Capítulo 59

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—En este último tiempo me he relacionado con varios dioses, aprendí a leer la letra pequeña en cada mito —expliqué

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—En este último tiempo me he relacionado con varios dioses, aprendí a leer la letra pequeña en cada mito —expliqué.  Mi voz sonaba extrañamente segura, cuando en realidad, mi corazón todavía no recuperaba su ritmo normal.

Me costaba creerlo, pero el hecho de no estar inmóvil era la prueba fehaciente.  Mi teoría era cierta.

—¿Cómo lo descubriste? —interrogó.

—Se supone que estas muerta, ¿no? Perseo te decapitó por orden de Atenea, pero estas aquí, escondiéndote de una simple mortal que apenas tiene un par de poderes prestados.   Entonces entendí que en realidad ella no intentaba matarte, sino que ayudarte a abortar, aunque para eso tuviera que arrancarte la cabeza y todo lo demás.

—No es una conclusión muy lógica.

—No, pero conozco los métodos poco ortodoxos que usan por estos lados. —Recordé la vez en que mi virginidad acabó convertida en una flor—.  ¿Me equivoco?

Medusa negó con la cabeza.

—Es cierto que casi mato a Perseo —explicó—, pero estaba asustada, apenas sí podía asimilar todo lo que estaba pasando, sentía mucho odio y rencor, así que sobrereaccioné.

Me encogí de hombros.

—Tranquila, los héroes de los mitos griegos están acostumbrados.

Medusa dejó escapar un suspiro.

—Sin embargo no fui suficiente, la historia me describió como un monstruo horripilante y cientos hombres se arriesgaron a venir, por ver mi rostro, para burlarse, distinguirse de entre los demás, o por sentirse más machos —comentó—.  En serio, los aborrecí, pues tan pronto me veían, corrían asustados. —Me miró con sus ojos esmeralda—. Nunca me había visitado una mujer, creí que no les interesaba.

Dejé escapar un suspiro, sin saber cómo explicarme, sin embargo hasta ahora las cosas habían salido bastante mejor de lo que había esperado.

—Tu mito es la típica historia de una violación, contada a través de la mirada machista de la historia, donde la víctima fue la culpable y la única que merecía castigo.  No importa cuantas veces leímos el mito, en todas lo aceptamos como algo totalmente obvio —expuse—, pero últimamente la sociedad está un poco más dispuesta a hacer justicia.

Me detuve a analizar su aspecto.  Sus ojos verdes, que parecían brillar en las sombras, al igual que los reptiles.  Las serpientes deslizándose por sus hombros, tan salvajes y a la vez tranquilas, su piel pálida, sus labios rojos.  No parecía una imagen sacada de mis pesadillas, muy por el contrario, se me hacía atrayente, e incluso exótica, de una mera bastante extraña.  Casi como esa gente que se pinta el pelo de muchos colores, se hace tatuajes, piercings y sale a la calle con ropa extravagante.  Era imposible que no llamabaran la atención, solo que en ella era natural.

—No creo que Atenea te convirtiera en un monstruo —concluí—, lo peor ya te había sucedido.  En realidad, te convirtió en lo que los hombres más temen, para que no volvieran a hacerte daño.  Pero la belleza sigue siendo un concepto demasiado abstracto como para limitarlo tanto, y el cabello de serpientes me parece muy guay.

Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora