Capítulo 35 + Encuesta de la novela

3.4K 566 1K
                                    

—¿Crees que debería hablar con él?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¿Crees que debería hablar con él?

La pregunta nos tomó por sorpresa a ambos. Pao, que estaba ocupada intentaba retirar algunas hojas del arbusto donde Bruno había metido la cabeza, alzó la mirada para mirarme confundida. No comprendió a qué me refería, para ser honesto yo tampoco. Fue un pensamiento al aire que logró intrigarla lo suficiente para que casi soltara la correa de su perro. Yo, en cambio, me aferré más a la de Lila, evitando se le acercara. Pao repetía segura que ese grandullón era tranquilo, pero no me fiaba del todo. Con una mordida podía comérsela.

—Con tu padre, no con tu perro —aclaré para que no se prestara a confusiones. Escondió una sonrisa ante mi broma—. Me refiero a contarle sobre las intenciones que tengo contigo...

—Vaya, pensé que te producía terror enfrentarte a él. Me asombra que ahora quieras que charlen —comentó riéndose de mi mueca. Carraspeé incómodo. Nunca mencioné charlar, pensaba en compartir un par de cordiales frases antes de salir huyendo, pero si quería llamarlo así mejor para mí.

—Te aseguro que es lo último que deseo, pero si llegara a enterarse, ¿no se enfadaría contigo? —dudé. No quería que se metiera en líos por mi culpa. Pao pensó un segundo en esa posibilidad, sacudiendo la tierra de su pantalón al ponerse de pie. Que no hubiera respuesta inmediata no ayudó.

Habíamos decidido reunirnos en un parque cercano para pasear. Miento, en realidad, Pao creía que era buena idea que se conocieran nuestras mascotas, no sé con qué intención. Lila era una perrita bastante hiperactiva, podía acabar con la energía de ambos en una sola vuelta, pero ella adoraba a su perro y consideraba una traición dejarlo fuera. Yo no tenía problema... Bueno, hace una hora hasta me pareció divertido contemplar como arrastraba su pequeño cuerpo, no es que fuera incapaz de controlarlo, pero la diferencia de tamaño trae consecuencias. Como decía, yo no tenía problemas, de no ser porque él sí parecía tener líos conmigo.

—No tendría por qué —admitió restándole importancia, retomando la conversación. Me pidió con una sonrisa el lazo para ser ella quien guiara a ambos. Titubeé antes de entregárselo—. Mi padre no puede molestarse simplemente porque salgo con un chico —argumentó—. Ya no tengo diez años.

—Que malota, Pao —comenté haciéndola reír. Ella me dio un pequeño empujón.

—Si yo fuera tú no me preocuparía —aseguró optimista.

Pero no lo era. Estaba claro que para ella todo estaba bajo control porque hablaba de su familia, Tampoco podía ponerse en mis zapatos. Primero, porque calzábamos de un número distinto. Y lo más importante, mi madre la adoraba. Estaba claro que desde el primer día se la había ganado.

Detuvo su recorrido al encontrar una banca, dejé la silla para sentarme a su lado. Observé como el par de perros comenzaban a olfatear todo a su alrededor. Era una mañana calurosa, pero al ser temprano la brisa aún ofrecía un respiro. Además, el lugar era perfecto para relajarse, poca gente, un paisaje verde que resultaba novedoso en la ciudad y el silencio apenas se rompía por el viento que agitaba las ramas de los árboles. Lila lucía contenta, y ver a los que quería felices me contagiaba.

El club de los rechazadosWhere stories live. Discover now