CAPÍTULO 25

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Carlos De Gales

Miraba el reloj en mis manos una y otra vez con impaciencia, mientras me paseaba por el blanco pasillo del hospital esperando noticias de Diana y los bebés.

Habían pasado al rededor de treinta minutos desde que ella entró en la sala de parto y desde ese momento no he sabido nada de diana. Pero sabía que los bebés ya habían nacido, pues el llanto de los dos se había escuchado sonoramente por el lugar.

Estaba impaciente sin saber que hacer, el pasillo estaba en completa soledad pues era privado. Lo único que había obtenido después de que diana entrará en trabajo de parto, era saber el lugar en el cual se ubicaría su habitación en esta ocasión. Pues ya habíamos estado en este hospital para el nacimiento de Harry y William, pero en esas ocasiones no me sentía tan impaciente como ahora.

Sabía que los bebés estaban bien, pues sabía que el llanto era una de las mejores señales para saberlo, aún así no sabia si habían sido niñas o niños. Pero no sabía nada de Diana, eso era lo que más me tenía preocupado, aunque sabía que ella tendría la suficiente fortaleza para estar, tenía que estar bien, por los bebés, por Harry y William, por nosotros.

El sonido de las puertas abriéndose me hicieron dirigir mi mirada en dirección hacia estas. Mire a la doctora salir por ellas.

—su alteza, felicidades, usted es padre nuevamente—menciona ella con una sonrisa.

—gracias. ¿y Diana? ¿Como esta diana?—preguntó al instante y miro que ella suaviza su expresión.

—la princesa esta bien, un poco débil naturalmente, pero fue muy fuerte para poder dar a luz a las pequeñas—tras sus palabras, siento la tranquilidad invadirme.

—¿las pequeñas? ¿Son niñas?—preguntó esperando una respuesta afirmativa.

—si, dos hermosas niñas—una sonrisa de felicidad se forma en mi rostro.—puede ir a la habitación, las bebés y la princesa diana estarán ahí en unos momentos.

Ella me regala una sonrisa antes de darse la vuelta e irse.

Diana estaba bien y eran niñas. Todo había salido bien y finalmente tenía dos hijas, de mi esposa y la mujer que amaba.

Tomo dirección hasta la habitación con una sonrisa en mi rostro y la alegría invadiendome. Cuando entro a la habitación me puedo percatar de que no esta la camilla y solo estaban los lugares en los que pondrían a las bebés. La habitación tiene un mueble para las visitas, una ventana que daba luz a la habitación y por la cual se puede ver la nieve caer.

Me acerque a la ventana, por la cual se miraba la entrada del hospital y pude ver a varios periodistas fuera. Seguramente la noticia ya se había esparcido y ahora tiene que estar en las noticias de la televisión. Cerré la cortina corriente, evitando seguir viendo a los periodistas.

La puerta de la habitación se abrió y me gire hasta estas al instante.

Mire a diana entrar en la camilla, ella al verme me dio una débil sonrisa. Su piel estaba totalmente pálida y el cansancio que le había ocasionado el parto se podía notar en sus oceánicos ojos, su bata blanca se asemejaba al color de su palida piel.

Cuando las enfermeras pusieron la camilla en su lugar junto al suero, finalmente me acerque a diana.

—buen trabajo—le digo suavemente y le doy un corto beso.—ahora tenemos dos hermosas niñas.

Ella sonríe y conecta su mirada con la mía.

—tienen abundante cabello, del mismo color tuyo—dice ella al ver que dos enfermeras entran y traen en sus brazos a las bebés. Ellas dejan a las niñas en su lugar y salen de la habitación.

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