Capítulo 39. Invasores

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La llegada de Constanz y Max fue un as perfecto para tener a Maddy contenta

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La llegada de Constanz y Max fue un as perfecto para tener a Maddy contenta. Ver a su presumido hermano—quien ganó la copa de la RCC en este año—le hacía bastante bien para ponerse al día—como si no tuvieran teléfono para hablar todo el maldito tiempo—, pero verla feliz y radiante con sus nueve meses de embarazo y a punto de dar a luz me hacía sentir completo, por fin iba a convertirme en padre.

Los veía desde la entrada de la habitación riéndose a carcajadas explosivas, Max no dejaba de abrazarla y tocar su enorme barriga. Preferí no volver a tocar el tema sobre los dones que tenía para nuestros hijos, me di cuenta de que eso la alteraba más y subía su presión arterial, así que opté por la tranquilidad durante todo el embarazo.

—Vaya, vaya, trillizos ¿Cómo han llevado todo?

Constanz apareció a mi lado con esa tétrica e irritante forma silenciosa, si no fuera por su perfume de vainilla con jazmines sería difícil escucharla o detectarla cuando se acercara.

—Todo ha estado bien, ella está tranquila. En parte agradezco que ya estemos en la etapa final porque los antojos han sido asquerosos uno peor que el anterior —no puedo superar el brócoli hervido con miel y mantequilla de cacahuate.

Mi hermana ahogó una risita aguda y me miró.

—Debió ser terrible.

Mis ojos se fueron como imanes a la sonrisa de Maddy, contenta y con su esencia llena de luz, esas mejillas estaban más rojas de lo normal por las risas que compartía con su hermano.

—Terriblemente hermoso —concluí—. Maddy es mi esposa y la madre de mis bebés, haré todo por ellos.

—Eres bastante repugnante con tu lado cursi.

Apenas pude soportar la sonrisa, Constanz ensanchó las comisuras de sus labios y tomó mi brazo para alejarnos de la habitación y darles privacidad.

Todo en Valfart iba perfecto, los vampiros tenía sus actividades diarias y estábamos creciendo como reino. Dejamos a un lado algunas de las reglas tradicionales para darle paso a cosas más vanguardistas y, pese a que la Corte Real con su mente retrógrada no quería ceder, al final lo hicieron para darle una oportunidad a las actividades nuevas, por ejemplo: dejar las carretas jaladas por caballos salvajes y evitar alimentarnos de ellos—esa fue idea de Maddy y la tomé en cuenta por ser la reina y mi esposa—preferí liberarlos en su hábitat y poner normas estrictas para no alimentarse de ellos.

Los autos llegaron, incluso una agencia de marca de autos se abrió en Valfart—los vampiros de alto rango fuera del reino eran mis principales contactos para traer lo nuevo—y los vampiros estaban empezando a acostumbrarse al manejo de máquinas motorizadas para sus traslados. Era más sencillo y avanzábamos como reino.

Otra cosa que impuse como decreto fue para los vampiros que deseaban tener familia y que por obvias razones no se podía; el robo de niños humanos me parecía una excelente idea, pero Maddy opinó lo contrario: precipitado, grave e ilegal.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora