Capítulo 13. Felicidades, doctora

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Al concluir la ceremonia Max y yo decidimos alejarnos hasta la hora de la fiesta, pero una llamada bastó para arruinar nuestros planes, había una práctica pendiente que debía de cumplir en la pista así que tuvo que irse, gajes del oficio que tenía...

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Al concluir la ceremonia Max y yo decidimos alejarnos hasta la hora de la fiesta, pero una llamada bastó para arruinar nuestros planes, había una práctica pendiente que debía de cumplir en la pista así que tuvo que irse, gajes del oficio que tenía que hacer debido a su contrato.

Me dejó en la mansión y decidí que pasaría las horas restantes arreglándome para la fiesta. Ocupar mi mente era lo que necesitaba para olvidarme un poco de todos los problemas que se me venían encima.

—Hola, mi señora ¿Gusta comer algo?

Georgia me mostró su sonrisa maternal y no me resistí a sonreírle.

—Qué tal, Georgia. No tengo apetito, estaré en la recámara hasta que sea de noche y Max venga a recogerme. Es mi fiesta de graduación —lancé mi birrete hacia arriba y lo capturé cuando regresó a mí—. Y quiero divertirme.

Georgia sonrió.

—Oh, mi señora se ve muy contenta y muchas felicidades de nuevo por graduarse de medicina.

Sonreí.

—Gracias, Georgia.

Subí las escaleras para dirigirme a la habitación, por el camino me quité los tacones y me estremecí con lo frío que estaba el suelo al tocarlo con mis pies; no me atrevía a verlos del todo, tenía algunas marcas por lo que las Draconias me habían hecho y solo los zapatos cerrados escondían mis cicatrices. Cuando di vuelta en el pasillo encontré a los pastores alemanes acostados frente a la puerta de la habitación donde Gastón y yo pasábamos la noche. Habían tomado el rol de guardianes.

—¿Y ustedes qué hacen aquí?

Sus ojitos se encontraron con los míos y solo los acaricié. Entré a la habitación, dejé el birrete sobre un sofá y me quité la toga. De pronto un aire helado que reconocí erizó los pelitos de mi nuca y me giré para encontrarme a Gastón.

Su barba había crecido un poco, lo suficiente para que me picara cada que entrara en contacto con mi piel—entonces estuvo alimentándose de humanos últimamente—su cabello estaba bien peinado y lucía un traje negro que moldeaba muy bien su enorme cuerpo.

Sus ojos... vaya... como había extrañado esos siniestros y esplendidos ojos verdes que en ocasiones lanzaban ese brillo antinatural que lo hacían más bestia que humano.

—Hola, Maddy.

Casi tiro una lámpara al verlo así de golpe.

—Gastón ¿Qué te trae por aquí?

Lentamente arqueó una ceja.

—Es mi casa, no es casualidad que esté aquí.

Asentí con una sonrisa nerviosa. De repente su mirada descendió hasta encontrarse con mi vestido negro sin tirantes, estaba muy pegado a mi cuerpo y resaltaba demasiado las curvas de mis anchas caderas. Sus ojos volvieron a mi rostro.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora