-Encerrados-

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Día 17: Encerrados

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No había truenos ni relámpagos. Tampoco viento que empujara el agua en ráfagas furiosas contra ellos. La lluvia caía intempestiva, de manera continua y dibujando una pantalla borrosa que los envolvía y aislaba del resto del mundo.

Y que los mantenía atrapados.

¿Cuándo dejará de llover? Era el pensamiento que aparecía y desaparecía de su mente cada pocos minutos.

El olor a humedad era más intenso de lo que Marinette recordaba haber percibido nunca. Sobre la piel de su rostro, pegándose a su pelo... y sin embargo, la temperatura no era del todo desagradable. Las gotas que veía precipitándose desde el cielo oscuro hasta el suelo de la azotea eran gordas y pesadas, y quiso creer, que de una temperatura templada.

Asistió, como si de una película se tratase, al ennegrecimiento del cemento por acción de la lluvia, a la formación de charquitos y soportó el continuado repiqueteo contra la lona de plástico que cubría sus cabezas.

Parece como si no fuera a parar nunca.

Parpadeó, acurrucándose más aún contra el cuerpo que había tras ella. Unos brazos cálidos estrecharon el abrazo en torno a su estómago en silencio.

Más allá de la capa de agua no veía más que un paisaje negro y gris, con borrones difuminados y puntos de luz lejanos que parecían temblar por las embestidas de la tormenta. Era como estar fuera del mundo, mirándolo a través de un cristal opaco, con la angustia de no reconocer nada.

Si no para... Hizo una mueca que nadie vio y después la borró. ¡No, no! Aún es pronto, es pronto...

Había inquietud acechando dentro de ella, lista para activar su sentido de alarma y soltar la adrenalina por su cuerpo, pero no lo permitiría. No en ese momento, había cosas más importantes y una de ellas era mantener una atmosfera tranquila y relajante para su compañero. A pesar de todo, deslizó las manos a lo largo de los brazos que la rodeaban y estos, entendiendo el mensaje silencioso, la estrecharon un poco más.

Una respiración sosegada movió los cabellos de la parte de atrás de su cabeza antes de que la voz hablara.

—Seguro que pronto parará.

Una pegajosa somnolencia impregnó cada palabra, cada pausa en la entonación. Y Marinette, contenta por ello, procuró mostrarse más serena de lo que estaba en realidad.

—Lo sé —Torció el rostro sonriente hacia el del chico—. ¿Te has terminado la infusión? ¿Quieres un poquito más?

—No, está bien así.

—¿No te ha gustado?

—¡Claro que sí! Es la más rica que he probado, pero tengo el estómago lleno —Chat Noir soltó la tacita de té vacía en el suelo y asomó su cara por encima del hombro femenino—. ¿Qué hierbas has usado?

—Ah... —Marinette frunció los labios un momento y soltó una risita—. ¡Ah! Pues no estoy segura... es que he probado varias mezclas distintas, para ver cuál sabía mejor.

Él chico asintió, confiado y ella devolvió sus ojos al frente.

Ya no puede faltar mucho para que haga efecto...

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Aquel debería haber sido un inofensivo chaparrón primaveral. Uno de tantos que estallan con fuerza y descargan litros de agua, refrescando la ciudad sedienta, para retirarse después del mismo modo imprevisto y rápido en que aparecían.

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Where stories live. Discover now