-Medianoche-

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Día 6: Medianoche

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Al igual que en su sueño, Chat Noir tembló al sentir la afilada frialdad nocturna que le cortaba el rostro en su acelerada carrera sobre los tejados de Paris.

Era más de medianoche. Técnicamente un nuevo día, pero no lograba sacarse de encima las imágenes de la pesadilla y mucho menos los devastadores sentimientos que había provocado en él. Los ojos le picaban a causa de la somnolencia interrumpida de manera tan brusca, el estómago le rugía porque hacía horas desde la cena y tenía la garganta seca.

Su respiración era tan acelerada que no le bastaba con su nariz, sino que tomaba el aire helado a través de sus labios entreabiertos. Saltaba de un lado a otro, estirando sus brazos, alargando la zancada para ir más deprisa.

Procuraba no pensar.

Si Chat Noir dejaba que el más mínimo pensamiento cayera bajo el foco de su consciencia, las dudas le abrasaban. En realidad, no sabía porque estaba cometiendo tal temeridad. Incluso Plagg, antes de transformarse, se había mostrado en desacuerdo con su plan y le había advertido que era una idea muy mala.

¡Ella misma te pidió que no fueras a su casa!

Le había recordado.

Sí, pero es una emergencia se decía él para seguir adelante. Aunque no era verdad.

¿Es que quieres ponerla en peligro?

No, ¡por supuesto que no! Además estaba teniendo mucho cuidado... ¿verdad? No creía probable que Lepidóctero estuviera despierto, vigilando los cielos, en busca de algún rastro suyo o de Ladybug.

Tan solo con que Plagg estuviera en contra de algo ya era una prueba, más que irrefutable, de que ese algo no debía hacerse y él lo sabía. Pero no había podido reprimir el impulso que le empujó a salir de su casa para ir en busca de su amiga; era imposible.

Se sentía nervioso, aturdido, ansioso... Y no sabía en qué cambiaría el hecho de ir a verla, pero era cuanto podía hacer si quería recuperar la calma y tal vez, dormir unas pocas horas antes de tener que levantarse.

La ciudad estaba silenciosa y tranquila.

El cielo estaba despejado y aunque era de un tono profundamente oscuro en el que las estrellas brillaban con escasa fuerza, no notó ni un atisbo de inquietud. Esa pesadilla había sido tan desoladora que, en comparación, todo parecía estar bien en la realidad.

Salvo por él.

Aterrizó, al fin, sobre el diminuto techo que, en un tiempo que ahora parecía muy lejano, fue el escenario de su confesión a Ladybug. Era, en verdad, un lugar solitario; una pequeña pasarela entre dos tejados con una bonita vista de la catedral y del río, pero apartada de la gente y sus vidas.

Respiró ampliamente, irguiéndose sobre la piedra y miró a su alrededor. No había vuelto desde aquella noche. Sin las velas, los cojines y los pétalos de flores esparcidos... parecía un lugar diferente.

Avanzó hasta la barandilla y dirigió sus ojos hacia la casa de Marinette.

Todas las luces estaban apagadas y el silencio campaba a lo largo y ancho de la calle. Esperó unos momentos a recuperar el aliento en los que se dedicó a observar, fijándose en algo que le llamó la atención. La ventana que daba al cuarto de su amiga estaba tapiada. Bueno, no exactamente tapiada; no es que le hubiera puesto tablones de madera, pero había cubierto el cristal con tela o papel de colores para que no se viera nada del interior.

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora