Prólogo

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—Si hago esto es porque sé lo que estoy haciendo, Gastón

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—Si hago esto es porque sé lo que estoy haciendo, Gastón. Así que no intervengas.

Gastón se miraba hastiado, furibundo, alta y peligrosamente furioso por el reto que Constanz tenía para mi hermano.

—Es muy pronto para eso —replicó en un gruñido grave.

Si no fuera paranoica podría jurar que las paredes temblaban cuando Gastón usaba ese tono bajo.

La mayor de los Le Revna se cruzó de brazos y dirigió su mirada a mí.

—Confía en mí —pidió en una voz susurrante y dulce.

Para ser honesta, no me daba confianza una vampiresa que apenas conocía, pero Gastón me dio su palabra de que ella era un excelente elemento para recuperar a mi hermano.

Gastón y yo nos miramos y él negó con su cabeza lentamente. Después pasé mi mirada a la celda de Max donde apareció sin acercarse a los barrotes.

—Podemos intentarlo —conseguí decir. Escuché muy claro como el vampirito refunfuñaba como bestia enjaulada.

Constanz sonrió y me pidió que abriera la reja con movimientos sutiles y precisos. Lo hice, mi corazón latía como loco, estaba por caer en un descontrol de emociones cuando sentí la gélida presencia de Max muy cerca de mí.

—Maddy...

—No intervengas, Gastón —advirtió la pequeña vampira rubia.

Quité el enorme candado y lo dejé colgado a un lado para dejar salir a Max. Mi hermano vaciló un momento, sus ojos dorados estaban en mí, una mirada fría y peligrosa.

Sin darme cuenta me había aferrado a los barrotes con más fuerza, era una señal de miedo. Pude ver a Gastón a unos metros de distancia, contenido por querer alejarme de inmediato de Max; esta situación no le gustaba en absoluto.

—Recuerda, Max, ella es tu hermanita —le recitó Constanz cerca de la oreja—. Es tu sangre, tu única familia real.

Max parecía confundido por la manera tan seductora que la vampiresa se acercaba a él. Era como un hechizo de encanto que Constanz utilizaba en Max para que él reaccionara de una manera aceptable.

—Abrázala, conoce su aroma. Un aroma tentador, pero que está prohibido para nosotros. Madeleine es la novia y futura esposa de Gastón Le Revna.

Me sentía tan pequeña frente a tres depredadores, y si la angustia me consumía al igual que la preocupación era porque uno de esos depredadores era mi hermano mayor.

Max me miró, no hizo ningún gesto o movimiento que nos alertara a todos. Gastón ya se había movido de lugar y ni si quiera me percaté de eso, se encontraba más cerca y por su dura expresión facial y su tensa postura, atacaría si algo salía mal.

Miré a mi hermano, Constanz permanecía cerca de él como si fuera la que controlara a Max con hilos invisibles, igual que una marioneta.

Joder, que horror.

Me alejé de los barrotes y me puse frente a mi hermano. Max avanzó, un paso marcado a la vez para no levantar sospechas. Extendimos nuestros brazos y él me envolvió en ellos, una inusual sensación helada en él me asaltó el pecho y mi estómago.

Casi derramaba las lágrimas, los ojos me escocían y el nudo en mi garganta se acrecentaba. El Max que conocía ya no estaba, el calor y la sensación de confianza no las percibía, pero el ser que estaba en este momento abrazándome era lo que quedaba de mi hermano, y rogaba porque una parte de él siguiera conmigo.

—Maddy...

—Soy yo, Max

Su abrazo se volvió asfixiante por un momento que me costó moverme.

—Max, suéltala, ya es suficiente —ordenó Gastón.

—Lo hiciste bien, Max —agregó Constanz.

Max no reaccionaba a las órdenes de los vampiros. En eso, sentí como de repente la respiración de mi hermano o fuera lo que fuera, empezaba a ser errática y acelerada.

—¡Max!

Mi hermano intentó morderme, las venitas alrededor de sus cuencas estaba saltadas y sus colmillos afilados esperaban hincarse en mí. En un abrir y cerrar de ojos, Gastón lo detuvo, fue como escuchar un choque de truenos, de rocas enormes que buscaban destruirse. Gastón lo sometió, pero Max no dejaba de dar pelea.

Como última alternativa, vi como Gastón dobló sus brazos de manera que estos crujieran. Max soltó un aullido feroz y de un golpe, Gastón lo tumbó inconsciente.

Constanz parpadeaba perpleja y con un aspecto de sorpresa.

—Estoy avergonzada por esto... —dijo la vampiresa—. Lo estaba haciendo bien.

—Lo que no entiendes es que Maddy tiene sangre poderosa, y mucho más adictiva para los vampiros, sobre todos los novatos. Max ocupa más tiempo —advirtió Gastón en ese tono siniestro y oscuro hacia su hermana mayor—. Acabamos por hoy.

 Acabamos por hoy

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3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora