Capítulo 22 ❤✈ (Maratón 1/2)

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La noche se acabó en un suspiro, ni siquiera recuerdo en qué punto me quedé dormido, pero sí que el sol ya se había colado por las cortinas cuando sentí un sutil movimiento a mi costado que me sacó del trance

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La noche se acabó en un suspiro, ni siquiera recuerdo en qué punto me quedé dormido, pero sí que el sol ya se había colado por las cortinas cuando sentí un sutil movimiento a mi costado que me sacó del trance. Mi primer impulso fue preguntándome de qué se trataría, más dormido que despierto pensé tal vez de una travesura de Lila. Con dificultad tallé mis ojos, alejando los rastros de sueño que me impedían situarme de vuelta en el presente.

Entonces sí me enfoqué en lo que estaba sobre mi hombro y la respuesta me sorprendió. Tardé un segundo antes de comprobar era real. Sonreí al encontrar a Pao durmiendo plácidamente, alejada de la realidad, con esa expresión tranquila que acompañaba a su lenta respiración. Contuve mis deseos de acariciar sus mejillas sonrojadas, para no despertarla. No funcionó. Supongo que de una y otra manera me delaté porque de pronto arrugó su pequeña nariz, removiéndose en el colchón.

Tuve que resistir soltar una carcajada cuando la vi abrir los ojos asustada al descubrir que no estaba sola. Perdió el color alzando despacio la mirada, que se llenó de dudas encontrándose conmigo. Pensé que se desmayaría en el salto que pegó, brincando al otro lado del colchón. Pasó sus manos en un reflejo por su cuerpo, volvió a respirar al hallar en orden. Reí ante el pensamiento que cruzó por su mente.

—Hola... —comenzó, aunque pareció pronto arrepentirse por ese saludo—. Es tarde, ¿no? —probó soltándose el cabello para peinarse deprisa, echando un vistazo por la ventana.

—Depende —contesté. Me apoyé en mis codos para recargarme en la cabecera. Pasé mis dedos por mi cabello—. Es temprano para un domingo, pero tarde si tenemos en cuenta la hora del vuelo.

—Salimos hasta las cuatro, ¿no?

—Sí. En realidad, quería decirte que podríamos visitar el parque de Chapultepec —solté mi idea con una sonrisa. Ella ladeó su rostro, quizás pensé que todas las menciones anteriores eran una broma—. Sé que es una tontería, pero he oído un montón de comentarios sobre el lugar y es mejor verlo con nuestros propios ojos, ¿no? Está a unos diez minutos y podríamos pasear un rato hasta que llegue el momento de abordar —expliqué—. Aunque también podríamos ver otras opciones —propuse por si Pao tenía algo en mente. Ella dibujó una sonrisa.

—No, no, me gusta como suena —aclaró risueña—. Si quieres podemos marcharnos temprano, solo me doy un baño y me arreglo rápido —añadió ilusionada—. No voy a tardar —me aseguró dejando el lado vacío para buscar en su mochila sus cosas.

Contemplé cada uno de sus pasos hasta que su mano terminó en la perilla del baño.

—Pao —la detuve cuando estuve a punto de cerrar la puerta—. Solo... Muchas gracias —solté. Esa era la palabra que resumía todo lo que deseaba decirle, o una parte de ello. Pao me sonrió con ternura antes de entrar, entendiendo el mensaje. Había transformado una noche repleta de recuerdos en un nuevo comienzo.

Volví a caer en el colchón, con una sonrisa idiota en los labios, desordené mi cabello oscuro al recordarla dormida en mis brazos. Tan frágil y tierna que me sentí extraño porque confiara en mí. No entendí cómo demonios algo tan sencillo como recostarse, sin ir más allá, podía hacerme comportarme como un adolescente. Si alguien me hubiera advertido que me cautivaría con su dulzura e inocencia tal vez hubiera mantenido mis reservas, pero quién pensaría que aquella combinación sería mi perdición.

El club de los rechazadosWhere stories live. Discover now