Capítulo 28

3.5K 666 1.1K
                                    

Volví a asomarme, pero no hallé ninguna diferencia

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Volví a asomarme, pero no hallé ninguna diferencia. Lila me imitó impaciente, pegando sus patitas al cristal. Suspiré al entender que no vendría, Pao nunca llegaba tarde. Eso lo supe desde los primeros cinco minutos, sin embargo, me aferré a la esperanza porque si había algo más extraño que su retraso era su ausencia. En verdad debía odiarme para que prefiriera no verme.

¿Por qué? Bien, había muchas respuestas, pero necesitaba descartar opciones. El cambio era reciente. Intenté repasar mis acciones en los últimos días, quizás el punto de quiebre fue que malinterpretó alguno de mis chistes. Lo dudaba, Pao tenía una alta resistencia a mis bromas. Para ser exacto, ella gozaba de todo lo que a mí me faltaba y quizás por eso me pesaba tanto que no estuviera. Suspiré cuando en mis pensamientos se coló la posibilidad de que no volviera. No es que no pudiera vivir sin ella, lo hice por años y lo seguiría haciendo, pero todo parecía mejor cuando ella aparecía. Supongo que en el fondo me había hecho adicto a la felicidad que me regalaba su sonrisa.

Fue una suerte que en medio de mi caos su nombre iluminara la pantalla de mi celular. No escondí la sorpresa por la coincidencia, preguntándome si estaría leyéndome la mente, pero al ser consciente que de haber llamado hace quince minutos igual me hubiera atrapado pensando en ella dejé de perder el tiempo para contestar, intrigado por el por qué y deseoso de oír su voz.

—¿Bueno? ¿Pao? —pregunté conociendo perfectamente se trataba de ella. Agité mi cabeza. «No te hagas el tonto», me recordé llevando mis manos al puente de mi nariz aspirando hondo, intentando ser prudente—. Te estaba esperando, tenemos que hablar —le pedí. Aclarar esto de una buena vez o enloquecería.

—Hola... —comenzó despacio. Desde ahí noté algo andaba mal. Esperando una respuesta tosca de su parte, me sorprendió escuchar su murmullo. Por si las dudas revisé el contacto—. Emiliano, te llamé para disculparme, no creo poder ir hoy... Quería avisarte antes, pero mi celular no tenía batería, hace un rato la chica de la recepción me prestó su cargador —contó. Varios detalles robaron mi atención, en especial, el timbre apagado de su voz—. Quizás no me creas —consideró—, pero lo último que quería era dejarte el trabajo tirado, tú sabes que no es mi...

—¿Estás bien? —la interrumpí, centrándome en lo importante. Tenía la impresión, aunque deseaba estar equivocado, que había llorado—. Te escucho rara.

Bien, rara no era la palabra que escogería, más bien triste. Mucha peor opción. Hubo un corto silencio, que adelantó el caos, al que le siguió su arrolladora sinceridad que me golpeó directo a la razón.

—No.

—¿Sucedió algo...?

—Mazapán se murió, Emiliano —soltó de golpe, su voz de quebró en mi nombre.

«Vaya, eso sí que no lo esperaba», pensé entorpeciéndome un instante a causa de la sorpresa. Es decir, sabía que los animales, ni las personas eran eternos, pero uno suele olvidarlo la mayoría del tiempo.

El club de los rechazadosWhere stories live. Discover now