-Estudiar-

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Día 25: Estudiar

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La noche era estrellada. El cielo, amplio y de una tonalidad azul oscuro se retorcía en una espiral de lucecitas brillantes y aromas deliciosos hasta cubrirlo todo con su manto nocturno.

Por fin pensó feliz Chat Noir, que surcaba los cielos con energía y entusiasmo. El sonido de su bastón sobre las cornisas era como el apresurado latido del corazón de un roedor.

¡Soy libre! canturreaba su mente entre salto y salto. Estiraba sus articulaciones, llenaba sus pulmones de aire fresco y puro y a veces, se le escapaba una risita eufórica.

Había sido un día largo. Repleto de las mismas y aburridas actividades de cada día, con las mismas y repetitivas órdenes que escuchaba una y otra vez. En las sesiones de fotos (ahora mira aquí, sonríe más, ¡ese perfil no, el otro!) En sus clases de dicción para los comerciales (¡No arrastres la ese al hablar!) en las de Chino (¡Repite la oración más despacio!), las de esgrima (¡Estira las piernas), las de piano (¡Otra vez desde el principio!), en las pruebas de vestuario (Ahora ponte la camisa azul, no, la verde. Con esos zapatos, no, con las chanclas...)

Bufó sin poder evitarlo solo con acordarse.

Los días parecían no acabar nunca para Adrien, y justamente eso era lo que Chat Noir ansiaba con más ganas; el final del día. Soportaba las horas interminables, obedeciendo lo mejor posible, para que el tiempo pasara más rápido, siguiendo el tortuoso avance de las manecillas del reloj que le acercaban hasta la hora de la cena.

Tras la cena, la espera se hacía más llevadera. Entonces le atacaba esa dulce anticipación; el nerviosismo, el cosquilleo en el estómago, el placer de imaginar lo que vendría.

Medianoche.

Era la hora mágica. Cuando daba la última campanada, a diferencia a lo que decían todos los cuentos, él se transformaba y podía salir corriendo hacia su otra vida. La que se estaba convirtiendo en su vida auténtica, la que realmente esperaba y disfrutaba. Y vivía con intensidad.

Por eso no podía perder un minuto. Su mente, llena de ideas, le espoleaba a moverse más rápido para alcanzar el café y aprovechar cada instante de libertad, cada instante con Marinette.

Al fin, vislumbró el edificio y sus ojos, aún más veloces, encontraron la pequeña figura oculta en el callejón y su pecho palpitó con regocijo. Cayó con suavidad tras ella y cuando la chica se volvió le dedicó esa sonrisa; la que él ansiaba ver durante todo el día pues, aunque coincidieran en clase, esa era una sonrisa especial que solo veía por las noches.

Marinette no se la dedicaba a nadie más en el instituto, ni siquiera a él mismo.

Adrien no la disfrutaba, pero Chat Noir, sí.

Henchido de alegría, casi saltó sobre ella para abrazarla. La estrechó con ganas y Marinette soltó una risita por la sorpresa. Pasó sus manos por la espalda de la chica, las bajó por su cintura y apoyó la cabeza sobre la de ella antes de bajarla buscando sus labios. Todo el día esperaba ese momento, el instante del reencuentro cuando las emociones explotaban como fuegos artificiales en su cuerpo. En clase, Adrien tenía que reprimir sus impulsos románticos y en ocasiones era muy duro fingir que seguían siendo solo amigos, pero él sabía que era necesario y que lo compensaría después, cuando se volvieran a encontrar.

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Where stories live. Discover now