Capítulo III: Rostro Inexpresivo.

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La clase terminó sin más imprevistos, como debería ser, no obstante con un profesor como Antoine, uno podía esperar cualquier cosa

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La clase terminó sin más imprevistos, como debería ser, no obstante con un profesor como Antoine, uno podía esperar cualquier cosa. Para Cassie, fueron los cinco minutos más tortuosos, por ello siempre prefería evitar mirar la hora, solo hacía que la clase pareciera eterna.

Cuando todos comenzaron a pararse, tomando sus libretas, cuadernos y demás, Cassie se levantó como un autómata, sin pensar realmente en lo que sucedía a su alrededor, a su lado Charlie haló un mechón que se había escapado de su coleta, trayendo su mente de regreso al mundo, porque al parecer le encantaba vagabundear en la estratosfera. 

  — Antoine te odia — afirmó el chico, sus ojos marrones miraron a Cassie como si se lamentara de su posición aunque claramente era una vana actuación por parte del muchacho, que comenzó a reírse segundos más tarde, su risa era algo nasal y bastante incómoda, Cassie solía burlarse de él por eso. 

  — No hace falta que me lo recuerdes — contestó la joven, recogiendo el mechón que se había salido y enrollándolo sin cuidado en la liga que mantenía su cabello en alto — Sin mencionar que no es el único en esta clase de prodigios y pretenciosos de la pintura.

 Charlie, cuyo nombre en realidad era Charles pero detestaba con saña que le llamaran así, comenzó a caminar hacia la puerta y fingió una mueca de indignación.

  — ¡Qué pena! Porque tu querido amigo aquí parado es un pretencioso de la pintura — le hizo notar Charlie mientras se dirigían hacia la salida, para nada molesto por lo que había dicho Cassie en realidad, simplemente le gustaba picar el genio de la chica, que era calmada y paciente la mayor parte del tiempo.

  — Sabes que jamás... — comenzó a decir la chica hasta que Antoine la detuvo, llamándola por su  nombre completo, como si se tratara de un castigo padre/hija, lo cual no era una idea nada agradable y le atemorizaba por completo.

La joven se quedó de piedra mientras miraba al maestro hacerle señas con el dedo indice para que se le acercara, Cassie se movió con lentitud como si de una sentencia a muerte se tratase, ya que había sido hallada culpable aunque no sabía el delito... En realidad sí, quedarse mirando al más allá en mitad del discurso de Antoine. 

— Cassandra Ward — comenzó el maestro, la voz plana con un deje de fastidio mientras se acomodaba las gafas sobre el puente de la nariz — En próximas ocasiones le vendría bien mantenerse enfocada en esta clase, hoy no me molestaré en amonestarla sobre eso — el hombre miró el grueso reloj que llevaba en la muñeca — Además, tengo otra clase con alumnos de segundo nivel, por el momento, solo le pediré que me traiga un libro que olvidé de la biblioteca: Historia del Arte de Ernst Gombrich.

Cassandra tomó una respiración profunda mientras asentía mecánicamente, aún sin creerse que había evitado la reprimenda de Antoine, él parecía bastante calmado en realidad. Ella sintió que sus piernas no podían moverse con suficiente rapidez al salir del auditorio mientras entraban los estudiantes de la siguiente clase del maestro Jouvet. 

Para su sorpresa, Charlie la había esperado junto a la puerta, a pesar de tener otra clase a la cual llegar, contrario a Cassie que tenía una hora libre antes de su siguiente clase. 

  — Pues, esperaba tener que recoger tu cadáver — comentó Charlie en cuanto vio la palidez fantasmal de la joven y como la mano que sostenía sus libros contra su regazo temblaba, nunca, en las semanas que la conocía, la había visto así y que tal reacción la causara un maestro le preocupaba, estaba muy fuera de sitio.

— Por poco y creo que tendrías que hacerlo ¡Me ha perdonado la vida! — agregó ella haciendo una actuación exageraba para relajar la tensión en el ambiente, sin lograrlo en absoluto. Cassie no entendía por qué se había puesto tan nerviosa cuando el maestro la había llamado, pero los restos inquietantes aún recorrían su cuerpo, como las réplicas de un temblor y desconocía cómo detenerlos.

Ella y Charlie caminaron por el pasillo apresuradamente, él por la clase a la que iba tarde y ella por el libro que la habían mandado a buscar, en cuanto se separaron en una intersección de los pasillos Cassie se encaminó hacia la biblioteca, un edificio independiente de tres pisos por el lado norte del instituto, construido con la misma belleza clásica del resto del lugar. 

A donde quiera que mirara, el color blanco rebosaría con pulcritud. En las paredes, el techo, los suelos y hasta las esculturas de Claude Hiver, según lo que Cassie sabía sobre el fundador del instituto, era que se dedicaba únicamente a esculpir animales, entre ellos su favorito era el zorro, de los cuales habían varios, en diferente posiciones como congelados en el tiempo, en los pasillos. 

Cassie se espabiló cuando entró al recibidor de la biblioteca y preguntó por el libro a la bibliotecaria, de cabello oscuro cubierto por algunas canas y cuyo rostro llevaba algunas marcas que tejían años de su vida, las líneas alrededor de sus ojos y en las comisuras de sus labios. Sin embargo, no era tan vieja como pensó la primera vez que la vio, la mujer solo contaba con la mala suerte de una vejez prematura. 

Con amabilidad, ella le indicó en que sección se encontraba el ejemplar y se despidió con una sonrisa para nada forzada. Cassie emprendió la búsqueda en esa sección y gracias a las esplendidas instrucciones de la mujer no tardó en hallar el libro, lo guardó bajo su brazo junto con su libreta y libros de otras clases; la cubierta de otro tomo le llamó la atención, Cassie lo inspeccionó durante un segundo antes de espabilarse y girarse, recordando que debía entregarle el libro al maestro Jouvet, más no avanzó mucho.

Se golpeó de frente con otra persona, mucho más alta que ella y en su estupor tropezó de espaldas con una de las estanterías causando que varios volúmenes cayeran al suelo con ruidos sordos, unos tras otros. 

Cassandra se agachó para recoger todo apresuradamente, sus manos comenzaron a temblar y parecía estar empeorando el desastre en lugar de arreglarlo. La persona con la que había chocado se hincó a su lado, ayudándole con los libros caídos.  

Ella se quedó atónita.  

Ante ella estaba Lysander, con el cabello blanquecino cayéndole en la frente y sus ojos azules carentes de brillo enfocados en el desorden entre ellos, él recogía los libros esparcidos por el suelo sin expresión en su rostro. Cassandra y él habían dejado sus pertenencias de lado para recoger con prontitud el desastre, ella era incapaz de mirarle, solo pequeñas ojeadas entre tanto y tanto. 

En cuanto la bibliotecaria se acercó con los ojos desorbitados por el desastre, Cassie se disculpó con remordimiento sincero en su mirada, ya que sabía por experiencia propia cuanto se tardaba en organizar aquello, puesto que hace un año había trabajado en la biblioteca de su ciudad.

En cuanto recogieron todo lo depositaron en una mesa cercana, donde habían otros alumnos supuestamente inmiscuidos en sus lecturas, cuando en realidad su atención estaba posada sobre lo que ocurría a un par de metros: El desastre que había armado Cassandra.

  — Lo lamento mucho, Señora Agathe, le ayudaría con esto... p-p-p-ero tengo que entregar el libro... Y A-A-A-ntoine no me lo perdonará esta vez— Cassie estaba divagando y tartamudeando, soltaba palabra tras palabra sin coherencia, no terminaba las frases y aún así la bibliotecaria la miraba estupefacta, seguramente la mujer pensaba que le estaba dando un ataque de pánico, lo cual no vendría a ser mentira. 

Las mejillas de Cassie se tornaron rojas por la vergüenza mientras miraba por el rabillo de su ojo a Lysander.

En un acto para mantener su último trozo de dignidad, tomó sus pertenencias de donde las había dejado junto con las de Lysander en el suelo, agarró el libro que el maestro Antoine le había pedido y huyó de la biblioteca con paso apresurado.

A sus espaldas oía que pronunciaban su nombre pero fue incapaz de volverse. 

Gracias por leer <3 ¿Qué te pareció el capítulo? Me encantaría saber sus opiniones :D

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