El crepúsculo teñía el cielo entre un morado y azul oscuro cuando nos acercábamos al terreno destinado a las ferias de la ciudad. Compramos nuestros pases de máximo cinco juegos, aguantaba unos cuantos, pero no me sentía con la energía de un niño de diez años o un adolescente en pleno gusto por el riesgo.
Empezamos con algo fuerte, la montaña rusa. Nos subimos en el primer cajón y nos aseguramos los cinturones.
—Tengo años de no subirme —advirtió Janis muy emocionada.
—De seguro tengo el mismo tiempo que tú.
—Fue buena idea venir, me encantan las ferias.
Sonreí feliz por mi amiga. El viento golpeó nuestros rostros, la tensión en mi cuerpo se sintió en cada vuelta, la adrenalina hacía vibrar mi cuerpo y la sensación de salir volando no desapareció. Grité y hasta algunas lágrimas se desbordaron de mis ojos cuando se mezcló con la vista que nos brindaba la altura de la atracción, luces de todos los colores interactuaban, movimientos de otros juegos alteraban mi gravedad. Joder estábamos muy arriba.
Mi corazón y mi alma se quedaron en la colina más alta de la montaña rusa.
Subimos a otros cuantos hasta que nos detuvimos en un puesto de papitas fritas.
—Tengo que decirte algo, Maddy —dijo Janis mientras hacía girar su vaso con refresco—. Envié los papeles a Berlín, como lo teníamos planeado. Si me aceptan aunque sea por un semestre me iré.
Janis planeaba mejor que nadie.
—Suena bien. Tal vez deba de hacer lo mismo.
—¿Y Gastón?
Mordí mi labios inferior y agarré otra papita.
—Me intriga más saber de ti y de Brock —evadí cualquier posibilidad de hablar sobre él.
Janis esbozó una amplia sonrisa, aunque la conocía lo bastante bien para saber que era la imagen que daba para ocultar sus verdaderos sentimientos. Janis es una chica discreta, no le gustaba llamar la atención o ser la protagonista del escándalo, solo hace su trabajo, lo que le toca como parte de sus deberes y se aleja a la seguridad de su hogar.
—No sucede nada de lo que tengas que preocuparte.
Arqueé una ceja.
—¿No van en serio? Porque en las últimas semanas han dado esa imagen.
Janis se encogió de hombros y tomó una papa llena de salsa picante.
—Sabes que a los doctores no se les toma en serio, y menos en el internado o la residencia.
Sonreí.
—Existe la absurda y casi extinta leyenda de que hay doctores que son considerados como excepciones.
Mi amiga soltó la carcajada, se cubrió la boca con su mano porque la llenó de papitas con salsa.
—Yo creo que eso ya es historia, al menos en esta época.
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3° El amo del desastre
VampireTomo III Con la llegada de un nuevo inquilino, Maddy se encuentra en un dilema entre ayudar a su hermano Max a convertirse en un vampiro centrado para pronto unirse a su nueva raza y entre abandonar toda su humanidad; pues una parte de ella como Dr...