Capítulo 40

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—Hace un frío horrible hoy —comentó Sandra entrando en el salón

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—Hace un frío horrible hoy —comentó Sandra entrando en el salón.

Elevé mi mirada e inmediatamente mis ojos fueron a dar con el humeante vaso que sostenía en su mano.

—¿Y eso? —pregunté.

—Es café, ¿quieres?

Las palabras de Apolo inmediatamente resonaron en mi cerebro y observé a mi compañera de pies a cabeza, buscando a una potencial profanadora de templos detrás de su fachada de adolescente.  Por supuesto no encontré nada porque desde el principio no había nada que buscar.

—Estoy bien así —contesté, disimulando mi ansiedad.

Ocupé mi lugar al lado de la falsa Agnes, y Sandra se instaló al otro lado, totalmente ajena a lo que se tejía a sus espaldas.  Eros se acomodó en la última fila, esperando pasar desaparecido.  Por supuesto, su aura de dios griego hizo inevitable que la mitad de la clase se diera vuelta a observarlo pasar.  ¿Cómo podía vivir con tanta atención encima? ¡Oh, cierto que los dioses lo disfrutan!  Ada se sentó junto a sus amigas, al otro extremo del salón, había que mantener las apariencias a pesar que el equilibrio del Olimpo pesaba sobre nuestros hombros.  Al final, Victor entró conversando con Agustín, éste último rápidamente reclamó el puesto frente a Hedoné.  Sí, este circo tenía cada vez más payasos.

—No me moveré de este salón hasta averiguar quién causó la ira de Atenea —susurró Hedoné, pasando su inquisitiva mirada por sobre todos los presentes.

Lo peor era saber que hablaba en serio.

No pude tomar apuntes en toda la hora, sentía los ojos de Eros clavados en mi espalda, y el cerebro de Hedoné haciendo cortocircuito a mi lado, resistiéndose al fracaso.

Cuando al fin la clase acabó, Hedoné me empujó a la cafetería, escogiendo una mesa vacía en un rincón, donde supuestamente debíamos ser invisibles al resto.

—Escucha, todos los que compren café son sospechosos, quiero que vayas dándome sus nombres —masculló.

Me permití mirar por la ventana, las nubes amenazaban lluvia y el viento mecía las ramas de los árboles.  Hacía un frío insoportable que rápidamente convocó a media universidad al mesón, en busca de cualquier bebida caliente que pudiera pagarse.

—¿A quién buscan? —La voz de un tercero me sobresaltó. 

Me giré para reconocer a Ann, con un vaso reciclable en sus manos.  Es increíble la manera en que todo se vuelve subliminal cuando buscas algo.   Lo más triste era que si había una persona capaz de encontrar a alguien en este mar de gente era ella.  Lamentablemente no teníamos ni idea de a quién necesitábamos.  A Apolo no le costaba nada dar una descripción más acabada del sujeto, una que pudiera darle a otros para ayudar en la búsqueda.  Algo así como: le gusta vestirse como hipster, usa lentes pero no tiene miopía, su nombre es Juan y vive en tal calle. ¡Pero no! El idiota iba a tomar café el día más frío del año.

Cupido Otra Vez [#2] Where stories live. Discover now