Capítulo 17

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Después de esa noche me convencí, por si quedaba una duda, que el alcohol no es un buen amigo

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Después de esa noche me convencí, por si quedaba una duda, que el alcohol no es un buen amigo. Es de los traicioneros que te dejan tirado. Siendo honesto, no recordaba casi nada de lo que pasó en la reunión. Ese era mi problema. Para ser más exacto, tenía fresco algunos hechos con una resolución arrolladora y el resto se convirtieron en borrones con más preguntas que respuestas. No sabía qué tanto era verdad. No hay peor castigo que desconocer dónde comienza tu realidad entre tanta fantasía.

Empecemos. Tenía claro que me reuní con el club, charlé con Miriam sobre algo que sí quería olvidar, pero gracias a mi memoria selectiva quedó íntegro, también mantenía presente la invitación de un chico a Pao para bailar, para mi mala suerte se aferró a mi mente hasta en tres idiomas diferentes. De ahí en fuera todo se convertían en puras suposiciones. Tía Rosy, Laura, Pao, Pao, Pao.

Pao. La conversación con Miriam seguía dándome con vueltas en la cabeza. Ella sí me preocupaba. Esperaba que no haber hecho ninguna tontería, pero no confiaba en mí ni estando sobrio. No quería lastimarla, la sola idea me ponía mal. Podía aceptar las idioteces que cometía a diario, mas cuando ella entraba en juego ser un imbécil no parecía tan aceptable.

Pasé la mañana lleno de dudas, bebiendo litros de agua como si fuera un garrafón y con un dolor de cabeza que me impidió trabajar en paz. De todos modos no podía quejarme. Tenía que pagar por mis errores, aunque eso significara estar cerca de convertirme en un pescado. Un castigo que no resultó tan malo si lo comparábamos con lo que me esperaba.

Lo adelanté desde que apareció Pao. Bastó un vistazo para que una punzada me atravesara. No recordaba mucho, pero al levantarme leí el último mensaje en el que le preguntaba por qué se había marchado. Supuse entonces que algo malo hice, huir no era su estilo, pero estropearlo sí del mío. Me aterraba la respuesta.

—¡Hola Emiliano! —me saludó alegre Pao al cruzar la puerta de cristal, con una energía que me confundió. ¿Parecía feliz? Raro teniendo en cuenta esperaba su molestia. No supe leer el significado. Le regalé una débil sonrisa junto a una mueca. La luz que se filtró por el ventanal empeoró mi jaqueca—. Uy, parece que alguien amaneció crudo —bromeó al notar la botella de agua.

Sí, definitivamente estaba feliz.

—Un poco más y termino como vegetal refrigerado —respondí sin mucho orgullo. Ella escondió una risa.

—Sí, no te ves bien —admitió con honestidad.

—Gracias por el cumplido, Pao —contesté. Ella se entretuvo ordenando su espacio, yo la seguí con la mirada con un rato hasta que me atrapó. Sonrió. También intenté darle una razón. Estaba paranoico. Quería interpretar hasta el color que escogió para su vestido—. Tú te ves igual de bonita que siempre, parece que fue buena idea irte temprano —saqué el tema fingiendo mal naturalidad—. Eso me dijo Miriam o algo así entendí. Bueno, lo entendí medio día después, pero lo que cuenta es que lo hice al final.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora