Capítulo 65

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Sí, Victor ya sabía que sería padre y todo gracias a la borrachera de su cuñada.   Esta, sin duda, sería una buena anécdota para contarle al bebé cuando naciera.

Mientras esperaba que me dieran el alta, Jane y Victor fueron a tomarse un café a la cafetería del hospital, para conversar como dos adultos responsables.

Mientras tanto, mis queridos amigos comentaban el suceso como si se tratase de una serie de Netflix.

—Así que te emborrachaste porque vas a ser tía —comentó Fran.

—Debiste habernos invitado a la celebración —añadió Agus, tomándose con humor mi desgracia.

Choqué mi mano con mi frente, hace poco me habían retirado el suero, de modo que podía moverme con mayor facilidad.

—¿Qué voy a hacer? —gemí.

—¿Tú? ¿Qué esperas hacer? —preguntó Flor—.  Jane ya decidió continuar su embarazo, y no es asunto tuyo.  Serás la tía, tendrás que jugar con ella, consentirla, malcriarla y defenderla si su madre la regaña.

—No es tan simple —suspiré.

—¿Qué cosa no es tan simple? —replicó Anne—.  Dios, tu hermana será madre, no tú, no tienes por qué llevarte la responsabilidad.

—No comiences a actuar como si tu sobrino o sobrina fuera arruinarte la vida, porque no lo hará, tal vez le haga los días más pesados a Jane y Victor, pero al final todo valdrá la pena —agregó Sandra.

Me quedé sin palabras.  Comencé a buscar un argumento para desacreditar todos sus argumentos, pero por más que lo intenté, no encontré ninguno.  Quizás porque no lo había.

Aun así mi cabeza dura se esforzaba en seguir viéndolo como una catástrofe.

—Sinceramente Liz, te creo capaz de enfrentar a los dioses si es necesario —dijo Henry, hablándome en clave—, pero no siempre tienes que hacerlo.

—Y no olvides que nunca lo has hecho sola —añadió Fran.

—Es que no lo entienden —repliqué, angustiada, aunque solo era una excusa para ocultar que no tenía nada mejor que decir.

—Jane tiene que vivir sus propios procesos, Liz —intervino Peter—.  No quieras hacerte cargo de ellos.

Dejé de pelear conmigo para preguntarme cómo es que tanta gente podía conocerme tan bien, incluso mejor que yo misma.

—¿Y qué hago? —pregunté, rindiéndome.

—Un baby shower —contestó rápidamente Fran.

La idea fue aplaudida.

Bien, así que ahora además de cazar a un dios de amor con deseos de venganza, también tenía que preparar la bienvenida al mundo de un bebé.  Más irónico no podía ser, considerando que el imaginario social pensaba que mi actual pareja, o lo que sea, usaba pañales y aparentaba menos de tres años.

Cupido Otra Vez [#2] Where stories live. Discover now