CAPÍTULO 24

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Diana De Gales

Una perdida, seria una perdida demasiado grande.

Mi mente se repetía una y otra vez las palabras, el rostro de temor de la doctora, la sangre, el dolor. Todo, absolutamente todo.

Una lagrima se resbalaba por mi mejilla mientras sentía mi cuerpo temblar, el miedo me invadía y solo podía ver al rededor de la habitación. El frío sudor emanaba de mi cuerpo.

La luz opaca del día se empezaba hacer presente entre el nevado día, aún así un pequeño rayo de luz se hacía presente.

Toque mi vientre y cerré los ojos tomando un respiró al sentir como los bebés se movían.

Había sido un sueño demasiado real y mi mayor temor era que se hiciera realidad, pero también sabía que los bebés estaban bien y esperaba que eso no cambiará.

Cuando la salada lagrima llego a mi boca la limpie de inmediato.

Mire la hora en el reloj que estaba en la pared, el cual marcaba las ocho y media, teníamos que salir de la cama ahora, pues la misa estaba programada paras las nueve y media.

—buenos días—Carlos dice con su voz un poco adormilado.

—buenos días, cariño—respondo y salgo de la cama. Intento no sonar tan nerviosa, pues realmente el sueño me había tomado por sorpresa.

—¿como amanecieron?—pregunta el y siento como también se pone de pie.

—bien, muy bien. Acaban de moverse—una sonrisa se forma en mi rostro tras mi propia respuesta.

—eso es demasiado bueno—dice el rodeando la cama. Cuando esta frente a mi, me da un corto beso.

—sus altezas—un hombre entra a la habitación y hace una reverencia.—los esperan para desayunar.

—ya deberíamos estar listos—le susurro a Carlos, el cual me da una sonrisa y luego vuelve su mirada al hombre.

—estaremos ahí en un momento—le informa Carlos. El hombre hace una reverencia y sale de la habitación cerrando la puerta.

Nos vestimos en un poco más de diez minutos, realmente tendríamos que habernos despertado a las ocho. Aún así, lo hicimos media hora más tarde.

Una vez estuvimos listos, fuimos por Harry y William, los cuales ya no estaban en su habitación. Así que después bajamos hasta la mesa, seguramente ya estaban desayunando.

Cuando llegamos a la mesa pudimos ver a todos sentados a su alrededor y solo dos puestos libres, en los cuales nos sentiríamos Carlos y yo. Al entrar al salón le dimos los buenos días a todos.

Después nos sentamos junto a Harry y William, los cuales se vieron emocionados al vernos entrar. Los dos pequeños estaban listos y estaban por terminar su desayuno.

Pasaron unos segundos antes de que pusieran el desayuno frente a mi y Carlos.

—¿no te da náuseas esa comida?—pregunta Ana mientras toma el jugo frente a ella.

—no, realmente las náuseas solo se hicieron presentes en los primeros meses—respondo comiendo un poco más del alimento.

—que afortunada. A mi me dieron náuseas hasta el último mes—ella deja el jugo y sigue comiendo.

—no soportaba ni el agua—la princesa margarita dice mientras da el último bocado de comida terminando su desayuno.—¿por qué tenemos que ir a misa tan temprano?—la princesa reprocha de mala gana.

—porque lo hacemos todos los años—responde la reina.

—su majestad tiene razón, mamá. Lo hacemos todos los años, además no es tan temprano—su hija, Sarah, responde con una sonrisa.

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