posible, de todos modos esto es demasiado, no creo que haya sido elaborado sólo por mi hermano —comentó Eros.

—¿Ósea que hay más involucrados? —pregunté preocupada.

—De todos modos es ilógico enviar a las arpías por ti, debe haber algo más —argumentó el heredero de Hefesto, crispando aún más mis nervios.

—¿Entonces qué trama? —inquirí. La luz oscura y verdosa que iluminaba el pasillo repleto de escalofriantes decoraciones era un recordatorio del peligro que corríamos, y la incertidumbre era el peor complemento.

—No lo sé, ¿quieres ir a preguntarle? —replicó Adrian, carente de emoción.

¿En serio el más inexpresivo del grupo iba a aprovechar la desesperación del momento para lanzar bromas?

—No es gracioso.

—No tenía que serlo —contestó, encogiéndose de hombros.

—Hey, no se distraigan.  Miren aquí —advirtió Eros, revelando un diminuto pasaje secreto bajo una de las telas roídas que cubrían las paredes.

—¿Desde cuándo Eros es el serio y Adrian el impetuoso? —cuestionó Fran, levantando los brazos para manifestar su disgusto.

—Estaba siendo objetivo —replicó el muchacho.

—Por última vez, si creen que yo soy inescrupuloso, esperen a conocer a mi hermano, que por cierto anda por la vida sin corazón —dijo el dios—.  Vamos, yo iré adelante, Liz sígueme, luego Fran y Adrian nos cuida la espalda.

La hija de Apolo hizo una mueca al ver el estrecho pasaje.  La única manera de atrevesarlo era haciendo una fila India y avanzando en cuchillas.

—No me agrada la idea de que alguien me vea el trasero, prefiero ir yo atrás.

—Si algo nos ataca, no tengo problema en que seas la primera víctima —repuso el herrero.

Le pregunté a Eros qué hacer con la mirada.

Cupido Otra Vez [#2] Where stories live. Discover now