Capítulo 38. Miel y pistache

355 66 56
                                    

Gastón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Gastón.

—Joder, tres bebés de golpe.

—Baja la voz, está dormida —era la segunda advertencia que le daba a Max por llamada. Preferí mejor quitar el altavoz y llevar mi móvil a la oreja—. Maddy está asustada por esto.

—Claro que va a estarlo, si un hijo es pesado, imagínate la carga de llevar tres y criarlos.

Miré a mi esposa dormida tranquilamente en el centro de la cama atreves del vidrio de la ventana, tenía suerte de que todavía no se diera cuenta de mi ausencia.

—Lo hará excelente, es una mujer fuerte y me tiene a mí.

—Por una parte eso me tranquiliza, Constanz y yo iremos cuando falte poco para que dé a luz.

¿Una parte? ¿Por qué tenía dudas de mi cuidado?

—La fecha que nos dio el doctor fue para septiembre.

—Lo tendré en mente.

Miré el cielo oscuro que protegía a toda mi amada Valfart, las luces de sus calles brillaban para los vampiros que todavía seguían en sus trabajos como lo había anhelado hace años bajo mi protección. Todo marchaba bien desde que me convertí en su rey y esperaba que así siguiera por un muy largo tiempo.

—¿Cómo va todo por allá?

Max y Constanz tomaron las riendas de mis negocios en Estados Unidos en lo que yo me hacía cargo de Valfart; no iba a descuidar todo lo que logré construir allá, así que mientras me adaptaba a mi nueva forma de vida ellos estaban a cargo en mi ausencia, al menos por un buen tiempo.

—Va bien, el fin de semana te mandaré el resumen de fin de mes y la lista de las ganancias.

—No intentes algo arriesgado, tienes que mantenerte en las sombras como te lo he indicado, Max. No quiero errores.

Escuché como el bastardo soltaba un bufido de exasperación, mis uñas rompieron una parte del borde de cemento del balcón, no me gustaba que las cosas se salieran de mi control, y mucho menos que alguien se tomara a la ligera mis órdenes, como si no tuviera miedo de las consecuencias.

—Max —mi amabilidad y paciencia se agotaban.

—Cálmate, todo estará bien, podemos hacerlo.

—No quiero...

—No quieres riesgos ni problemas innecesarios donde tengas que salvarme el culo, lo sé, ¿Feliz?

—No te conviene hacerte el chistoso.

—Ya te conozco lo suficiente para saber cómo te manejas, déjame hacer el trabajo, no te decepcionaré.

—Por tu bien.

—Sí, sí. Debo colgar, tal vez podamos ir antes a Valfart, quiero ver a mi hermana con su barriga y luego a mis sobrinos.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora