Diario de Pao

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Mañana debo madrugar así que me prometí que después de darme un baño me metería en la cama sin perder el tiempo, pero tras un rato dando vueltas por el colchón noté estoy demasiado emocionada para dormir

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Mañana debo madrugar así que me prometí que después de darme un baño me metería en la cama sin perder el tiempo, pero tras un rato dando vueltas por el colchón noté estoy demasiado emocionada para dormir. Necesito hablar con alguien de todo lo que pasó, sin embargo, ya que es algo muy personal he decidido que este huracán de emociones encuentre paz en el papel.  He vivido el fin de semana más loco de mi vida, no miento, han pasado tantas cosas que ni siquiera sé por dónde empezar. Creo que lo haré con lo más importante:

Emiliano me ama.

¡Emiliano me ama! ¡Sí, me ama!

Cada que pienso en eso no puedo evitar emocionarme. Yo sabía que me quería muchísimo, pero amar, amar es una palabra tan intensa, que dicha con sinceridad implica un sentimiento incondicional. Pero es verdad, me ama, lo ha demostrado de tantas maneras, hay tantos hechos que sirven de prueba, que no tengo ninguna duda.

Cuando Emiliano me motivó a enviar un manuscrito a la editorial nunca imaginé lo que resultaría nuestro trato. Se supone que probar suerte no debería ser tan complicado, mas el miedo a no ser lo que buscan ha sido paralizante durante toda mi vida. Confieso, sin orgullo, que posiblemente jamás hubiera reunido el valor de intentarlo, sino fuera por toda la fe que había en sus palabras. Aún hoy no paro de preguntarme si habré hecho lo correcto. Sé que no pierdo nada intentándolo, pero en el fondo tengo tanto miedo de no ser suficiente. Me gustaría tener seguridad, confiar en mí, creer que seré capaz de lograrlo, sin importar si realmente lo consiga.

Así que fue un alivio cuando Emiliano me invitó a pasar el sábado con él para no pensar demasiado en ello. Quedamos de hacer un montón de cosas apenas enviara el texto, pero de último minuto me asaltaron las dudas y decidí darle un vistazo, asegurando no serían más de cinco minutos. El objetivo era comprobar todo estuviera en orden. El resultado: más de tres horas editando algunas páginas y tal vez un manuscrito completamente distinto al original. Cruzo los dedos porque sea una mejor versión, que fuera una buena decisión. Me prometí no esperar nada, pero no puedo mentirme, no hay algo que me haría más ilusión que ser tomada en cuenta. No importaría si mi relato fuera el último, si fuera impreso con la letra más pequeña y no reservaran para él nada especial, lo único que me gustaría es sentir que he alcanzado un sueño imposible. De todos modos, intentaré mantenerme positiva, la vida es demasiado larga para rendirme ante la primera derrota.

Por otro lado, otra consecuencia de mi larga tarde trabajando fue una peligrosa combinación: un Emiliano curioso y aburrido. Él tiene algún algo de niño, en el buen sentido de la palabra, es una de las cosas que más gusta de él. Encuentra mágicas las cosas sencillas y es abierto a decir lo que piensa sin guardarlo para sí.

Bien, así que Emiliano empezó a aburrirse y no se mordió la lengua para hacérmelo saber, así que me preguntó qué podía hacer para entretenerse y en medio de mi caos ni siquiera sé cómo terminó leyendo mi libreta de apuntes. Creo que debí suponer que este momento llegaría, él jamás ha intentando de ocultar su interés por lo que hago.

El club de los rechazadosWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu